Democracia occidental en crisis
- Ybrahim Luna
- hace 23 horas
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De las dictaduras neoliberales, como la fujimorista, nunca se sale ileso, ni económica ni socialmente. Si no existe una alternancia democrática que cure y renueve las esperanzas de los más jóvenes, se corre el riesgo de aceptar la carencia moral como un estilo de vida y la única forma de hacer política.
Si una generación no tiene como referente un gobierno decente y productivo, entonces toda prédica sobre civismo y bien común caerá en saco roto. Eso es lo que celebran los partidos políticos que alguna vez fueron gobierno y dictadura: que la ignorancia y el pragmatismo convivan con lo apolítico, porque solo así podrán retornar al poder.
Y es que nunca tuvimos una primavera democrática. Todos los sucesores de Alberto Fujimori (en especial Toledo y García) se encargaron de reforzar el edificio del modelo neoliberal que desapareció la clase media e hizo ricos a tantos empresarios con el boom de las privatizaciones. Algunos “dueños del Perú” de hoy son los que consolidaron sus fortunas en los noventa celebrando al ‘Chino’ y reuniéndose con Montesinos.
De modo evidente seguimos padeciendo el no haber proscrito moralmente al fujimorismo. Casi tres décadas después el fujimorismo sigue manejando los hilos del poder desde el Congreso, dañando todo lo que insinúe inteligencia y honestidad, y limpiando la cancha para que su candidata de apellido dinástico se haga por fin con la presidencia luego de tres intentos.
Por otro lado, el concepto de democracia en nuestra experiencia nacional se ha trastocado tanto que no hay mucho que ofrecer. Nos hemos estancado en la idea básica de votar cada cinco años por el mal menor que ya no alcanza para convencer a los excluidos de creer en “la fiesta democrática”. La mayoría (como lo demuestran las encuestas) aceptaría un gobierno autoritario o relativamente corrupto con tal de que demuestre eficacia en la lucha contra la delincuencia.
La gente no asocia a la democracia con, por ejemplo, el derecho a una salud y educación públicas de calidad, a un trabajo justamente remunerado, a vivir en un medio ambiente sin contaminación o a tener acceso a la información sin sesgos mediáticos. La democracia como exigencia de una vida mínimamente confortable es algo de lo que no nos hablaron en la escuela. Solo nos dijeron que pongamos la cédula en el ánfora porque de eso se trata el asunto. Pero no nos dijeron qué hacer cuando ningún candidato nos representa (porque solo representan a mafias) y qué hacer durante los años no electorales en que nuestros derechos son vulnerados.
La democracia occidental está en una severa crisis ante la asunción de diversos populismos que prometen atender los pedidos de los votantes más urgidos. La democracia se comienza a percibir como un obstáculo, tanto para el mercado y sus monopolios, como para la mano dura y el conservadurismo.
No solo eso. Ahora la gente ha volteado a mirar a China y Rusia y asumir que su crecimiento económico o resistencia militar se debe a la labor de un solo hombre o un solo partido sin competencia a través de las décadas. La gente también opina que la palabra democracia (o democratizar) es solo una excusa de, por ejemplo, Estados Unidos para imponer o eliminar mandatarios en el mundo de acuerdo a sus necesidades económicas y militares (incluido el ser socio de un genocidio).
También se asume que el bipartidismo de EE.UU. es la alternancia de dos caras de una misma moneda que en el fondo solo responden a los multimillonarios lobistas (ahora más que nunca con Trump). Si la población mundial percibe que estas tres potencias dominan el mundo sin someterse a las reglas básicas de la democracia tradicional, ¿cómo esperar que se añore este modelo en una Latinoamérica sometida como patio trasero?
Regresando al ámbito local, ¿qué tipo de democracia nos pueden ofrecer para el periodo 2026-2031? Hasta ahora sabemos que no hay partidos nuevos y populares que tengan la fuerza para desplazar a la coalición mafiosa del futuro Congreso. Sabemos que si elegimos a alguien que no se apellide Fujimori será saboteado y vacado antes de su segundo año de gobierno. Sabemos que será muy difícil derogar las leyes procrimen y revertir la toma del Ministerio Público. Como reza el viejo chiste: la democracia a veces consiste en elegir la cuerda con la que te van a colgar.













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