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La rebelión de los ignorantes


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Todo el encono patrocinado por Trump contra la cultura Woke nace del olvido y menosprecio que han sufrido las clases mÔs necesitadas y menos educadas por el establishment político. Ese fue el caso de los obreros de las empresas de fabricación de automóviles en los Estados Unidos que de un momento a otro se quedaron sin trabajo porque los vehículos japoneses invadieron el mercado y sus empleadores tuvieron que cerrar muchas de sus plantas.


No podemos restarle responsabilidad a algunos acadĆ©micos y artistas –que son los principales miembros del sector progresista (llamados caviares en el PerĆŗ y Woke en los Estados Unidos)– que pocas veces o nunca se mostraron cercanos y comprensivos con los afectados por el sistema imperante.


El sector conservador en el mundo, liderado ahora por Trump, que –entre sus pocas virtudes– cuenta con la de haberse percatado de lo antes descrito, ha aprovechado para ganar un par de elecciones y dirigir sus baterĆ­as contra ese grupo que al final es el mĆ”s culto y educado. Pero que no vio venir la ficción de la polarización reinante, creada por el conservadurismo, porque no advirtió –o no quiso hacerlo– que la clase polĆ­tica habĆ­a dejado de lado a un sector de la población para favorecer al poder económico que es el que ha gobernado occidente desdibujando lo que todavĆ­a se llama democracia, aunque tenga poco de Ć©sta.


El desprestigio actual de la democracia, asƭ como el crecimiento de los sectores populistas y conservadores tiene origen en una democracia que no es democrƔtica. Si los gobiernos y parlamentos hacen lo que les parece y no lo que ofrecieron o les piden sus electores no estƔn siendo democrƔticos. MƔs bien se han aprovechado de haber sido elegidos para desarrollar su propia agenda, con frecuencia adecuada a sus intereses personales.


La clase polĆ­tica estadounidense, y en general la del resto del mundo –que se autodenomina democrĆ”tico– ha ido creando un sistema en que las leyes se hacen para favorecer a las grandes corporaciones, financiadoras de las campaƱas polĆ­ticas. Y no se aprueban –salvo que la presión sea extrema– las que beneficiarĆ­an a los sectores mĆ”s empobrecidos porque afectan a las primeras.


Como dijo hace muchos aƱos Vargas Llosa, la clase dirigente peruana es ignorante (con pocas excepciones), porque no lee. En el mismo sentido, ā€œalguna vez RaĆŗl Porras Barrenechea enumeró nuestros defectos: uno de ellos es el odio a la inteligencia y la ilustraciónā€[1]. Pareciera que a nuestras Ć©lites la educación y la cultura les resulta incómoda desde tiempos inmemoriales. AsĆ­ las generaciones anteriores sostenĆ­an que no habĆ­a que educar al indio, porque podĆ­a rebelarse.


Al ataque al sector caviar –que inició la extrema derecha– se sumó el marxismo setentero que todavĆ­a no ha procesado lo ocurrido en el mundo los Ćŗltimos cincuenta aƱos y todavĆ­a defiende a los fracasados regĆ­menes de Cuba y Venezuela. Parece ser el resultado de haberse sentido desplazados por algunos intelectuales y artistas que merced a su educación y a la realidad pura y dura abandonaron el marxismo dogmĆ”tico para asumir posiciones socialdemócratas.


La polarización es sólo una ficción creada por la extrema derecha para enfrentar a sus pretendidos enemigos, los académicos, intelectuales y artistas que abogan por minar su poder tratando de eliminar algunas de sus prerrogativas. El sector conservador estÔ tratando de recuperar el poder que perdió en los últimos años. En otras palabras, estÔ pretendiendo no solo defender sus prebendas, sino recuperar algunas de las perdidas. Con este fin, se escuda en posiciones religiosas cuyas instituciones los defendían en el pasado. DetrÔs de la afirmación de defender la familia, la propiedad y la tradición estÔ la verdadera e inconfesada razón de preservar sus privilegios.


Las clases mÔs pobres durante mucho tiempo han tenido poca atención de los políticos en el poder sin que los progresistas lograran revertirlo. Este sector olvidado, que tiene toda la razón de quejarse, estÔ siendo manipulado por políticos populistas que junto con los conservadores se han inventado la historia de que el progresismo es el que ha gobernado el Perú las últimas dos décadas y es el responsable de lo que ocurre cuando, en realidad, la derecha ha perdido las elecciones, pero es la que ha gobernado, no solo los últimos veinticinco años, sino toda la república, quizÔ con la excepción del período velasquista. Siempre ha logrado colarse a las esferas de poder para conseguir sus fines. El Perú, en especial Lima, es una sociedad cortesana y especialista en arrimarse al poder apenas terminan las elecciones. Pueden haber dicho barbaridades del triunfador durante la campaña, pero estÔn en el besamanos durante la ceremonia de asunción del poder.


Con frecuencia se le echa la culpa de los problemas a los inmigrantes, cuando todos sabemos que la migración es un fenómeno que tiene muchos siglos y que al final todos somos migrantes o descendientes de ellos. Se aprovechan de la ficción que son los países y estados y sus fronteras, olvidando que al final todos somos humanos y tenemos derecho a movernos libremente por el planeta. La división política moderna es historia reciente y una ficción creada por los intereses mÔs mezquinos que son también los que organizan las guerras en que nunca participan, porque usan al pueblo al que han imbuido de un falso sentimiento patriótico que lo lleva incluso morir en los campos de batalla por intereses que estÔn muy lejos de ser los suyos.


La pregunta es: ¿cómo salimos del embrollo? ¿Cómo desenmascaramos a los mentirosos populistas que de pronto se han sentido llenos de poder?


No resulta nada fĆ”cil responder, pero considero que la Ćŗnica manera es trabajar apoyando a los mĆ”s necesitados a olvidados de la sociedad. A quienes los polĆ­ticos han venido mintiendo y engaƱando a travĆ©s de los aƱos ofreciĆ©ndoles el oro y el moro en los perĆ­odos eleccionarios y luego haciendo cosas muy distintas escudados en la liberación del mandato imperativo. Supuestamente les permite actuar segĆŗn su criterio y no obedeciendo los deseos de sus electores. Eso es falso. La liberación del mandato imperativo es excepcional. Solo cuando hay una objeción de conciencia o cuando el interĆ©s nacional debe primar sobre el local, pero la regla general en una democracia es que los elegidos se deben a sus electores y a las promesas que les hicieron o los deseos que deberĆ­an consultar en la llamada ā€˜semana de representación’ por el Reglamento del Congreso.


La única forma de quitarles la mÔscara a estos estafadores y populistas es trabajando abiertamente por los intereses del pueblo, entendido como los sectores menos favorecidos, los que estÔn debajo de la línea de pobreza, los que no tienen agua, sufren hambre y carecen de acceso a la educación y a los servicios de salud.


Y ellos con sus votos les dirÔn que no pueden seguir mintiendo y pretendiendo seguir gobernando el país, porque lo que tenemos es el resultado de haber mantenido el poder en sus manos desde el inicio de la república, con pocas excepciones.

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[1] Loayza, Luis. Ensayos. Editorial Universitaria de la Universidad Ricardo Palma. Lima, 2010.  PÔg. 321

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