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Arafat


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Nadie sabe cuándo o dónde se usó por primera vez el apodo de “terrorista bueno” para referirse al líder palestino Yasser Arafat. Tal vez en una sala de redacción o en una conversación trivial; pero a nadie le quedó duda de que su participación en la Asamblea de las Naciones Unidas -casi boicoteada por Estados Unidos e Israel-, en 1974, fue memorable. 


El nombre original de Yasser Arafat fue Muhammad Abdel Raouf Arafat al-Qudwa al-Husseini, y nació en El Cairo, Egipto, en 1929; aunque solía asegurar en entrevistas que nació en Jerusalén. Y fue durante su vida universitaria que cambió su nombre; eligiendo ‘Yasser’ (o Yasir) que significa “libre”, y conservando ‘Arafat’, el nombre de una colina cercana a la Meca. 


Ese hombre, que los servicios de inteligencia de varios países buscaban desaparecer, quiso presentarse en el recinto de las Naciones Unidas con su inseparable revólver y una rama de olivo. Solo la rama pasó el filtro. Yasser vestía una chaqueta y un pantalón color caqui a manera de uniforme, y llevaba su típica kefia sobre la cabeza con un diseño de cuadrados o rombos blancos con nudos negros. En aquella ocasión le bastó algunas frases para alborotar y conmover a la Asamblea General de la ONU: “He venido con una rama de olivo en la mano y en la otra mi fusil revolucionario. No dejen que el ramo de olivo caiga de mi mano”. Arafat, de 45 años y presidente de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), ya era considerado uno de los principales enemigos de Israel y un consumado guerrillero de campo.


Pero la historia empieza en Egipto. 


El padre de Yasser Arafat fue un palestino de Gaza, musulmán y comerciante de textiles en El Cairo; y su madre, que murió cuando Yasser tenía cuatro años, provenía de Jerusalén. Algunas biografías (como “ARAFAT”, de Sergio Marabini) aseguran que la madre remontaba su ascendencia hasta Fátima, la hija del profeta Mahoma, y era prima carnal del Gran Mufti de Jerusalén, Muhammad Amín al-Husseini, un clérigo musulmán antisemita, admirador de Hitler e incitador de masacres contra judíos, quien habría inculcado “sus ideales” al pequeño Yasser (entonces Abdel Raouf). 


Los datos sobre el linaje de la madre y la relación de Yasser con el Gran Mufti han sido desestimados por fuentes serias. Sin embargo, esto sirvió para que muchos aseguren que el líder palestino bebió de fuentes ultranacionalistas y violentas. En octubre de 2015, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu afirmó que los autores del Holocausto fueron los palestinos y no Hitler, directamente. Netanyahu declaró que “Hitler no quería exterminar a los judíos, [solo] quería expulsarlos”, y que el Gran Mufti Muhammad Amín al-Husseini persuadió al Führer de exterminar y quemar a los judíos. Historiadores serios, por supuesto, rebatieron esta versión. Pero quedó como un argumento para la ultraderecha sionista.


En 1956 Yasser Arafat, ingeniero civil de profesión, se unió a los egipcios en su lucha contra las potencias coloniales de Gran Bretaña y Francia. En 1965 lanzó la denominada “revolución palestina”. En 1967 se hizo conocido en medio de La Guerra de los Seis Días, cuando Israel invadió Gaza y Cisjordania luego de vencer a los países árabes. En 1968 dirigió la batalla de Al-Karama, en Jordania, contra la ocupación israelí. En 1969 fue proclamado presidente de la OLP (reconocida por la ONU). En 1982 sobrevivió al brutal asedio militar de Israel a Beirut, durante tres meses. En 1987 apoyó la primera Intifada (insurrección popular palestina). Y en 1988 anunció desde Argelia la creación simbólica del Estado palestino.


Tuvieron que pasar casi 20 años desde la emblemática presentación de Arafat ante la ONU para que se intentara una salida sostenible al conflicto israel-palestino con los Acuerdos de Oslo, en 1993 (Yasser también participó en los acuerdos de la Conferencia de Paz, en Madrid, en 1991, y posteriormente en la Cumbre de Camp David en 2000, Estados Unidos). Los firmantes del Acuerdo de Oslo de 1993 fueron Shimon Peres por Israel, y Mahmud Abbas por la OLP, ante la presencia de Yasser Arafat y el primer ministro israelí Isaac Rabin, y bajo la mirada garante de Estados Unidos y Rusia.


La ceremonia se llevó a cabo en Washington D.C., y tuvo como anfitrión al presidente Bill Clinton. El tratado consistía en negociar, en un lapso no mayor a 5 años, el establecimiento de un gobierno interino palestino elegido de forma democrática, bajo supervisión internacional, con jurisdicción en Cisjordania y la franja de Gaza, y el retiro de Israel de las zonas ocupadas, cediendo su autoridad a la administración civil palestina. 


Gracias a estos acuerdos, Arafat, junto a Shimon Peres e Isaac Rabin, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1994, y en 1996 fue elegido presidente de la Autoridad Nacional Palestina con el 87% de los votos. Sin embargo, los acuerdos tuvieron detractores y boicoteadores en ambas partes.


Según Yoel Singer, el asesor legar del primer ministro Rabin, el fracaso se debió a que no se detuvo el avance de los colonos en tierras palestinas, a la entrega de la seguridad de la zona a la Autoridad Nacional Palestina y a un exceso de confianza en Arafat: “Fue una oportunidad única, pero del lado israelí asesinaron a [Isaac] Rabin, y en el palestino Arafat no tuvo coraje para luchar contra Hamás que lo destruye todo con atentados”. La ultraderecha israelí y Hamás actuaron en paralelo para boicotear las negociaciones. 


Fue en 1987, con la primera Intifada, que surgió el grupo Hamás (nacionalista, islamista y yihadista), como supuesta reacción a la “tibieza socialista” de la OLP. Y con los atentados suicidas contra objetivos israelíes, en 1997 Hamás fue considerado un grupo terrorista por Estados Unidos y en 2003 por la Unión Europea. Ahora sabemos que Hamás recibió en algún momento financiamiento de los servicios de inteligencia israelíes. La retorcida convivencia se explica fácilmente: Hamás se radicaliza y gana adeptos en Gaza y en los países árabes que lo financian, e Israel tiene la excusa perfecta para mantener a Palestina en un apartheid, identificándola como agresora.


Ante el fracaso de las conversaciones con Israel, en el año 2000 se dio la segunda Intifada palestina, que desacreditó el papel de Arafat como negociador. Hubo prácticamente una guerra civil entre Hamás y Al-Fatah (el partido de Arafat fundado en Kuwait). Hamás se quedó con Gaza y Al-Fatah con Cisjordania. En 2001, el primer ministro israelí Ariel Sharon confinó a Yasser Arafat, viejo y cansado, en unas oficinas en Ramallah, bajo arresto domiciliario y con la amenaza de deportarlo o eliminarlo si abandonaba las instalaciones.


En 2004, ya moribundo por una serie de enfermedades (y un posible envenenamiento con Polonio 210), Arafat fue trasladado en avión al Hospital Militar Percy, en Francia, donde murió la madrugada del 11 de noviembre. Yasser Arafat sigue siendo el máximo líder en la memoria de los palestinos, quienes lo recuerdan como “el eterno héroe de la causa palestina”. 


A finales de noviembre de 2023, y luego del letal ataque del grupo Hamás el 7 de octubre en territorio israelí de frontera que costó la vida de más de mil personas de diferentes nacionalidades y soldados sorprendidos, la respuesta de Israel ha sido brutalmente desmedida y parece tener como fin acabar con la mayor parte de la población civil de Gaza a través de cotidianos crímenes de guerra. La cifra de palestinos muertos en este ensayo de genocidio arribará en los próximos días a los 20 mil, entre ellos 7 mil niños.  


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