El retorno del conocimiento
- Carla Sagastegui Heredia
- hace 4 días
- 5 Min. de lectura

No existe una relación de poder sin constitución correlativa
de un campo de saber, ni de saber que no suponga
y no constituya al mismo tiempo unas relaciones de poder.
Michael Foucault, Vigilar y castigar
El año 2004, Scott Lash publicó la Crítica de la información. Una de sus reflexiones más recordadas fue aquella en la que nos explicaba cómo las identidades, prácticas y asociaciones actualmente se organizan a través del medio de la información, de tal forma que hoy mucho del poder circula en los flujos mediáticos y las redes virtuales. Por eso muchos han considerado que la información reemplaza más y más al conocimiento, acrecentando un poder que por mucho tiempo vinculó a la academia con el saber para la gobernanza.
En ese marco se presentó el dilema electoral que trajo Pedro Castillo, pues quedaba la duda de poner en sus manos la gestión de un país, si su formación parecía haber carecido siempre de un nivel formativo de al menos mediana calidad. Por razones políticas fue elegido y no por si se encontraba preparado para tanta labor. Luego de no saber cómo enfrentarse al Congreso, el país quedó en manos de alguien absolutamente indiferente tanto al conocimiento como a la información.
Con atención claro, a las ventajas que pudiera obtener desde su cargo. Hoy, tras haber conseguido que el Congreso finalmente vacara a Dina Boluarte (a pesar de cuánto apoyó la corrupción parlamentaria en las labores de del ejecutivo), nos tapamos con José Jerí, probablemente uno de los congresistas con mayores limitaciones para gobernar. Titulado mediante un programa por el cual fue sancionada la universidad que se lo otorgó, nos referimos a un hombre acusado de enriquecimiento ilícito, soborno y violencia sexual.
De inmediato, su mensaje en las redes lo dijo todo: contaba (arremangado) con el apoyo de la Policía Nacional. Ingenuamente, se pensó en las redes que a los demás parlamentarios les convendría vacarlo y convocar a nuevas elecciones de la junta directiva. Fue iluso. Ocurrió lo contrario.
En nombre de la estabilidad gubernamental, el Congreso ha optado por mantenerlo. Terminados los pactos, ha conseguido un gabinete formado por todos los partidos congresales. Luego consiguió el respaldo de los gobernadores regionales y más rápido aún, el de los alcaldes distritales. Todas autoridades que cuando anuncian proyectos o los demandan demuestran que son muy raros los que no son en su beneficio o que se encuentran bien desarrollados con sustento. Una torpeza que ha dado mucho poder a las mafias que controlan el crimen por todo el país.
No es novedoso afirmar que al haberse reemplazado el conocimiento para gobernar por la manipulación de la información para organizar el saqueo de nuestras arcas públicas, hemos quebrado nuestro sistema de representación política y de gobierno. Si aún creemos en la ciudadanía es entonces nuestro deber diseñar un nuevo sistema que además de eficiente, pueda fortalecer el vínculo entre información y conocimiento para rediseñar de manera sustentada los roles de los poderes del estado en favor de la población y su diversidad.
Esa es la verdadera razón, el principal motivo por el que se busca una nueva constitución, pues el guiñapo legal con el que contamos ahora ya ha sido fagocitado y devuelto por las cabezas de la corrupción nacional.
Opuestos a una nueva constitución y a la posibilidad de un buen y mejor sistema político electoral los líderes parlamentarios y sus seguidores (algunos libertarios, otros lo que sea) repiten hasta el cansancio que convocar a una asamblea constituyente es un oscuro plan de la izquierda caviar latinoamericana liderada por Evo Morales y Nicolás Maduro, para conseguir un maligno plan de saqueo estatal que nos sumirá en la peor pobreza del mundo. Caviar, término definido por quienes lo gritan, designa a un “intelectual que vive del Estado”, por lo tanto comunista y difusor del terror (?).
Enarbolando esa categoría, nuestros actuales gobernantes han justificado que obras y proyectos públicos carecieran de estudios especializados, pues estos obligarían a ceñirse a estándares profesionales y presupuestos reales. El mejor ejemplo de cómo esto solo ha traído más problemas ha sido el protagonizado por la Municipalidad de Lima. Dejando una deuda muy difícil de pagar y un manojo de obras improvisadas en abandono como el tren de Lima a Chosica.
Boliviariana es otro adjetivo que suelen usar para la asamblea constituyente de los caviares, retomando el viejo discurso de Hugo Chávez. En este caso, sí es cierto que desde 1978 se ha anhelado que las asambleas de esta magnitud cuenten con representantes de los sectores sociales identificados. Pero ya sabemos, después del caso de Chile, que tal criterio no asegura una carta magna adecuada. Pensemos en nosotros.
En Perú la informalidad y la ilegalidad nos han medrado. Hoy, los sectores marginados tienen vínculos con la informalidad y la ilegalidad tan directos (pero diferentes) como los más adinerados del país debido al protagonismo que tienen en sus territorios, donde se aprovecha el abandono estatal. Los más adinerados son los que han conseguido tomar el sistema político del país, desde gobiernos locales, regionales hasta el aparato nacional.
Si buscamos que todos los sectores se encuentren representados considero que no aseguramos la elaboración de un nuevo sistema que nos libere de la corrupción. Es un gran reto, pues necesitamos gravemente contar con una constitución que hile lo suficientemente fino como para impedir que el sistema político electoral y de gobierno continúe en manos de criminales y delincuentes.
Una posibilidad que podemos plantear es que antes de convocar a una constituyente, quizá podríamos hacer un llamado a especialistas para que nos hagan una propuesta de constitución y de acuerdo con ella saber qué sectores establecer para decidir por quiénes votar para una real y eficiente asamblea nacional que mejore y apruebe el modelo de constitución que requerimos. Una propuesta que también permitiría al conocimiento retornar para resolver nuestra batalla contra la corrupción política a todo nivel.
Entendiendo la democracia no como un ranking de popularidad, sino como una justa y debida representación, podemos comenzar llamando a la casta profesional y honesta de cada región. Porque ninguna hay que no tenga intelectuales, artistas, empresarios, gestores con la capacidad necesaria. Y organizar su labor también fuera de Lima. Puede programarse para que tenga módulos que se resuelvan en Puno o Ayacucho o en Amazonas. De funcionar, las elecciones para la constituyente, podrían ser entonces, competencia entre especialistas de cada región de acuerdo con los temas que los convocasen.
Reubicar el conocimiento (que de igual forma llegará con sus conflictos y tensiones) en la profunda crisis en la que nos encontramos, quizá puede ser la última herramienta para redistribuir el poder y poner fin a la violencia que nos está dañando como país.
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