La Iglesia ordena que la Tierra no se mueve y condena a Galileo Galilei
- Redacción El Salmón
- 22 jun
- 3 Min. de lectura


(Roma, Estados Pontificios, 22 de junio de 1633) Esta mañana, en el convento dominico de Santa Maria sopra Minerva, el científico florentino Galileo Galilei fue condenado por el Santo Oficio de la Inquisición bajo la acusación de “vehemente sospecha de herejía”. El motivo: haber defendido públicamente que la Tierra se mueve alrededor del Sol, una afirmación considerada contraria a las Sagradas Escrituras por la Iglesia Católica.
Con 69 años y visiblemente debilitado, Galilei fue obligado a abjurar solemnemente de sus ideas heliocéntricas frente a un tribunal eclesiástico. Su retractación, leída en voz alta y firmada bajo presión, fue la condición para evitar una condena más severa, que podría haber incluido prisión o tortura.
“Yo, Galileo Galilei, reniego, maldigo y detesto los mencionados errores y herejías,” declaró el astrónomo con voz quebrada, ante la mirada atenta de los inquisidores.
La sentencia impone a Galilei arresto domiciliario de por vida, la prohibición de enseñar o publicar y la obligación de recitar semanalmente los Salmos penitenciales durante tres años. La Inquisición también ha incluido su obra más reciente, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, en el Índice de libros prohibidos.
La controversia que enfrentó ciencia y religión
Galileo se había convertido en una figura central del pensamiento moderno tras sus observaciones telescópicas, iniciadas en 1609, que pusieron en duda la antigua cosmología aristotélica y ptolemaica, oficialmente respaldada por la Iglesia. Sus estudios revelaron fenómenos que contradecían la idea de un universo geocéntrico: lunas girando alrededor de Júpiter, fases de Venus, manchas solares y montañas en la superficie lunar.
Estas observaciones reforzaban el modelo heliocéntrico propuesto en el siglo XVI por Nicolás Copérnico, según el cual la Tierra no es el centro del universo, sino que gira alrededor del Sol.
Aunque en 1616 el Santo Oficio ya había advertido contra la enseñanza del heliocentrismo, Galileo continuó defendiendo la idea como una hipótesis matemática “conveniente”, hasta que en 1632 publicó su Diálogo, obra que fue interpretada como una defensa directa —y satírica— del sistema copernicano. Esto precipitó su citación a Roma y el juicio que hoy concluye.
Reacciones entre intelectuales y cortes europeas
El proceso contra Galileo ha causado conmoción en ambientes académicos de toda Europa. Mientras sectores más conservadores respaldan la decisión del tribunal, otros —especialmente en las universidades del norte y entre científicos protestantes— expresan inquietud por las consecuencias que esto pueda tener en el desarrollo de la ciencia.
En París, Praga y Ámsterdam, varios matemáticos han manifestado su respaldo a la validez del modelo heliocéntrico, aunque con cautela para evitar conflictos con las autoridades religiosas. En círculos más progresistas, se teme que esta condena marque un retroceso en la libertad de investigación científica.
Un final simbólico: “E pur si muove”
Tras la lectura de la sentencia, y según fuentes no oficiales presentes en el lugar, Galileo habría murmurado en voz baja la frase “E pur si muove” (“Y sin embargo, se mueve”), en alusión a la rotación terrestre. Aunque la veracidad del comentario no ha sido confirmada, ya comienza a circular como símbolo de resistencia entre sus seguidores.
Galilei regresa ahora a su villa de Arcetri, cerca de Florencia, donde cumplirá su reclusión. A pesar de su silenciamiento oficial, sus descubrimientos siguen circulando en manuscritos privados por todo el continente.
Una condena que marcará época
Más allá de la figura de Galileo, la sentencia de hoy quedará como un hito en la tensa relación entre la autoridad religiosa y el pensamiento científico. La Iglesia reafirma así su control sobre la interpretación del cosmos y de la verdad, mientras que la comunidad científica enfrenta el desafío de avanzar bajo vigilancia.
El conflicto entre fe y razón no termina con esta sentencia, pero el juicio de Galileo confirma que el camino del conocimiento puede ser también el del riesgo personal y la disidencia frente al poder.
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