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A propósito del libro de Polay


Crédito de foto: La República
Crédito de foto: La República

El Perú del siglo XX atravesó tres ciclos de violencia política. El primero se extendió de 1930 a 1948 y fue protagonizado por el APRA. En ese lapso, militantes apristas asesinaron a un presidente de la República, al director de El Comercio y a su esposa, a un jefe de la guarnición militar de Trujillo, además de decenas de personas menos conocidas. Asimismo, el PAP se levantó en armas al menos en dos grandes ocasiones, acontecimientos que se saldaron por miles de víctimas.


Por su parte, la conducta del Estado fue brutal. Los gobiernos de Sánchez Cerro, Benavides y el primer mandato de Prado asesinaron, torturaron y abusaron del poder en forma indiscriminada, deportando y enviando a prisión a miles de opositores de todas las tiendas sin juicio alguno. Entre los treinta y los cincuenta, el Perú padeció una enorme violencia y el Estado adoptó la forma de una dictadura muy represiva sin el mínimo de democracia.


El segundo ciclo corresponde a los levantamientos guerrilleros de los años 1960. En este caso, los protagonistas fueron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR y el Ejército de Liberación Nacional, ELN. En alguna situación, los guerrilleros asesinaron a civiles desarmados, pero el nivel de violencia protagonizado por los subversivos fue mucho menor al ciclo anterior. Pero, la respuesta del Estado fue implacable. Algunos guerrilleros fueron fusilados después de haber sido rendidos, los que fueron capturados fueron torturados y nadie fue juzgado por delitos de derechos humanos. Este ciclo fue bastante corto, porque se limitó a dos experiencias ninguna de las cuales pasó de siete meses.


A continuación, tuvimos el tercer ciclo protagonizado por el Partido Comunista-Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, MRTA, durante los años 1980 y parte de los 1990. En este periodo, Sendero utilizó la violencia contra civiles desarmados, asimismo contra pequeñas autoridades del Estado y ocasionalmente contra altos oficiales de las Fuerzas Armadas. Por su parte, el MRTA pretendió ser una guerrilla de métodos limpios, pero culminó en asesinatos, secuestros y ajustes de cuentas a su interior. En este ciclo también, la violencia del Estado fue desmedida. Sus agentes emplearon extensamente la tortura, la desaparición física de detenidos y la violación de numerosas mujeres envueltas en la guerra interna.


Como vemos, en los tres ciclos tanto los insurrectos como el Estado abusaron de la violencia y de los DDHH en forma reiterada. El ciclo aprista fue el más espectacular, también el más prolongado y al concluir surgió la democracia política. El ciclo guerrillero fue el menos letal y de su balance derivaron las reformas del gobierno militar. Mientras que el ciclo de Sendero y del MRTA fue el más sangriento; su legado fue el fujimorismo y ha sido un factor del giro de la sociedad peruana a la derecha en el siglo XXI.


En todos los casos, los protagonistas han escrito sus versiones. Los textos apristas son innumerables, incluyendo escritos de quienes organizaron los levantamientos y de quienes fueron defensistas del partido. Esta literatura los trata como héroes y mártires de las luchas populares. Por su parte, algunos guerrilleros de los 1960 publicaron sus relatos con bastante éxito, ganando premios internacionales, desde esa misma época y hasta el día de hoy, cuando acaba de presentarse en esta misma FIL un libro de balance del MIR, sin que nadie haya levantado una ceja. Asimismo, los militares y sus familiares han escrito libros muy publicitados que siguen resonando en los grandes medios de prensa.


Sucede que, a pesar de los tremendos enfrentamientos políticos que han marcado nuestra historia, la sociedad peruana tuvo el mínimo de sensatez para escuchar a los protagonistas y hacer un balance crítico de estas experiencias. Entonces ¿por qué tanto problema con las memorias de Polay? ¿qué motiva este alboroto?


El punto es que Polay está a punto de terminar su condena y en principio pronto debería salir libre. Como establece el estado de derecho, todo preso recupera su libertad al cumplir su sentencia. Pero, el Estado no quiere aceptarlo; por ello, le abre nuevos procesos para impedirlo, uno de los cuales es la acusación de apología al terrorismo. Ahí está el detalle detrás del lío en la FIL.


Finalmente, me alegra que se esté desarrollado un intercambio sobre este asunto y que cada uno se posicione con libertad, pero desearía que no se ignore el trasfondo de la situación. Leer e indagar antes de hablar y ser equilibrado con los conceptos.

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