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La equivocada idea de solucionarles el futuro a los hijos y nietos


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“Tus hijos no tendrán éxito gracias a lo que hayas hechos por ellos, sino gracias a lo que les hayas enseñado a hacer por sí mismos.” (Anónimo)

 

“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” decía San Pablo[1] y creo que aplica a la decisión de dejarles grandes fortunas a los hijos y demás descendientes.


Cuando un hijo sabe que heredará bienes suficientes deja de preocuparse por su futuro, por lo menos en cuanto a creación de riqueza, pero muchas veces incluso para seguir estudiando y mejorar su educación. Los seres humanos nos auto esculpimos, hacemos de nosotros lo que somos y lo que queremos llegar a ser. Saber que económicamente tenemos la vida solucionada lo único que consigue es desanimarnos en tratar de ser mejores y en construir nuestros propios medios de vida. El problema de la herencia no está solo en lo jurídico, sino en especial en lo psicológico. No es sano regalarle todo a tus hijos. Logras que no valoren nada de lo que tienen. Cuando saben que tienen una herencia que los respalde, se vuelven mediocres y conformistas.


En la carta de Miguel Grau a su esposa, Dolores Cabero Núñez, le decía: “pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz vigilancia a la educación de nuestros hijos idolatrados, para lograr este esencial encargo debo avisarte, o mejor dicho recomendarte, que todo lo poco que dejo de fortuna se emplee en darles toda la instrucción que sea posible; única herencia que siempre he deseado dejarles”.[2]


No les hacemos ningún favor a nuestros hijos dejándoles en herencia muchos bienes y dinero. Dejan de preocuparse por lo que otros tienen que hacerlo y eso no los hace mejores, sino todo lo contrario. Ahorrarles trabajo y el camino que significa ganarse el sustento y las comodidades con que quieren vivir, solo trae consigo seres humanos pagados de sí mismos sin que hayan movido un dedo para lograrlo.


Esa es la razón por la que las fortunas sólo duran tres generaciones y resulta verdad eso de que el padre construye la fortuna, los hijos se la gastan y los nietos terminan de pordioseros. “Padre rico, hijo flojo y nieto pobre”. Por supuesto, que hay excepciones, pero eso son: excepciones.


En una entrevista, Vargas Llosa dijo: “Estoy contra la herencia, tengo una especie de prejuicio invencible. Creo que es una gran cosa poder dar una educación magnífica, la mejor posible, a los hijos. Estoy dispuesto a hacer todos los sacrificios posibles para eso. Pero la idea del joven ante una herencia me horripila, porque generalmente eso crea mentalidades parásitas.”[3]


La verdad es que el mayor favor que les podemos hacer a nuestros hijos es darles una buena educación para que construyan sus fortunas y sus vidas. Las herencias esclavizan y condicionan las vidas y los caminos. Los hijos deben ser libres en todo el sentido de la palabra escogiendo su camino y sufriendo lo que tienen que sufrir como seres humanos. La sobre protección que implica dejarles la vida solucionada está muy lejana de ser un favor, aunque miradas miopes así lo vean.


En los últimos tiempos se han creado empresas dedicadas a asesorar la preservación de las fortunas familiares. Un intento de perpetuar en ciertas familias la fortuna que construyo una generación o una persona. En algunos casos lo consiguen y en otros no. De hecho, hay familias que llevan más de tres generaciones administrando una fortuna que no construyeron, pero además de ser las excepciones también han conseguido que personas que pudieron haberse desarrollado más se hayan limitado por el hecho de saber que recibirían millones y no tenían que trabajar como los que partieron sin nada, e incluso, con una educación deficiente. 


Podríamos comparar la herencia con unos padres que ayudan a que su hijo haga trampa en una carrera y salga con varios metros de ventaja. Aunque pueda parecernos muy humano no es razonable que las personas que han amasado fortunas se las leguen a sus hijos en un presunto acto de amor derivado de la libertad de disponer de su propiedad. Es como que estos padres actuaran como árbitros en la carrera con derecho a hacer trampa en favor de sus hijos. Eso dejando de lado el hecho de que a largo plazo no les hacen ningún favor y en la mayor parte de casos les entregan un instrumento que les impedirá o no facilitará su desarrollo como seres humanos.


Marcel Proust decía: “La herencia de un hombre es triste como todas las herencias, como todas las usurpaciones de propiedad…”[4]


En el Eclesiastés (2, 20-21) se dice: “Al ver lo que yo había hecho en este mundo, lamenté haber trabajado tanto, pues hay quien pone sabiduría, conocimientos y experiencia en su trabajo, tan sólo para dejárselo todo a quien no trabajó para obtenerlo. ¡Y también esto es vana ilusión y una gran injusticia!”


[1] Carta a los romanos 7, 19

[2] Rivera Alberto. La ‘gran carta’ de nuestro héroe. El Comercio, 8 de octubre de 2020. Pág. 14 (Opinión).

[3] Ricardo A. Setti. Diálogo con Vargas Llosa. Editorial Intermundo. Buenos Aires, 1989. Pág. 128

[4] ‘En busca del tiempo perdido’, ‘7. El tiempo recobrado’. Alianza editorial. Madrid, 1985. Pág. 316

 
 
 

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