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Por qué las propuestas de Mamdani son posibles (aunque la derecha diga que no)


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Zohran Mamdani, ganador de las elecciones a la alcaldía de Nueva York, obtuvo una victoria que muchos interpretan como un viraje hacia políticas públicas más orientadas a la justicia social y la intervención estatal en bienes públicos. Sus propuestas —congelamiento de rentas, buses gratuitos, guarderías universales, aumento salarial y gran impulso a vivienda asequible— han generado tanto esperanzas como críticas. Hoy es el blanco de una campaña coordinada por la derecha y sectores del progresismo moderado, quienes buscan desacreditar sus ideas como extremas. Su agenda, sin embargo, no es un salto al vacío: está respaldada por precedentes, proyecciones fiscales y herramientas legales ya ensayadas en otras ciudades. El miedo a Mamdani no es a su imposibilidad, sino a su capacidad real de transformar la ciudad.


Congelamiento de rentas


Mamdani propone frenar los aumentos en unidades con renta regulada, blindar la ciudad frente a desalojos masivos y acelerar la construcción de vivienda pública y asequible. No es un enunciado declarativo: la ciudad ya tiene herramientas para aplicarlo, como incentivos fiscales a propietarios que mantengan rentas estables, subsidios directos y fondos públicos para recuperar unidades deterioradas. Allí donde regulación y subsidios se aplicaron juntos, se logró contener desplazamientos en el corto y mediano plazo.


El plan también descansa en financiamiento mixto: deuda municipal, fondos estatales y alianzas público-privadas, el mismo esquema usado en otras metrópolis para ampliar el parque de vivienda asequible. Su equipo ha sumado especialistas en presupuesto y política habitacional capaces de llevar la propuesta del eslogan a la calculadora. No es una promesa al aire: es una ruta posible con instrumentos que ya existen.


Buses gratis (transporte público sin tarifa)


Mamdani propone eliminar el cobro en buses municipales para aliviar el costo de vida y mejorar la movilidad de trabajadores de bajos ingresos. No es teoría: varias ciudades han aplicado gratuidad parcial en rutas u horarios con aumentos de demanda que se compensaron reasignando presupuesto de movilidad o con fondos estatales y federales.


Además, quitar la tarifa reduce tiempos de abordaje, mejora la eficiencia del sistema y dinamiza la economía local al facilitar el traslado diario de miles de trabajadores. El financiamiento puede cubrirse sustituyendo el ingreso por pasajes con transferencias públicas y subsidios de transporte ya disponibles. No es un salto al vacío: es una redistribución de recursos sobre un modelo ya probado.

Guarderías universales y cuidado infantil


Mamdani propone guarderías universales, asequibles o gratuitas, con foco en calidad y cobertura para familias trabajadoras. No es un invento: múltiples ciudades y estados han llegado a la universalidad ampliando por etapas, empezando por los hogares más vulnerables y escalando según capacidades presupuestales.


Además, el retorno fiscal es real: cuando más madres y padres trabajan, aumentan los ingresos tributarios y baja la dependencia de subsidios familiares, compensando parte del costo del programa. Con expansión gradual y alianzas con proveedores ya existentes, no es una promesa abstracta: es un modelo económicamente circular y técnicamente aplicable.


Salario mínimo objetivo: $30 para 2030


Mamdani propone elevar el salario mínimo a 30 dólares la hora para 2030, de forma escalonada. No es un salto brusco: el aumento por tramos da tiempo a las empresas para ajustar costos y productividad, y puede blindarse con créditos fiscales temporales para pequeñas y medianas empresas, un mecanismo ya usado en otras ciudades que subieron el mínimo sin provocar colapsos masivos de empleo.


La viabilidad depende de dos piezas complementarias: fiscalización laboral para evitar evasión y programas de alivio tributario focalizados para PYMES. No es una quimera: es un aumento condicionado, con amortiguadores y plazos que lo hacen estructuralmente absorbible.

Construcción de 200,000 unidades asequibles y autoridad de “vivienda social”


Mamdani propone un plan agresivo de vivienda pública y social, financiado con inversión directa y deuda municipal específica. Es viable porque la ciudad ya maneja proyectos de esta escala y puede estructurar bonos, redirigir incentivos fiscales y coordinar con el estado para apalancar financiamiento. Su equipo de transición incluye especialistas en presupuesto y vivienda, clave para convertir el anuncio en disciplina financiera.


El impacto no será inmediato —construir toma tiempo—, pero sí acelerable: la estrategia combina nuevas obras con rehabilitación de unidades existentes y uso de terrenos públicos, lo que permite mostrar resultados tempranos mientras se escala la construcción mayor. Es ambicioso, sí; improvisado, no.


Tributación a corporaciones y millonarios para financiar programas


Mamdani plantea subir la carga fiscal a grandes empresas y a los hogares de mayores ingresos para financiar gasto social. Tiene margen para hacerlo: la ciudad puede ajustar impuestos locales —comerciales, bienes de alto valor o recargos sectoriales— y aplicar contribuciones temporales a grandes fortunas o corporaciones.


No es una idea sin anclaje, pero sí condicionada: parte de la reforma requiere aval estatal o negociación política en Albany, e incluso podría enfrentar disputas legales. Es factible si combina dos frentes: usar al máximo las facultades locales disponibles y, a la vez, empujar cambios normativos en el estado. No es imposible; es políticamente exigente, no técnicamente impracticable.


Seguridad pública: reforma y enfoque comunitario


Mamdani propone menos énfasis en la “mano dura” indiscriminada y más en prevención: trabajo comunitario, programas sociales focalizados, coordinación con barrios y un control específico sobre circulación de armas. No es utopía, es evidencia: las caídas más sostenidas del delito en ciudades comparables vinieron de estrategias mixtas —datos precisos, intervención social en zonas críticas y cooperación con comunidades—, no solo de saturar las calles de policía.


Implementarlo es viable vía reasignación presupuestaria, convenios con ONG y articulación con agencias estatales ya existentes. No requiere una nueva burocracia, sino redirigir prioridades y coordinar mejor lo que ya está en marcha. Burdo, no; práctico, sí.


¿Por qué las críticas de la derecha no anulan la factibilidad?


Las propuestas de Mamdani no parten de cero: combinan regulación, gasto público y alianzas que ya han funcionado en otras ciudades y en programas estatales. El debate real no es la existencia de las herramientas, sino la escala y la prioridad política para aplicarlas.


Su transición refuerza esa idea. Ya está armando un equipo con experiencia en presupuesto, vivienda y política urbana, un movimiento que reduce el margen para el voluntarismo y acerca las promesas a la ejecución. Su victoria, además, se apoyó en una coalición amplia —sindicatos, barrios populares y sectores profesionales— que puede facilitar negociaciones con el Concejo Municipal y el gobierno estatal. Las objeciones de la derecha y las amenazas legales que marcaron la campaña fijan un escenario de confrontación, pero no anulan las competencias que la ciudad sí controla.


Eso no borra los límites. Parte de su agenda exige aval estatal o incluso litigios, porque City Hall no puede hacerlo todo solo. Financiar expansión social vía impuestos o deuda implica calibrar costos políticos y sostener solvencia fiscal. Y las transformaciones de fondo —vivienda, salarios, cuidados— no se miden en meses, sino en años.


El reto de Mamdani no es la imposibilidad, sino la administración del tiempo, el financiamiento y la disputa política. Su programa no es un salto al vacío: es un plan que será juzgado menos por su audacia que por su capacidad de ejecución.


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