Hernando Cevallos: “El calificativo de ‘caviar’ le hace más daño a la izquierda que el ‘terruqueo’”
- Gerardo Saravia
- 3 ago
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Actualizado: 4 ago

El exministro de Salud Hernando Cevallos —uno de los referentes más visibles de la izquierda peruana— reflexiona sobre los desafíos de construir una alternativa política desde ese sector. Defiende la tesis de que Pedro Castillo es un preso político y aborda la fragmentación de la izquierda, el rol de Perú Libre en el Congreso actual y critica el uso del “terruqueo” y la etiqueta de “caviar” como mecanismos para deslegitimar cualquier intento real de transformación en el país.
¿Cómo nace el Movimiento por la Unidad de los Pueblos (MUP)?
Formamos este movimiento con dirigentes en su mayoría jóvenes, obreros, trabajadores de diversos sectores como salud, municipales, estatales, pescadores, docentes, dirigentes de comunidades y rondas campesinas, entre otros, buscando un espacio donde sentirse representados, cansados de la política como un negocio, y con un firme compromiso por cambios estructurales. Puede haber mucho idealismo, pero en un país como el nuestro, eso es necesario y revolucionario.
Muy complicado sin respaldo económico, ¿no?
Exacto. Rechazamos desde el inicio cualquier apoyo empresarial, pero igual logramos presentar al JNE 75 bases provinciales y más de 30 mil firmas, superando las 25 mil exigidas. El Jurado aprobó el expediente para iniciar el proceso de inscripción, pero fue todo muy justo con el plazo de presentación.
¿Qué pasó después? ¿Por qué no se consolidó?
El JNE revisó las firmas con una rigurosidad inusual con clara intención de bloquear. Si la firma no coincidía exactamente con la del DNI, la invalidaban. Nos anularon más de 10 mil sin posibilidad de apelar. Podíamos reponerlas, pero se necesitaban recursos para pagar la tasa de presentación de las fichas. La inscripción no se logró, pero el movimiento sigue activo.
¿Y entonces se acercaron a Adelante Pueblo Unido (APU)?
Con APU ya teníamos un acuerdo político programático sobre la necesidad de avanzar a una Asamblea Popular Constituyente, la libertad del presidente Pedro Castillo y de todos los presos políticos de esta dictadura. APU tenía avanzado su proceso de inscripción, producto del acuerdo, varios dirigentes nos sumamos, pero también fueron injustamente dejados fuera de carrera para las elecciones generales 2026, situación que se encuentra en apelación ante el Poder Judicial
¿Por qué los tacharon?
Un dirigente del partido Avanza País acusó a Aníbal Torres, afiliado de APU, de hacer apología al terrorismo. Lo absurdo es que lo acusan de fujimorista y, a la vez, de terrorista.
¿Y qué hizo el Jurado?
En vez de resolver rápido y dar una inscripción provisoria, dejó vencer el plazo que era el 12 de abril, evitando la participación electoral de APU, Unidad Popular y RUNA para las elecciones generales 2026. Luego el JNE desestimó la tacha, con plazos vencidos. Fue una manipulación vergonzosa.
¿Fue una maniobra política?
Eso es claro. Incluso la persona que presentó la tacha lo admitió en un canal nacional. Lo cierto es que APU tampoco va. Solo participará en elecciones regionales y municipales, porque la inscripción llegó después del plazo para las nacionales. Sin embargo, esperamos el poder judicial corrija a tiempo y se pueda participar.
¿Qué implicancia tuvo esto para la izquierda?
Fue un golpe duro, APU es un movimiento con potencial para articular una convergencia amplia. Todos los partidos que quedaron fuera —incluido el nuestro— compartíamos una postura común: la libertad de Pedro Castillo. Los demás partidos tardaron en pronunciarse al respecto en ese momento. Ahora, se continúa avanzando en una plataforma común más allá de lo electoral. Nuestra idea es evitar que todas esas fuerzas se dispersen.
¿Y qué hay del bloque de Marisol Pérez Tello?
Está en el partido Primero La Gente, estaban más alineados con López Chau, que es un bloque de centro-derecha, aunque Marisol parece claramente una figura de derecha.
¿Cuál es ahora la perspectiva para ustedes?
En medio de todo eso, aparece una fuerza política que comienza a gestarse a partir del llamado que hace Pedro Castillo desde prisión. Él lanza un programa, una convocatoria a constituir una propuesta política formal de cara a las elecciones. Plantea siete puntos, y la columna vertebral es clara: una Asamblea Popular Constituyente. Sin embargo, el acuerdo electoral será difícil.
¿Quiénes se han sumado a esa propuesta?
El primero en sumarse públicamente fue Juntos por el Perú, que puso su inscripción a disposición del llamado de Pedro Castillo. El presidente Castillo aceptó esa propuesta, pero también manifestó su voluntad de promover una alianza con los partidos y movimientos que puedan coincidir en ese programa de siete puntos.
¿Y cómo debería ser ese frente? ¿Qué principios lo deberían guiar?
Coincidimos, en primer lugar, en la convocatoria a una Asamblea Constituyente de carácter popular y, en un país como el nuestro, plurinacional. Y segundo, terminar con esta farsa judicial contra Pedro Castillo. Ya no hay elementos jurídicos que justifiquen que siga detenido tras casi tres años.
Más allá de las simpatías o antipatías que uno pueda tener con Pedro Castillo o su gestión, lo cierto es que está preso un presidente que, en términos legales debió seguir en funciones porque su vacancia fue completamente irregular.
Lo que sucede muchas veces en la izquierda o en sectores progresistas es que hay mucha desconfianza interna. “Este me gusta, este no”, “antes te portaste mal”, “¿quién me asegura que ahora sí seas consecuente?”… Se vuelve todo muy subjetivo.
Sí, entramos en el terreno del peso de las subjetividades y la falta de confianza, nunca lograremos la Unidad. Y eso es tradicional en nuestro país. Muchas veces no se mantienen firmes ni las posiciones ni las propuestas. La inestabilidad no es solo institucional, también es política e ideológica.
¿Por qué dirías que Pedro Castillo es un preso político?
Porque no hay razones jurídicas para su detención. Y si no las hay, ¿por qué está preso? ¿Cómo se explica que, estando aún en funciones, los militares lo detuvieran? ¿Qué es eso? ¿Cómo se interpreta el arresto de un presidente sin haber cumplido el procedimiento constitucional? El juicio ha ido perdiendo fuerza a medida que se demuestra que Pedro Castillo no dio un golpe de Estado.
Recordemos que Pedro Castillo fue detenido antes de que se produjera la votación en el Congreso; y, esta vacancia, no alcanzó los 104 votos necesarios para una destitución extraordinaria. Lo que correspondía era convocar a un pleno del Congreso en 48 horas y permitir que el presidente se defienda antes de votar, como manda la Ley. Pero eso fue descartado desde el inicio. Todo esto ha generado que muchos sectores, exijan la libertad de Castillo, y consideren que hubo un programa trunco, interrumpido tras apenas un año y cuatro meses de gobierno en medio de una ofensiva mediática, congresal y judicial constante.
¿Y el discurso que dio Castillo no cuenta como golpe?
Ese no fue un golpe. Para que haya golpe, tiene que haber rebelión, levantamiento en armas, tanques en las calles, ocupación de instituciones, uso de la fuerza. ¿Vimos algo de eso? No. Lo que hubo fue una proclama que nunca empezó a ejecutarse.
¿Por qué razón Castillo leyó esa proclama?
No sabemos qué lo motivó exactamente. Pero lo concreto es que, en un Estado de derecho, hay reglas. Para remover a un presidente se deben cumplir ciertos procedimientos. Si no se cumplen, no puedes decir que es legal solo porque “te parece justo” o porque “hay que hacerlo”.
¿Pero el golpe no se frustró simplemente porque las Fuerzas Armadas no lo respaldaron?
Incluso si fuera así, eso no justifica detenerlo sin un proceso de vacancia previo. Imagínate, tú lees una proclama como presidente ,y yo, como general, te detengo. Eso no está en el marco constitucional. Y no seamos ingenuos, aquí no hubo sorpresa, ya había una decisión tomada para sacar a Pedro Castillo del poder. El Congreso lo bloqueó desde el inicio.
¿Cómo se manifestó ese bloqueo?
Por ejemplo, ¿cuántas leyes del programa del Ejecutivo fueron aprobadas? Ninguna. ¿Cuándo en la historia del Perú se han presentado tres pedidos de vacancia a un presidente en apenas un año y cuatro meses? Es insólito. A eso se sumó un cerco mediático implacable desde antes que asumiera. Fue una campaña de demolición política.
El Congreso no tenía los votos, pero igual lo sacaron.
Exactamente. Y esto va más allá de simpatías o antipatías hacia el presidente Castillo. Es un tema de legalidad. No se respetó el procedimiento constitucional. Por eso es un preso político. No fue un error de conteo ni una confusión jurídica. Fue un operativo político con intereses claros.
Entonces, si Castillo no dio un golpe, ¿el golpe fue contra él?
Por supuesto. Y lo más grave es que lleva casi tres años detenido preliminarmente, incomunicado, sin acceso libre a medios. ¿Cómo se justifica eso?
Mientras que a Fujimori lo sepultan con honores de jefe de Estado.
Ahí está el doble rasero. Fujimori disolvió el Congreso, sacó tanques, instaló una dictadura donde persiguieron, torturaron, secuestraron y asesinaron a miles de peruanos. Y lo honran. Castillo leyó una proclama, no movió ni una patrulla, y le piden 34 años de prisión. ¿Qué tipo de país permite eso?
¿Crees que al enfocarse tanto en lo legal se ha perdido la defensa política de su gobierno?
Castillo arrancó con propuestas claras: una nueva Constitución, una segunda reforma agraria, un cambio en la relación con los sectores populares. No es que no lo intentó: lo bloquearon desde el primer día.
¿Y hubo avances concretos?
Claro, en lo económico con Pedro Francke como ministro de Economía se mantuvo la estabilidad macroeconómica pese a la crisis política. Incluso figuras como Alonso Segura han reconocido esa gestión. En Salud, en plena tercera ola, logramos frenar la pandemia. Se invirtió, se activaron brigadas, se articularon gobiernos regionales. La vacunación fue histórica: se pasó del 14% al 80% de cobertura en cinco meses. La OPS vino a conocer la experiencia peruana, en ese entonces ya habíamos superado los pronósticos que ellos tenían de la vacunación en Perú. Eso no se dice, pero fue fundamental. Por otro lado, Castillo mantuvo cercanía con el pueblo, la gente sentía que era uno de ellos. No reprimió, no confrontó.
¿Y sus errores?
Claro que los hubo. No se puede gobernar solo desde la presidencia, sin bancada y sin una movilización social sólida. Faltó articular con las organizaciones sociales, fortalecer mecanismos de participación, transparentar la gestión y un mejor asesoramiento para enfrentar a los grupos de poder. En algunas carteras se intentó, pero no se extendió al conjunto del gobierno.
¿Y qué otro elemento reivindicarías desde la izquierda, más allá de la eficacia técnica?
A nivel laboral se impulsaron políticas laborales progresistas, como la Agenda 19, que recogía importantes exigencias de los trabajadores con mesas de diálogo donde las centrales sindicales participaban. En salud, se avanzó en el reconocimiento de derechos laborales y se evitó el despido masivo de trabajadores CAS cuando terminó la emergencia sanitaria. También se mejoraron las condiciones y remuneraciones del magisterio. Pero debimos ir más allá, la propuesta del impuesto sobre las grandes ganancias —en un país donde 80 personas concentran más riqueza que la mitad más pobre de la población—; sin embargo, el proyecto del Ejecutivo ni siquiera superó el debate en comisión del Congreso. El gobierno debió defender esas reformas con mayor firmeza.
¿Por qué no aceptaste ser premier?
Mira, hubo algunas conversaciones con el presidente sobre eso. Sin embargo, aún estábamos en pandemia, el Ministerio de Salud era mi prioridad.
¿Eso fue para reemplazar a Mirtha?
No, eso fue en el primer cambio de Gabinete. Mi opinión siempre fue fortalecer un Gabinete que insista en una Asamblea Popular Constituyente, en una reforma laboral, una salud gratuita en el marco de una profunda reforma. Teníamos los proyectos listos. Se necesitaba confrontar a la derecha y recuperar la ofensiva política, convocando a una gran movilización el día del pedido de confianza.
Ahora, pasando a Perú Libre. Tú me has hablado de la centroizquierda, de la izquierda institucional, pero no has mencionado a Perú Libre.
Tienen inscripción, sí, pero Perú Libre ya no es un partido de izquierda. No es que yo los estigmatice ni que me caigan mal o bien. Es que, objetivamente, han pasado a formar parte del establishment del Congreso y de la derecha más reaccionaria del Congreso. La bancada de Perú Libre votó contra los gabinetes de Pedro Castillo, a solo tres o cuatro meses de iniciado el gobierno, ya estaban negándole la confianza, tampoco le dieron el voto a su premier Mirtha Vásquez. Y, ahora, votan con la derecha en avalar la inseguridad ciudadana y la impunidad.
Y ahora están en la Mesa Directiva.
Claro. Este gobierno ha reprimido y matado a más de 50 personas, y ahí está el representante de Perú Libre en la Mesa Directiva. Votó a favor de la vacancia, apoyó a la señora Boluarte, y está ahí. En economía apoyaron la salida de Francke por un amigo de la CONFIEP. En el Ministerio de Salud, que era lo que tanto quería Cerrón, pusieron a alguien que desprestigió al gobierno. No duró ni 45 días. Ni siquiera pudieron sostenerlo.
¿El ministro del “agüita”?
Bueno, defendía “tratamientos” contrarios a la evidencia científica y a todas las instituciones científicas del país.
¿Y la bancada magisterial?
Es ahora la bancada de Dina Boluarte. La verdad, vergonzoso.
¿Ya no tienen ninguna relación con Pedro Castillo?
No, que yo sepa. Pedro Castillo capaz que recibe a alguno, pero no hay relación política. Y con Cerrón menos. Ese señor le ha hecho mucho daño al campo popular. Ha tenido una política permanente de confusión, de ataque a cualquier dirigente social que cuestione su supuesto liderazgo.
¿Te parece peligroso?
Sí, aunque creo que ha ido perdiendo peligrosidad y relevancia.
Pero ha logrado que lo absuelvan de los cargos.
Bueno, tiene poder. Esa es otra cosa. Yo creo que canjeó su libertad y la posibilidad de seguir operando, siendo prófugo. Parece un intercambio para respaldar la caída de Pedro Castillo y que Dina se consolide.
Digamos, Perú Libre es la nueva escopeta de dos cañones, ¿no?
Sí, ahora solo tiene uno. Lo que hace es petardear al campo popular y tratar de socavar cualquier tipo de respaldo social a los partidos de izquierda.
¿A ti ya te dijo caviar?
Ah, sacó un tuit. En una entrevista me preguntaron qué opinaba de Perú Libre; y, dije que dejaron de ser un partido de izquierda, que ahora cogobiernan con el fujimorismo. De hecho, muchas de las leyes para limitar las posibilidades de la lucha contra las organizaciones criminales fueron impulsadas por Perú Libre.
¿Tú crees que Perú Libre ya no tiene ninguna opción?
La derecha se ha encargado de darles un espacio, el ser caja de resonancia de muchas de las cosas que dice Cerrón, no es casualidad.
¿Electoralmente dentro del campo popular, crees que está totalmente ya desprestigiado?
Supongo que están aspirando es a pasar la valla en estas elecciones. Entiendo que algunos de sus congresistas están actuando con el apoyo del gobierno, respaldando algunas demandas de trabajadores en el sector salud, en educación, están tratando que algunas de las reivindicaciones pasen a partir de proyectos que ellos presentan. Pero numéricamente es insignificante
¿Por qué figuras como Bellido, que surgieron con fuerza en el gobierno de Castillo, terminaron diluyéndose tan rápido?
Yo creo que al principio Guido Bellido fue un personaje carismático para algunos sectores por su estilo irreverente, directo, confrontacional, en un momento de gran polarización. Pero creo que debió mostrar mayor firmeza política e ideológica. Entonces no sorprende que ahora esté en Podemos.
¿Tú crees que la izquierda sabe responder bien ante el terruqueo?
No solo es un problema de respuesta, también tiene que ver con la metodología que se ha ido generando desde la derecha para descalificar la propuesta de la izquierda. Hace mucho tiempo que la izquierda no está apostando a una salida violentista del país, tampoco existe terrorismo político. Además, la misma izquierda ha sido también víctima del terrorismo durante mucho tiempo.
Lo que más afecta a la izquierda y a los sectores progresistas es la falta de confianza que va a cumplir lo que dice; y, que se tiene la talla moral para jugarse por el pueblo. Ese es el gran problema. No es que te digan que tú eres un terrorista. Lo que te van a decir es que tú eres un incapaz, que tú vas a ir para llenarte de plata igual que la derecha. Que te han metido en política a ver qué puedes sacar. “Todos son iguales”, dice la gente.
¿Crees que la izquierda se ha alejado del campo popular y priorizando demandas legítimas pero minoritarias, dejando de lado las de las grandes mayorías?
La izquierda no solo son los partidos, sino ese sector de la población que entiende que se necesitan cambios profundos en el país para vivir mejor. En nuestro país, sin embargo, existe ese sector que los medios de comunicación no han podido derechizar y domesticar, aunque no vea quien conduzca a la salida.
Entonces la izquierda como espacio público-político de cambios se mantiene ampliamente representada en nuestro país desde las organizaciones sociales, desde las organizaciones agrarias, entre otros. No son organizaciones, como pasa en otros países, que se han conformado y se han vuelto totalmente amarillas. Por eso, un candidato como Pedro Castillo, sin entrar casi a ninguna entrevista, arrastró la votación de los sectores más pobres del país.
¿O sea, el calificativo de ‘caviar’ hace mucho más daño a la izquierda dentro de su conexión con la gente que el terruqueo?
Sí, desde luego. Totalmente de acuerdo. Porque deslegitima las verdaderas intenciones de la gente que quiere cambiar el país. Les dice a los más excluidos: “este no sufre como tú y te habla de cambios en el país”. Eso busca menospreciar la ideología y reduce la lucha a quien la pasa peor, aunque no tenga conciencia de quien se aprovecha de su pobreza. Un absurdo, pero confunde a algunos sectores populares. Y aleja a la izquierda de los verdaderos sentimientos y del dolor popular.
¿No crees que, en lugar de impulsar cambios estructurales, nos hemos concentrado en medidas como Beca 18, que terminan siendo más una lotería que un derecho, porque son programas focalizados?
¿En el país, falta plata? ¿En el país, el problema es económico? Estamos regalando lo que tenemos, lo que está en el subsuelo, los recursos naturales del mar. Pero no hemos conseguido convertirnos en una verdadera nación. La izquierda debe tener estrategias para ver cómo empezamos a revertir la situación.
¿Por qué crees que hasta el momento no se ha podido forjar la unidad de la izquierda?
Porque no es sencillo, hay procesos políticos e históricos en nuestro país que dificultan la unidad. Los pueblos no se sienten parte de un solo país. En este lugar que llamamos Perú, hay islas sociales, culturales y económicas que no terminan de enraizarse.
El propio modelo socioeconómico que promueve el “emprendedurismo” —que en realidad es una forma sofisticada de individualismo— ha ido desarticulando al país. Ya no tenemos un proletariado industrializado como en Europa; tenemos millones de peruanos que quieren salir adelante por su cuenta, y eso ha ido lesionando incluso la firmeza moral de la gente. Justificamos al que roba, lo llamamos “el más vivo”, y cada uno quiere ser empresario porque es más valioso ser empresario que ser un obrero. Eso no era así hace 60 años. Entonces, ¿cómo tú desarrollas un liderazgo sobre las clases explotadas para conducirlas cuando ni siquiera se dan cuenta de que son explotadas?
Lo que están buscando muchos es cómo explotar a otro para ser ellos los dueños del negocio. Es muy complicado. Además, los sectores de poder en el país han ido acumulando cada vez más influencia en las decisiones. Lo que no han podido hacer, a diferencia de otros países como Argentina o Chile, es resolver esas contradicciones. Por eso aquí hay sectores de la población que, durante la pandemia, se dieron cuenta de que no hay salida individual. Entendieron que si no tienen un Estado que los proteja, no pueden sobrevivir por su cuenta. Cuando vino la pandemia, nosotros, que supuestamente íbamos a entrar a la OCDE, nos dimos cuenta de que somos un país miserable.
¿Y también es por los caudillismos? ¿Porque todos quieren ser líderes?
Claro. Eso está ligado a la historia del Perú. Aquí todo el mundo quiere ser líder. Por eso tienes treinta y tantos candidatos presidenciales, gente que hace poco no te imaginabas postulando.
¿Por qué la formación de Movimiento por la Unidad de los Pueblos?
Porque es un movimiento de soñadores. Porque sigue creyendo en la utopía, aunque parezca absurdo. Pero mientras no construyamos, desde la referencia de quienes sí quieren cambiar el país, una visión de que la política no se puede negociar como cualquier cosa, no avanzamos. Meterse en política no es un negocio.
Sí, pero yo me refería más a ustedes. ¿Qué los diferencia? ¿Qué los llevó a decir “no me siento identificado con tal o cual”?
Tenemos buenos amigos en casi todos los partidos, pero entendemos que los partidos políticos no han logrado generar confianza en la población. Necesitamos partidos que promuevan a los verdaderos luchadores, que mantengan contacto con el pueblo y que no negocien sus principios. Que no retrocedan ante la derecha.
Muchos jóvenes dicen: “¿Para qué me voy a meter en tal partido si al final se venden, si no luchan por lo que dicen?” Dijimos, tratemos de organizar un grupo de gente capaz de luchar por los cambios sociales, aunque nos equivoquemos, pero con la firmeza que ha faltado en este país para defender al pueblo. No somos los únicos, por supuesto.
¿Qué te diferencia de Nuevo Perú? ¿Qué diferencias hay?
La posición política de Nuevo Perú frente al golpe a Pedro Castillo fue errada. Mas allá de las diferencias debió prevalecer en toda la izquierda y sectores progresistas el espíritu unitario y oponernos a la maniobra de la derecha. Eso creó una brecha que debemos reconocer y procesar. Es bueno que se exija la libertad del presidente Castillo y se mantenga la bandera de la Asamblea Constituyente, ahora veremos si la lucha es en conjunto y sin exclusiones. Ha sido positivo que durante las marchas contra Boluarte, sus locales albergaron a la gente reprimida durante las movilizaciones, Pero hay temas que no terminan de convencer a muchos jóvenes. Ojalá en el proceso se vayan superando.
¿Consideras un avance que hoy digan, por ejemplo, que sí hubo un golpe?
Para mí es un avance muy importante. No ha habido una autocrítica firme, pero decir que Castillo es el presidente legítimo, que aquí hubo un golpe de Estado, es cerrar una brecha con millones de peruanos.
¿Entonces no descartas una alianza con Nuevo Perú?
No depende de mí y no descarto una alianza con ningún sector que plantee cambios profundos en el país, que apueste por un camino ético en la política, que este a favor de un proceso constituyente en el país; y, que defienda a los compañeros procesados y exija la libertad de Pedro Castillo. Yo no lo descarto, creo en el diálogo sincero. Los intereses populares y el sufrimiento de los excluidos exigen grandeza.
Regresando al tema del terruqueo, ustedes fueron uno de los pocos movimientos de izquierda que se pronunció sobre el caso Perseo.
Nosotros hemos tenido una posición muy clara en ese sentido. En primer lugar, siempre hemos sido firmes respecto a quienes participaron en actos terroristas. Pero también dije —y recuerdo que me criticaron mucho por eso en la prensa— que quienes cumplieron sus condenas debían ser reinsertados laboralmente.
Yo no les voy a prohibir trabajar en ningún lugar si ya cumplieron su sanción. Se supone que aspiramos a procesos reales de resocialización como lo establece el derecho penal. Y, me parece una barbaridad que a personas que mueren estando detenidas no se les permita a sus familiares ver sus cuerpos. Desaparecerlos es una violación al sentido común y a los derechos humanos más elementales.
Tampoco podemos quedarnos callados ante esa ley de amnistía que busca borrar lo que ha pasado en el país. Es una burla, alienta la revancha La memoria no se puede borrar. Este país se ha desangrado, ha sufrido graves violaciones a los derechos humanos. Pretender eliminar esa memoria es traicionar a la historia.
¿Y por qué cree que hay movimientos de izquierda que no se pronunciaron sobre el caso Perseo, por ejemplo?
Porque tienen miedo. Miedo a que los terruqueen. Pero como hemos dicho, eso no impacta realmente en la gente. Mira, cuando murió Guzmán, yo tenía que dar una conferencia de prensa por el tema del COVID. Me preguntaron sobre su muerte y dije que era lamentable, porque era un ser humano que había fallecido. Soy médico, no puedo alegrarme por la muerte de una persona. Si cumplió o no la sanción que le impusieron es otro tema. Pero cumplió. Murió en cadena perpetua.
¿Cree que debería haber lugar para personas que han participado en grupos subversivos dentro de las agrupaciones de izquierda?
Cuando hablamos de reinserción social, eso incluye la participación política. Hay que restituirles todos derechos. Y claro, hay mecanismos para garantizar una verdadera resocialización. Además, hay experiencias internacionales que lo demuestran. Puedes haber participado en acciones armadas y, aun así, no quedar descalificado para siempre, como por ejemplo, el expresidente del Uruguay, Pepe Mujica, o el presidente de Colombia, Gustavo Petro.
Hubo un tiempo en que una parte de la izquierda estaba de acuerdo con la lucha armada y otra parte que decía que sí, pero que no era el momento, pero nadie la cuestionaba como opción.
Además, hay que ir al fondo del tema, por supuesto que no estoy de acuerdo con ninguna salida violentista como el terrorismo, pero en un país como el Perú, donde millones viven con hambre, la pregunta que habría que hacerse es: ¿quiénes generaron las condiciones objetivas para que haya personas que vieran la lucha armada como una salida?
¿Qué recuerdos tienes de Dina Boluarte? Lo que se te venga a la mente.
Dina era parte del gabinete, pero participaba poco. No intervenía mucho en los debates. Mantenía una relación de sujeción con Pedro Castillo. Repetía que lo iba a acompañar siempre, pero no aportaba ideas distintas. Su discurso era limitado.
¿Tú crees que Dina fue cambiando, o eso ya lo tenía desde el comienzo?
No lo sé con certeza. Pero tengo la impresión de que Dina fue parte de un acuerdo político con lo peor del congreso y los grupos de poder.
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