El Perú desde la perspectiva teórica de Reinhart Koselleck
- Ricardo Falla Carrillo
- hace 2 días
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En el contexto de la persistente inestabilidad política y social del Perú contemporáneo, que se manifiesta en ciclos recurrentes de crisis de gobernabilidad, procesos de vacancia y una profunda desconfianza ciudadana en las instituciones, la teoría histórica de Reinhart Koselleck emerge como una herramienta diagnóstica de primer orden. Su enfoque permite trascender la simple explicación coyuntural o la denuncia moral de la corrupción, para ofrecer una clave de interpretación estructural: los problemas del Perú no son solo de personas o leyes, sino, también, de tiempo y lenguaje. Veamos.
La crisis del tiempo y la historia de conceptos
El Perú, con su rica y a menudo turbulenta historia, se presenta como un laboratorio sociopolítico ideal para aplicar las categorías conceptuales desarrolladas por el historiador alemán Reinhart Koselleck (1923-2006). Su obra, pilar de la nueva historiografía europea, propone una profunda reflexión sobre la temporalidad y el lenguaje, ofreciendo al lector una herramienta crítica para ir más allá de la crónica de eventos.
En el núcleo de su pensamiento se encuentra la Historia de Conceptos (Begriffsgeschichte), una metodología que sostiene que los términos fundamentales del lenguaje político y social —como República, Crisis o Estado— no son recipientes vacíos, sino indicadores y factores del proceso histórico mismo. Koselleck afirma que “los conceptos, al tiempo que remiten a situaciones y procesos históricos, constituyen ellos mismos factores de su cambio” (Koselleck, 2012, p. 2). Es decir, el lenguaje no solo describe la realidad política peruana, sino que la moldea, la legitima y, crucialmente, la pone en crisis.
El objetivo de este ensayo es sintetizar los principales pilares teóricos de Koselleck y proveer un marco analítico que permita al lector peruano descubrir la profunda relevancia de estas ideas, particularmente las desarrolladas en obras como Futuro Pasado y El Concepto de Estado y otros ensayos, para interpretar las contradicciones históricas y la inestabilidad política actual del país.
El dualismo fundamental: experiencia y expectativa
La piedra angular de la teoría de la historia de Koselleck es el dualismo entre el Espacio de Experiencia y el Horizonte de Expectativa. El Espacio de Experiencia es el pasado "hecho presente," la sedimentación de acontecimientos asimilados y recuerdos colectivos que actúan como base fáctica de la vida social. Es el conjunto de estructuras, hábitos y aprendizajes heredados. Por su parte, el Horizonte de Expectativa es el futuro "hecho presente," la proyección de esperanzas, miedos, utopías y planes que se extienden hacia lo desconocido, actuando como un impulso motor de la acción. Este horizonte es, por definición, "un futuro no experimentado" (Koselleck, 1993, p. 333), que siempre se proyecta a partir de un presente determinado.
Según Koselleck, la historia premoderna se caracterizaba por una relativa armonía, o un solapamiento constante, entre estos dos polos. En las sociedades tradicionales, la experiencia del pasado era suficiente para determinar el futuro: lo que fue se esperaba que volviera a ser, lo que se resumía en el ideal clásico de la Historia Magistra Vitae (la historia como maestra de la vida). Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVIII, durante lo que él llama la época umbral (el período de la Ilustración y la Revolución), este equilibrio se rompe.
La experiencia acumulada deja de ser suficiente para determinar las expectativas debido a una intensa aceleración histórica. Se abre un profundo abismo entre un pasado que ya no ofrece modelos y un futuro concebido como intrínsecamente nuevo, radicalmente diferente y acelerado. Es en este hiato donde emergen conceptos como Progreso, Desarrollo y Revolución, que están cargados de potencial teleológico y se convierten en conceptos de movimiento que proyectan una meta no alcanzada.
I. El conflicto de temporalidades en la historia peruana
La asincronía de la época umbral peruana
La Independencia del Perú puede interpretarse como el inicio violento de su propia época umbral semántica, una transición que, a diferencia de Europa, no estuvo impulsada principalmente por la racionalización administrativa o la industrialización, sino por la irrupción de ideas políticas extranjeras sobre un sustrato social profundamente arraigado en el orden colonial. El Horizonte de Expectativa independentista importó conceptos "singular-colectivos" (términos que aglutinan múltiples experiencias y ambiciones) como República, Ciudadano y Soberanía Popular. Estos conceptos exigían una transformación radical del Espacio de Experiencia heredado, que estaba dominado por estructuras de dominio personal, jerarquías estamentales (no solo raciales, sino de fueros o privilegios) y una tradición de legalidad casuística y débil.
La inmediata inestabilidad del siglo XIX —el caos caudillista, la pugna por el poder y la dificultad para construir instituciones estables— se entiende mejor no como una simple falta de liderazgo, sino como la manifestación violenta del abismo entre el concepto y la realidad. El concepto de República, concebido como el gobierno de la ley y la igualdad de los ciudadanos, chocó con la experiencia fáctica de una sociedad profundamente desigual, fragmentada y acostumbrada a la lógica del patrón y el cliente. El concepto de Nación y Pueblo (como sujetos soberanos) se superpuso a la experiencia de un mosaico étnico y cultural sin integración política real. Esta “asincronía de lo simultáneo” es la clave: en el mismo presente, coexistían (y aún coexisten) la expectativa de un Estado moderno con la experiencia de una sociedad premoderna.
El Estado y la ficción de la soberanía
El concepto de Estado (Staat) en el Perú es otro ejemplo central de esta asincronía. Koselleck destaca que, en la época umbral europea, el Estado pasó de ser una descripción sociológica (status o estamento) a un “concepto guía central” de carácter político-jurídico, concibiéndose como una entidad abstracta con voluntad propia, capaz de garantizar la paz y el derecho. Para el Perú, este Estado fue, en gran medida, un concepto de expectativa importado. La expectativa de construir un Estado de Derecho fuerte, centralizado y racionalizado, se enfrentó al Espacio de Experiencia de una administración pública débil, burocráticamente ineficiente y, lo que es más importante, patrimonializada.
El poder real era ejercido más como dominio personal por caudillos, caciques y, más tarde, élites oligárquicas, que como un "poder del Estado" institucionalizado. Los aparatos del Estado (burocracia, justicia, ejército) estaban, y a menudo siguen estando, a disposición de intereses particulares, negando así la ficción moderna de su neutralidad y soberanía abstracta. Como señala Koselleck, “solo la distancia entre el concepto y el objeto designado por él es capaz de fundar un campo de tensión histórico-conceptual entre el enunciado y su cumplimiento” (Koselleck, 2010, p. 110). En el caso peruano, esa distancia, lejos de estrecharse, se ha mantenido obstinadamente abierta, demostrando que la República ha sido históricamente una ficción por hacer (res fictae), una meta postergada, antes que una cosa hecha (res factae).
III. La crisis permanente y la asimetría conceptual en la política actual
La temporalización de la crisis
La inestabilidad que parece definir el escenario político peruano contemporáneo —la sucesión de presidentes y congresos en colisión, los procesos de vacancia, la corrupción endémica— puede interpretarse bajo la lupa de Koselleck como una Crisis Iterativa o Crisis Permanente. La Crisis (Krisis) para el historiador alemán es un concepto que en la Modernidad se seculariza y temporaliza, dejando de ser un juicio final de origen divino para convertirse en un juicio inmanente al proceso histórico mismo, que exige una decisión inmediata y definitiva (Koselleck, 2012, p. 135).
En el Perú, la Crisis se ha convertido en una condición estructural. El Horizonte de Expectativa del Desarrollo, la estabilidad institucional y la erradicación de la corrupción avanza más rápido que la capacidad de las estructuras sociales y políticas reales para absorber estas demandas. La brecha entre lo que se espera del Estado (un servicio eficiente y justo) y lo que se experimenta (la ineficiencia y la captura por intereses) se agranda, precipitando al sistema a ciclos continuos de “resoluciones irrevocables” (elecciones anticipadas, cierres de congreso, vacancias) que, al no resolver el conflicto de fondo entre experiencia y expectativa, solo logran una tregua temporal. La sensación de vivir al borde del colapso es la manifestación subjetiva de esta asincronía de fondo.
La ideologización y la lucha semántica
Finalmente, la obra de Koselleck ilumina la lucha semántica que domina el debate político peruano. En un contexto de Crisis permanente, los conceptos políticos se vuelven armas ideológicas. Términos como Democracia, Corrupción, Neoliberalismo o Constituyente no se usan para describir un consenso o una realidad compartida, sino para deslegitimar al adversario. Esta es la esencia de la ideologización: la utilización de un concepto cargado de valor (Democracia, Justicia) de forma asimétrica, es decir, aplicándolo de forma universalmente positiva a la propia posición mientras se utiliza para excluir o negar la legitimidad de la posición contraria.
En esta pugna conceptual, se acusa al otro de estar atrasado en el tiempo; la derecha tacha a la izquierda de "arcaica" o "socialista del siglo XX," mientras que la izquierda tacha a la derecha de "oligárquica" o "colonial." Ambos bandos utilizan el desfase temporal como instrumento de crítica. La crítica ideológica es, en esencia, "la secularización de la expectativa utópica de un futuro mejor" (Koselleck, 1993, p. 331), donde la utopía (el Horizonte de Expectativa idealizado) se enfrenta a la realidad (el Espacio de Experiencia defectuoso). Al no poder alcanzar el ideal, los actores políticos peruanos recurren a la destrucción conceptual del adversario como sucedáneo de la acción política real.
Conclusión
La perspectiva teórica de Reinhart Koselleck, centrada en la Historia de Conceptos y la tensión dinámica entre el Espacio de Experiencia y el Horizonte de Expectativa, ofrece un marco analítico extraordinariamente lúcido para el Perú. Nos invita a comprender que la inestabilidad nacional es más que una crisis institucional; es la manifestación constante y violenta de un profundo conflicto temporal, donde las estructuras coloniales persisten como experiencia bajo la retórica de la expectativa moderna. Para el lector peruano, adoptar esta perspectiva implica dejar de ver la historia como una simple sucesión de errores, y comenzar a entenderla como una colisión de tiempos en la que los conceptos mismos, al ser incapaces de cerrar el abismo entre lo real y lo ideal, se convierten en factores de una Crisis Permanente. Reconocer esta asincronía es el primer paso para trazar un camino político más realista y menos ideologizado.
Referencias
Koselleck, R. (1993). Futuro pasado: Para una semántica de los tiempos históricos. Paidós.
Koselleck, R. (2010). Historia/Historia. (A. G. Ramos, Trad.). Trotta.
Koselleck, R. (2012). Historias de conceptos: Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social. (J. M. G. de la Cruz, Trad.). Trotta.
Koselleck, R. (2020). El concepto de Estado y otros ensayos. (L. S. Carugati & P. Tenner, Trad.). Fondo de Cultura Económica.








