Secretos: la familia al borde del colapso… y de la risa
- Redacción El Salmón

- hace 5 días
- 2 Min. de lectura

La premisa de Secretos parece sencilla: una familia que se prepara para un descanso pasajero y una confesión que estalla en el momento menos oportuno. Pero debajo de ese punto de partida se despliega un retrato más áspero de lo que ocurre cuando las relaciones afectivas se sostienen en verdades administradas. La obra de Éric Assous —que regresa bajo la dirección de Rodrigo Falla Brousset— no se contenta con narrar un conflicto doméstico; observa, con una lucidez incómoda, cómo cada personaje construye su propia versión de lo que significa proteger a los otros, incluso cuando eso implique distorsionar la realidad.
En Inavouable, el texto original, Assous explora la tensión entre la comodidad y la honestidad. La “confesión” del joven matrimonio, en esta puesta, no solo altera la rutina de los abuelos; abre un terreno donde comienzan a filtrarse frustraciones, renuncias y expectativas que la familia ha preferido maquillar durante años. Allí la obra encuentra una materia más compleja: la risa aparece, sí, pero sostenida sobre la incomodidad de personajes que se debaten entre la lealtad y el miedo a desarmar lo que creían estable.
Uno de los puntos más sólidos de esta temporada es la interpretación de Sandra Bernasconi y Sergio Paris como Florencia y Gustavo. Bernasconi compone a una mujer que intenta mantener el orden doméstico mientras lidia con un desconcierto que desborda su prolijidad; su performance transita con naturalidad del control al titubeo, del ingenio al cansancio emocional que emerge cuando una verdad inesperada la descoloca. Paris, por su parte, construye un Gustavo que oscila entre la ironía defensiva y la fragilidad que intenta ocultar. Su presencia física, sus silencios y esos momentos en los que parece no saber si debe proteger, callar o intervenir, revelan a un personaje mucho más complejo que el clásico “padre de familia” usado como soporte cómico.
La dirección de Falla Brousset permite que ambos personajes se expandan más allá del arquetipo. La puesta evita la caricatura y deja que las miradas, los titubeos y los gestos mínimos carguen parte del sentido. Vera Pérez-Luna y Diego Salinas (y el propio director en algunas funciones) completan el rompecabezas familiar con acentos que alimentan el desequilibrio: no hay figura que conserve intacta su autoridad ni personaje que logre controlar del todo la narrativa que intenta imponer.
Lo que distingue esta nueva temporada de Secretos no es únicamente el ritmo del enredo, sino la manera en que la obra instala una pregunta persistente: ¿hasta qué punto la familia puede sostenerse sin recurrir a mentiras piadosas? La puesta no rehúye esa incomodidad; la trabaja con humor, sí, pero también con una mirada que reconoce que la intimidad es un espacio donde las certezas se resquebrajan con facilidad. Esa mezcla —la risa que revela, no que oculta— es lo que convierte este regreso a escena en algo más que una simple comedia.
Teatro De Lucía, del 20 de noviembre al 07 de diciembre.













Comentarios