Pensar al Perú desde la teoría de Friedrich Von Hayek
- Ricardo Falla Carrillo
- hace 4 días
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Este ejercicio analítico e interpretativo, que busca desentrañar las complejas dinámicas históricas y sociales del Perú a través de la teoría de Friedrich A. Hayek, no ha sido un camino exento de fricción. De hecho, es el más difícil que nuestros ensayos sobre Skinner, Koselleck y Hartog. La elección de este autor austríaco, figura central del liberalismo y crítico acérrimo del socialismo y el constructivismo, conlleva un esfuerzo deliberado por trascender las barreras ideológicas. Sus posturas, a menudo identificadas con el neoliberalismo y las políticas de ajuste estructural de finales del siglo XX, generan profundos reparos y anticuerpos instantáneos en amplios sectores progresistas e intelectuales del Perú.
La tradición crítica latinoamericana, que prioriza la justicia social, la reparación histórica y el papel activo del Estado, tiende a ver en Hayek una justificación teórica para el despojo y la desigualdad. Por ello, abordar la realidad peruana desde sus conceptos —la Fatal Arrogancia, el Nomos contra el Taxis, el orden espontáneo— exige una doble disciplina: la rigurosidad analítica para aplicar sus marcos conceptuales y la humildad interpretativa para reconocer que su óptica es, en el contexto peruano, intrínsecamente polémica y desafiante. Este texto se propone iniciar ese diálogo crítico a pesar de, y precisamente a causa de, dichas controversias.
El paradigma hayekiano y el riesgo peruano
La vasta y a menudo polarizante obra de Friedrich A. Hayek (1899-1992) cimentó una filosofía política, económica y social anclada en la defensa del liberalismo de la Escuela Austriaca, la teoría de los órdenes espontáneos (kosmos), y la incesante crítica a la planificación centralizada y el socialismo. Hayek argumentaba que los fenómenos sociales más complejos y beneficiosos, como el mercado, el derecho consuetudinario o el lenguaje, son el resultado de la acción humana, pero no de un diseño humano consciente, tesis fundamental de su individualismo metodológico.
Esta perspectiva lo llevó a advertir que la creencia en la capacidad de la razón humana para diseñar la sociedad de manera deliberada constituye la "fatal arrogancia" del constructivismo. Sus obras como Camino de servidumbre (1944) y La fatal arrogancia: Los errores del socialismo (1988), denuncian cómo todo intento de someter la vida social a un plan unitario y coercitivo—por bienintencionado que sea—conduce inevitablemente a la destrucción de la libertad individual, la parálisis económica y, en última instancia, al totalitarismo.
Pensar el Perú, un país históricamente marcado por dosis de populismo estatal, las divisiones sociales profundas y un arraigado antiliberalismo intelectual, desde el prisma de Hayek no está exento de riesgo; de hecho, puede generar significativos anticuerpos intelectuales, pues la tradición crítica peruana suele asociar el liberalismo con el despojo o el caos, mientras que Hayek lo concibe como el único marco capaz de generar riqueza y cooperación pacífica, reconociendo la limitada capacidad de la razón individual frente a la complejidad social.
La “fatal arrogancia” en la fundación republicana
El análisis de la formación republicana del Perú revela una temprana y trágica manifestación de la "fatal arrogancia" que Hayek tanto criticó. El proyecto decimonónico, estudiado por autores como Carmen Mc Evoy, se erigió sobre la base de una "Utopía Republicana" que intentó trasplantar la tradición liberal-occidental de manera constructivista, ignorando la realidad intrincadamente fragmentada de la sociedad peruana. Al igual que los planificadores socialistas, la élite fundadora, con su racionalismo cartesiano, se sintió capaz de crear la nación mediante la legislación, el diseño constitucional y la imposición de un nomos abstracto sobre un kosmos vasto y resistente: “La tesis central de La utopía republicana es que la élite peruana del siglo XIX, al enfrentarse a una sociedad profundamente corporativa y jerárquica, optó por una retórica liberal-republicana que, en la práctica, sirvió más como un disfraz ideológico que como un motor de cambio genuino” (Mc Evoy, 2017).
Esta élite, centralizada en Lima y desconectada del conocimiento disperso de las provincias y las comunidades andinas (Klarén, 2012), actuó con una convicción que Hayek identificaría como la soberbia de querer moldear una realidad que no comprendía a fondo. El resultado no fue el orden espontáneo de la libertad, sino un orden coercitivo y centralizado que perpetuaba las jerarquías coloniales, un "orden de la administración" (taxis) que sofocaba el verdadero desarrollo social y económico al no establecer un verdadero Estado de Derecho universal e impersonal, sino una serie de reglas discrecionales para el beneficio de los grupos de poder.
El problema del conocimiento disperso y la centralización estatal
Esta incapacidad histórica para establecer un verdadero Estado de Derecho y, en su lugar, privilegiar el control centralizado se relaciona directamente con el problema del conocimiento disperso, el núcleo de la crítica económica hayekiana. En El uso del conocimiento en la sociedad (1945), Hayek subraya que el conocimiento relevante para la acción económica—aquel de las circunstancias particulares de tiempo y lugar—existe solo como información fragmentada e inarticulada en la mente de millones de individuos. El Estado peruano, centralizado y burocrático, inherentemente falló al intentar dirigir la economía y la sociedad desde Lima porque ninguna mente o agencia central puede jamás reunir y procesar eficientemente toda esta información vital:
“Si todo el conocimiento fuese el de un solo intelecto, como se supone frecuentemente cuando se trata el problema de manera puramente teórica, la solución sería trivial. El problema, sin embargo, no es ese; es más bien cómo el conocimiento disperso entre la multitud de personas puede ser utilizado” (Hayek, 1945, p. 520).
En el Perú, el fracaso se evidenció en la recurrente ineficacia de los planes de desarrollo regional, la volatilidad de las políticas económicas, y la desconexión crónica entre la ley formal y la práctica social. El sistema de precios, el mecanismo hayekiano por excelencia para comunicar de forma impersonal y sintética esa información dispersa (escasez, preferencias, costos), fue constantemente distorsionado, intervenido o suprimido por gobiernos que creían poseer un conocimiento superior al del mercado—una manifestación prístina de la "fatal arrogancia" que, lejos de servir al interés público, condenó a vastos sectores a la pobreza y a una dependencia clientelar del poder central (Klarén, 2012).
La utopía arcaica: el conflicto entre el instinto tribal y el orden extenso
La crítica hayekiana se vuelve particularmente aguda al abordar las utopías ideológicas peruanas, en particular la "utopía arcaica" estudiada por otro liberal, Mario Vargas Llosa, a través de la obra de José María Arguedas. Para Vargas Llosa, Arguedas, al idealizar la cultura andina y soñar con una síntesis cultural capaz de preservar la comunidad indígena frente a la modernidad occidental, encarnó una profunda aversión al orden "abstracto" y "extenso" de la civilización comercial y el mercado, al que Hayek ve como el motor de la prosperidad. La utopía arcaica, basada en la moralidad del grupo y la solidaridad instintiva, choca frontalmente con la moralidad ampliada del orden espontáneo:
“Las reglas de la propiedad, el contrato, la responsabilidad individual, la honestidad y la economía son las que han hecho posible la extensión de la vida más allá de los lazos del pequeño grupo... La fatal arrogancia estriba precisamente en que nuestra razón, producto de estas reglas, se revuelva contra ellas y proponga sustituirlas por los instintos tribales, instintos que, si bien son fundamentales para la cohesión del pequeño grupo, resultan letales para la supervivencia del orden extenso” (Hayek, 1988, p. 11).
Vargas Llosa describe cómo Arguedas, por su "confusión ideológica," sucumbió a la presión de hacer una "literatura social, indigenista y revolucionaria" (Vargas Llosa, 1996, p. 5) que glorificaba el instinto comunal sobre la razón abstracta del mercado. Para Hayek, esta idealización del colectivismo arcaico, aunque inspirada por un profundo amor cultural, representa un retroceso peligroso, un intento de someter el orden civilizatorio (el kosmos del mercado) a las reglas de la horda tribal, garantizando la pobreza y el estancamiento, al tiempo que le da munición ideológica al Estado para justificar su intromisión colectivista.
El siglo XX peruano y el camino de servidumbre
El siglo XX peruano es un manual de ejemplos de cómo la planificación central y el populismo configuraron un "Camino de servidumbre" que minó las bases de la libertad. Los gobiernos militares (como el de Velasco Alvarado), los regímenes populistas y los experimentos socialistas tardíos (como el primer gobierno de Alan García) intentaron reemplazar el mecanismo de precios con el mandato estatal, demostrando la advertencia de Hayek:
“Es una verdad no reconocida en la historia, pero que constituye una de las principales lecciones de la Gran Guerra, que la organización social basada en el control centralizado de los recursos económicos... tiende inevitablemente a producir una forma de totalitarismo” (Hayek, 1944, p. 101).
En el Perú, la expropiación masiva de tierras con la Reforma Agraria de 1969, la estatización de industrias, el control de precios y la hiperregulación generaron escasez crónica, inflación galopante y la huida de capital, demostrando que la coerción económica es inseparable de la pérdida de la libertad política y civil. La planificación, en un país como Perú, se convirtió en una herramienta de poder arbitrario (taxis) que recompensaba a los aliados políticos, castigaba a los disidentes y destruía la confianza en las reglas universales, socavando el "fundamento de la libertad" que es la previsibilidad de la ley.
La consecuencia más visible después de varios años, tras aquel crecimiento del estado, fue la erosión progresiva de la moral pública, donde la corrupción y el tráfico de influencias se volvieron racionales en un sistema donde el éxito dependía más del favor político que del mérito económico.
“Nomos” contra “Taxis”: la primacía del gobierno arbitrario y la crisis de corrupción
El núcleo del malestar peruano, según una lectura desde la obra de Hayek, reside en la sistemática sustitución del Estado de Derecho impersonal (Nomos) por el Gobierno Arbitrario (Taxis). Hayek distingue entre el nomos—la ley como conjunto de reglas de conducta justa, abstractas, universales y conocidas de antemano, aplicables a casos futuros indeterminados—y el taxis—la orden de la administración o el gobierno discrecional dirigido a fines específicos. La República del Perú se ha caracterizado por un legalismo formal que oculta una realidad de taxis: leyes personalizadas, exenciones, amnistías, regulaciones ad-hoc y el uso del poder coercitivo del Estado para reasignar riqueza a favor de grupos de interés (rent-seeking). Esta falla institucional es fatal para el desarrollo, pues:
“La sumisión a reglas abstractas e impersonales (el nomos) es la única condición que posibilita un orden extenso... Sin este tipo de ley, la única alternativa es la ley del más fuerte o la ley del superior, el gobierno arbitrario (el taxis)” (Hayek, 1973, p. 121).
La debilidad de los derechos de propiedad—constantemente amenazados por invasiones toleradas, expropiaciones o cambios normativos discrecionales—es el síntoma más claro de la primacía del taxis sobre el nomos en Perú, un país donde la inseguridad jurídica impide la inversión a largo plazo. De manera complementaria, la persistente inestabilidad política y la corrupción endémica que padece el Perú actual —caracterizada por la alternancia de presidentes investigados o destituidos—puede interpretarse como la culminación lógica de este fracaso del nomos.
Al creer que la sociedad puede ser diseñada y administrada desde arriba, la política se convierte en una lucha feroz por controlar el aparato coercitivo del Estado para dirigir la economía y la riqueza. La corrupción no es una simple patología moral, sino el resultado sistémico de un Estado sobredimensionado y discrecional, donde la ambición de diseño racional, la fatal arrogancia, termina por devorar a las propias instituciones que buscaba controlar.
La respuesta Hayekiana: el cosmos de la informalidad
Paradójicamente, la sociedad peruana, al ser constantemente coaccionada por el taxis estatal, generó su propia respuesta hayekiana a través de la formación de un "cosmos" espontáneo y vibrante: la economía informal. La vasta migración interna, la autoconstrucción de ciudades como el cono de Lima, la proliferación de pequeños mercados, y el desarrollo de redes de comercio y transporte que operan al margen de la ley formal son, en esencia, manifestaciones de la creatividad humana en acción, utilizando el conocimiento disperso y particular de tiempo y lugar.
Aunque a menudo caótica y con altos costos de transacción, esta explosión social confirma la convicción de Hayek en la capacidad adaptativa de la sociedad civil y la emergencia de un orden a pesar de la planificación fallida, no gracias a ella: “El crecimiento del orden civilizatorio no fue el resultado de la invención o el diseño, sino de una selección de hábitos, prácticas e instituciones que, de forma no intencionada, resultaron más eficaces para la supervivencia” (Hayek, 1988, p. 28). La informalidad es, bajo esta luz, el sistema de precios y la red de cooperación que los peruanos crearon ante el fracaso del Estado para proporcionar un marco de ley universal y simple.
Las limitaciones teóricas del marco hayekiano para el Perú
A pesar de la poderosa luz que arroja la teoría hayekiana sobre la ineficiencia y la soberbia constructivista del Estado peruano, su aplicación enfrenta limitaciones teóricas para explicar la profunda realidad estructural del país. El énfasis de Hayek en la neutralidad de las reglas abstractas (nomos) y la emergencia del orden espontáneo tiende a subestimar el peso de la historia y las estructuras de poder asimétricas.
La ley, en el Perú, no ha evolucionado desde una posición de neutralidad; por el contrario, ha sido sistemáticamente cooptada y moldeada por una élite criolla para perpetuar el colonialismo interno, la exclusión racial y la desigualdad de clase, tal como lo han documentado historiadores peruanos (Klarén, 2012).
Criticar la informalidad solo desde la óptica de la falta de un nomos perfecto ignora que la informalidad también es un refugio ante la ausencia de redes de seguridad social y un mecanismo de supervivencia ante la pobreza estructural, realidades que un estado puramente limitado y no interventor podría ser incapaz de mitigar en sus etapas iniciales. Por lo tanto, si bien Hayek diagnostica con precisión la patología del taxis y la planificación, no ofrece un camino completo para corregir las condiciones iniciales profundamente injustas que la República heredó y consolidó.
Sin embargo, más allá de las limitaciones de la teoría de Hayek, su aporte trasciende la simple adscripción o el rechazo ideológico. Su obra constituye una herramienta de la crítica de la razón práctica aplicada a la organización social. Conocer las advertencias de Hayek sobre la limitación del conocimiento y la inherente peligrosidad de la coerción centralizada obliga a cualquier postura, incluyendo aquellas de izquierda o desarrollistas, a enfrentar con mayor rigor el problema de la eficiencia institucional y la coordinación social.
Al exigir a los críticos del liberalismo a justificar cómo un plan central puede superar la dispersión del conocimiento sin recurrir a la coacción y sin generar taxis, su pensamiento eleva el nivel del debate público peruano, transformándolo de una disputa moral o política en un riguroso examen sobre las condiciones epistémicas y jurídicas necesarias para la gobernanza de una sociedad compleja.
Referencias
Hayek, F. A. (1944). Camino de servidumbre. Routledge.
Hayek, F. A. (1945). The use of knowledge in society. The American Economic Review, 35(4), 519-530.
Hayek, F. A. (1973). Law, legislation and liberty: Rules and order. University of Chicago Press.
Hayek, F. A. (1988). La fatal arrogancia: Los errores del socialismo. Unión Editorial.
Klarén, P. F. (2012). Nación y sociedad en la historia del Perú. Instituto de Estudios Peruanos.
Mc Evoy, C. (2017). La utopía republicana: Ideales y realidades en la formación de la cultura política peruana (1871-1919). Fondo Editorial del Congreso del Perú.
Vargas Llosa, M. (1996). La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. Alfaguara.








