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Petro y el problema colombiano


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Las recientes declaraciones del presidente de Colombia Gustavo Petro, puso en relieve otro posible conflicto con este país. Este ya no reconoce la frontera delimitada con el Perú mediante el Tratado Salomón–Lozano (1922) y ratificada mediante el Protocolo de Rio de Janeiro (1934), argumentando que las nuevas islas que se han creado por el cambio de cauce del río no serían de jurisdicción peruana.  


En una de sus publicación en X muestra un mapa de la “Gran Colombia” señalando territorios que Colombia había perdido a lo largo de los años, con un mensaje “la oligarquía dejó perder buena parte de nuestro territorio” y “solo este gobierno logró detener la pérdida del mar”, en otro “es verdad que ocupan territorio que debe ser de Colombia” en alusión al Perú, en otro mensaje menciona “vamos a defender nuestra soberanía” y por último en uno de sus discurso expresa “Petro no es hombre de guerra, aunque sabe de guerra”.


Al parecer, el problema de fondo radicaría en el cambio paulatino del cauce del río Amazonas, que en los próximos años podría dejar sin acceso fluvial a la ciudad colombiana de Leticia, donde se ubica el principal puerto fluvial de Colombia en este río. Las consecuencias económicas serían graves para esta región; el propio Petro lo ha reconocido al afirmar que “miles de familias se quedarían sin sustento”, ya que, de producirse este cambio, tendrían que atravesar territorio peruano para realizar sus actividades económicas y, sobre todo, perderían su principal vía de comunicación.


Petro ha elevado a política de Estado la recuperación de un territorio que considera ocupado por el Perú, aunque, en realidad, su objetivo parece ser asegurar un acceso soberano al Amazonas y evitar que Leticia pierda su conexión fluvial.


La defensa de los límites territoriales es un tema históricamente sensible, que en la mayoría de los casos ha terminado definido por un conflicto bélico. Petro ya ha expuesto públicamente el problema, y su posible sucesor ha declarado que “no dejará que les quiten ni un solo centímetro de su territorio”. Surge entonces la pregunta: ¿qué ocurriría si Petro o quienes lo sucedan deciden utilizar la guerra como medio para reivindicar el territorio que consideran perdido?


Conviene recordar la frase: “En política, nada sucede por accidente. Si pasa, puedes apostar a que fue planeado así”. La alusión de Petro a su conocimiento de la guerra no es más que una amenaza velada, una advertencia que deja entrever los distintos escenarios para los que el Estado colombiano podría estarse preparando.


Los países no tienen amigos sino intereses


Si revisamos la historia del Perú, casi todas las guerras que hemos afrontado han sido por diferencias limítrofes, hemos combatido con todos nuestros vecinos excepto con Brasil, aunque sí hubo escaramuzas. Todos los países han reclamado siempre más territorio, que nosotros hemos considerado peruano. Recordemos que hasta fines del siglo pasado recién se pudo definir completamente la frontera con Ecuador, pero después de una confrontación bélica la cual ganamos más por moral y experiencia que por equipo militar.


En ese mismo conflicto, un país al que siempre hemos apoyado vendió armas justamente a nuestro agresor. Argentina país de José de San Martin, Sáenz Peña, Las Malvinas y Maradona, siendo garante del Tratado de Río de Janeiro vendió armas a Ecuador durante el desarrollo del conflicto. Pocos saben que la genial idea del presidente Belaunde Terry de apoyar a Argentina en su guerra contra Gran Bretaña, por las Islas Malvinas, nos costó un enfriamiento de las relaciones diplomáticas con ese país y sus respectivas consecuencias económicas. Sirvió de algo nuestro constante apoyo a Argentina.


En las aulas nos enseñan que el Perú ha perdido grandes extensiones de territorio a lo largo de su historia, pero saben que esa misma narrativa la tienen los demás países vecinos como Ecuador, Bolivia y Colombia. Solo chile no tiene una sensación de perdida contra nosotros, su sentimiento de pérdida lo tienen contra Argentina por la Patagonia.


Es vano decir que cada país si pudiera se apropiaba de más territorio, seamos sinceros. Los estados buscan siempre maximizar su poder, recursos y seguridad. La ambición territorial ha sido una característica común en el desarrollo de las civilizaciones hasta la actualidad, aunque ahora se oculte tras discursos diplomáticos.


La frase “Los países no tienen amigos ni enemigos permanentes, sólo intereses permanentes”, cabe muy bien en esta coyuntura, revisemos nuestra historia y verán que no hemos tenido países amigos. Cada país se olvida de la amistad cuando sus intereses son afectados.


Si vis pacem, para bellum


La traducción del título dice: “si quieres la paz, prepárate para la guerra”, el que acuñó esta frase según las fuentes no fue general ni soldado, sino un intelectual romano que comprendió lo esencial de la seguridad. Si un país tiene un ejército preparado, con adiestramiento y con equipos militares óptimos, tiene menos probabilidad de ser atacado.


Si revisamos nuestra historia militar y la comparamos con la de los países limítrofes, veremos que el Perú es el que ha participado en más conflictos bélicos. Hemos obtenido victorias, pero también más derrotas, casi siempre en contextos desfavorables. En la Guerra del Pacífico, por ejemplo, Chile estaba bien preparado; no fue casualidad que se atreviera a declarar la guerra a dos países al mismo tiempo. El Perú, en cambio, carecía de todo: un ejército mal entrenado, un gobierno inestable y una sociedad profundamente dividida. El resultado fue la peor derrota militar de nuestra historia y un golpe al orgullo nacional que aún persiste.


En la actualidad, nuestras Fuerzas Armadas se encuentran debilitadas, no solo por la baja inversión en defensa, sino también por las decisiones de los políticos de turno y por la percepción negativa que mantienen algunos sectores de la población, especialmente aquellos con ideología de izquierda, que se oponen a su modernización e incluso albergan el anhelo de que desaparezcan. Recientemente, el congresista Carlos Anderson cuestionó la compra de nuevos aviones de guerra al preguntar: “¿Contra quién vamos a pelear, contra los marcianos?”, oponiéndose así a la renovación de la flota que la Fuerza Aérea requiere para mantener su operatividad.


Durante las dictaduras militares del 70, Perú realizó grandes inversiones en defensa, logrando tener una fuerza armada competitiva (ejército, marina y aviación), incluso mucho del armamento que empleamos hoy en día, son de aquella época.

Ahora en el mundo se desarrollan múltiples conflictos bélicos, vemos que las Fuerzas Armadas son un sostén a las decisiones políticas. La diplomacia se desarrolla mejor cuando se tiene como base la fuerza.


Hoy igual que ayer


Si el Perú contara con capacidades militares óptimas y acordes con la época, no habría surgido ninguna amenaza externa en la actualidad o, en todo caso, sería poco probable que un país limítrofe intentara iniciar algún tipo de conflicto.


Colombia destina poco más del 3% de su PBI en defensa mientras que Perú el 1.1 % del PBI, de igual forma sus efectivos activos triplican el número de nuestras armadas al igual que su equipo militar. En una eventual confrontación es más seguro que aumentaría nuestro panteón de héroes.


Otro factor tan importante como las armas, es la sociedad. No solo es un semillero de tropas, sino un soporte logístico y moral a sus instituciones, son parte integral de la Defensa Nacional. Sin embargo, hoy igual que en el pasado nos encontramos divididos.


Con las primeras declaraciones de Petro en contra de la soberanía nacional, lo racional hubiera sido un rechazo en común de todos los peruanos ante una amenaza sin importar diferencias políticas, pero por un lado varios de sus simpatizantes en nuestro país minimizaron el hecho, otros publicaban muestras de su admiración al presidente colombiano y una parte de nuestros políticos de turno han guardado silencio. 


Con una sociedad dividida no se podría afrontar una amenaza a nuestra seguridad nacional. Somos un país heterogéneo, de colores distintos y culturas diferentes, pero somos peruanos. No somos conscientes de que tenemos un problema. Nuestro país está en dificultades, está pasando por una crisis de seguridad interna y externa, económica, social y de identidad.


Para salir de ella necesita de un esfuerzo colectivo para vencer inmensos obstáculos que se yerguen en el camino y ofrecer las condiciones necesarias para superar una crisis tan grave.

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