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Hermenéutica y Universidad


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I. La Universidad como un ejercicio de comprensión contextual


“Sedientos de dinero, los estados nacionales y los sistemas de educación están descartando sin advertirlo ciertas aptitudes que son necesarias para mantener viva la democracia. Si esta tendencia se prolonga, las naciones de todo el mundo en breve producirán generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales con la capacidad de pensar por sí mismos, poseer una mirada crítica sobre las tradiciones y comprender la importancia de los logros y los sufrimientos ajenos. El futuro de la democracia a escala mundial pende de un hilo” Alasdair MacIntyre, 2012.


Hace algunos años, Gianni Vattimo afirmó que la hermenéutica, entendida como el arte de la interpretación, era la nueva Koiné del pensamiento contemporáneo (Vattimo, 1991), es decir, una especie de lenguaje universal de la cultura de hoy, una suerte de articulador de la pluralidad de interpretaciones que nos llevan al conocimiento. Es en tal sentido que, para nosotros, se convierte en un marco invaluable para reflexionar sobre el papel de la universidad en la sociedad, pues dicha institución, asumiendo las múltiples interpretaciones existentes, busca la verdad y aspira al comprender, uno que, sin duda es académico, pero también existencial y, por tanto, situado.


Esta reflexión sobre "Hermenéutica y Universidad" parte de la premisa de que la experiencia universitaria, para ser genuina y relevante, no puede ser un ejercicio descontextualizado. En cambio, debe estar profundamente arraigada en la historia, la cultura y las problemáticas de la comunidad en la que se inscribe. Uno de los rasgos, además, que caracterizan medularmente a la Universidad, y la acercan profundamente a la Hermeneútica, es el diálogo, es decir, el debate alturado de ideas, el intercambio de pareceres para llegar a consensos o respetar los disensos. Y en la universidad este intercambio es también intergeneracional, lo que hace más rica la conversación. 


El gran Gadamer argumentaba que la comprensión no era un acto metodológico aséptico, sino un proceso vital donde la pertenencia del que comprende a aquello que entiende es fundamental. Este enfoque dialógico y contextual es indispensable para evitar los riesgos de una academia ensimismada y ajena a su entorno. En este ensayo se exploran tres argumentos centrales: la necesidad de nutrir el quehacer universitario de la experiencia histórica, los riesgos de ignorar las características locales y, en íntima relación a los otros dos, la peligrosidad de una experiencia académica descontextualizada. Lo hacemos, a partir de las ideas de grandes hermeneutas como Hans-Georg Gadamer (1900-2002), Hans Blumenberg (1922-1996), Reinhart Koselleck (1923-2006) y Eugenio Trías (1942-2013); principalmente, acudiendo también a Paul Ricoeur (1913 – 2005) y Mauricio Beuchot (1950). Es a través de esta lente hermenéutica que la universidad puede redescubrir su misión esencial y su profunda conexión con la vida humana.


  1. El vínculo esencial de la universidad con la Historia


Un primer argumento es que la experiencia universitaria debe nutrirse de la experiencia histórica desde donde se desarrolla. La universidad no surge en un vacío, sino que es producto de una tradición cultural e intelectual que la ha configurado a lo largo del tiempo. Reinhart Koselleck, en su análisis del concepto de "historia", nos recuerda que este no es un mero recuento de hechos pasados, sino un "colectivo singular" que designa la suma de las historias individuales como "compendio de todo lo sucedido en el mundo" (Koselleck, 2004, p. 29). De esta forma, la historia se convierte en una instancia última de fundamentación, proporcionando un marco para interpretar el presente y proyectar el futuro.


La universidad, al ser un espacio donde se cultiva la reflexión histórica, se torna en un agente de esa misma historia, ayudando a la comunidad a comprender su pasado y a dar sentido a su devenir. Al estudiar la historia de conceptos como "democracia" o "sociedad civil", se hace evidente que su significado se ha convertido a través de las épocas, y es a través de esta conciencia de la "relatividad histórica", que la universidad puede formar ciudadanos críticos y responsables. Es que, como decía Nietzsche, y a Koselleck gustaba citar, “sólo lo que no tiene historia puede definirse”.


Esta indefinibilidad hace referencia a la historicidad de los conceptos, es decir, éstos son siempre plurívocos. No es posible incluir en una única definición todos los sentidos que históricamente adquirieron los conceptos políticos y sociales fundamentales, como los llamó Koselleck (2004a). Esta formación de conciencia hermenéutica en la universidad permitirá que el mercado pueda absorber mejores profesionales, más conscientes de su realidad, y personas más empáticas, más tolerantes, de lo que nuestro mundo anda tan urgido.


La historicidad de los conceptos, al decir de Koselleck, no sólo los convierten en indicadores de una realidad transcurrida, sino que, a la vez, son promotores de procesos por venir, bien sea, continuidades o rupturas en la experiencia histórica. Junto con lo cual se hace necesario pensar en las condiciones que hacen posible esas historias particulares (Koselleck, 1997). Este tipo de reflexión hermenéutica debería guiar la actividad académica universitaria pues en la formación que imparta deberá abordar siempre la tan valiosa individualidad de las cosas junto a una suerte de transversalidad que dé sentido a la contingencia que, de lo contrario, haría casi imposible la comunicación.


La propuesta de Hans Blumenberg sobre "La legibilidad del mundo" entra a tallar, pues, sostiene que el acto de leer los restos de la historia es una forma de solidaridad fundamental: "leerlo cuando puede hacerse legible constituye un acto de solidaridad que trasciende todas las épocas" (Blumenberg, 1999, p. 100). La universidad, entonces, no solo se entiende a sí misma como un centro de producción de conocimiento, sino también como un espacio donde la memoria colectiva se cultiva y se debate, lo que Droysen resumía en la frase: "Sobre las historias está la historia" (Koselleck, 2004, p. 37).


  1. Los riesgos de la irrelevancia: ignorar el contexto local


El segundo punto por considerar son los riesgos de una perspectiva de universidad que no tome en cuenta las características locales. Una universidad que ignora su contexto inmediato corre el riesgo de volverse irrelevante, una especie de "torre de marfil" desconectada de las realidades de las personas y los problemas que la rodean. De este modo, una universidad que no se compromete con su entorno local puede caer en un discurso generalizador, desvinculado de las estructuras sociales, económicas y políticas que realmente determinan las acciones de las personas. Como decíamos, la permanente tensión entre la particularidad contextual y la abstracción que transversaliza debe caracterizar a una universidad situada en su realidad, pero capaz de mirar lo global.


La hermenéutica de Gadamer enfatiza que el conocimiento del mundo y la orientación en él están siempre mediados por el lenguaje y la tradición, que incluyen no solo textos y monumentos, sino también "instituciones y formas de vida" (Gadamer, 2001, p. 152). Se comprende e interpreta siempre desde la tradición, por lo que Gadamer demandaba permanentemente la importancia del escuchar a la tradición, del oir: “Quien juzga importante la hermenéutica debe saber ante todo que es necesario escuchar y que se puede hacer comprender algo sólo a quien es capaz de escuchar” (Gadamer, 1997, p. 98). Y, entonces, el filósofo mexicano Mauricio Beuchot nos hace ver que el aserto de Gadamer debe entenderse, también, como escuchar a la propia tradición (Beuchot, 1999, p. 96-97).  Una universidad ha de alinearse con este principio hermenéutico y ser un lugar de diálogo activo con su comunidad, donde el conocimiento no se produce en el vacío, sino en respuesta a las preguntas y desafíos de su contexto. Esto implica una "praxis" académica que es a la vez teórica, respetuosa del contexto vivido, socialmente comprometida y con mirada al mundo.


Una Universidad, entonces, es casi por definición hermenéutica, o ha de serlo. Pone en debate la pluralidad de interpretaciones en búsqueda de la verdad, pero en la plena conciencia de que los conceptos que se estudian, se enseñan y debaten tienen consustanciales raíces históricas, situadas y explicadas en un contexto específico, pero que también el conocimiento ha de apuntar a descubrir condiciones más universales que hacen posible lo individual, continuidades o repeticiones que fundamentan la innovación (Koselleck, 2013, p. 161). 


  1. El rol hermenéutico de la universidad: la metaforología y el trabajo en el mito en la universidad


Para el filósofo Hans Blumenberg, la universidad evidencia un rol hermenéutico más profundo que la simple interpretación y utilización de conocimientos de diverso tipo. En la labor universitaria más seria se debe desentrañar las estructuras del pensamiento humano, tanto a nivel universal como específico. Su aporte conceptual más relevante, la metaforología, sostiene que la filosofía, y por extensión la labor académica, debe analizar las "metáforas absolutas" (como la luz, el libro o el progreso) que no pueden ser conceptualmente agotadas, pero que fundamentan nuestra comprensión del mundo, en diversas dimensiones. La universidad, como espacio de pensamiento crítico, tiene la tarea de hacer a los académicos mejor formados y los estudiantes más estimulados intelectualmente, sean conscientes de estas estructuras profundas de comprensión para que no las asuman acríticamente cuando interactúen con la realidad.


Adicionalmente, Blumenberg propuso el concepto de "trabajo en el mito" (Arbeit am Mythos), que entiende como la capacidad de la humanidad para elaborar y transformar los mitos para dar respuesta a preguntas existenciales que la razón no puede responder completamente. La universidad se convierte en el lugar para este "trabajo", no para validar la irracionalidad, sino para entender cómo los mitos se han formado como "obras de la autocomprensión humana en un contexto de absoluta superioridad de la realidad" (Blumenberg, 1999, p. 104). Esto es relevante, sobre todo, en sociedades que han experimentado una secuencia histórica e intelectual diferente a la occidental. Así, el quehacer universitario se enriquece al explorar cómo las narrativas culturales nos han permitido enfrentar lo desconocido y lo incomprensible.


La actividad intelectual en la universidad vista a través de la lente de Blumenberg, es un acto de autoafirmación frente al "absolutismo de la realidad", una respuesta humana que busca crear sentido en un mundo que carece de él por sí mismo. La institución académica se erige como un refugio para la curiosidad humana que busca la "autoconservación del sujeto racional" (Blumenberg, 1999, p. 28) y la afirmación de su propia dignidad en la búsqueda de la verdad. Paul Ricoeur muestra que la comprensión del mundo se construye narrativamente, a través de la metáfora, que así llegamos a la verdad, y aunque ésta sea resultado de un proceso dinámico, y no una entidad estática, resulta fundamental para dar forma y sentido a la experiencia. (Ricoeur, 2016). La aspiración de verdad es una cuestión a la que, por cierto, no puede renunciar la Universidad.


  1. La Universidad como Lugar de Frontera 


Desde una perspectiva hermenéutica diferente, la filosofía de Eugenio Trías en su obra La razón fronteriza ofreció un marco para pensar la universidad como un "lugar de frontera". Trías concibe la razón no como una entidad absoluta, sino como una "razón fronteriza" que debe "enfrentar la razón ilustrada con todas aquellas cosas que pretendía excluir como la sinrazón, el pensamiento mágico, el mundo de las pasiones o el pensamiento religioso" (Trías, 1999, Prólogo).


En este sentido, la universidad, como espacio de la razón, tiene la misión de asumir la realidad como un "ente en el todo" que se encuentra constantemente en un diálogo con su "sombra", con los límites de lo que puede ser conocido. La hermenéutica, en esta visión, se vuelve la herramienta para que la razón pueda "abrirse de forma hermenéutica" a estos ámbitos, "determinando su nombre y carácter" (Trías, 1999, p. 12). Así, el quehacer universitario no se limita a la razón pura, sino que se enriquece en un "perpetuo diálogo con el misterio" (Trías, 1999, p. 1) y con las "formas simbólicas" (Trías, 1999, p. 20) del arte, la religión y formas de organizar la realidad, diferentes a la occidental.


De lo que se trata, como sostiene Samuel Arriarán, es de abrirse a otros paradigmas distintos de esos que sólo buscan demostrar con datos empíricos o medir con indicadores, tan presos de la tiranía del número; en la universidad puede haber cabida también a lo no racional, es decir, a otra racionalidad, pues “lo no racional no significa necesariamente irracional” (Arriarán, 1999, p. 8). Y, entonces, lo que ha de caracterizar a un académico, en general a un universitario, es la actitud hermenéutica abierta de poner en discusión sus creencias occidentales, sus propias convicciones, o las coyunturalmente hegemónicas, pues en eso consiste la formación integral (Bildung) que ha de caracterizar a la educación universitaria.


En una bella conferencia dada por Gadamer, en 1990, ante el Studium Generale, lo expresó del siguiente modo: “¿Qué es propiamente formación? Permítanme citar a este propósito a uno de los grandes. Son palabras de Hegel: formación significa poder contemplar las cosas desde la posición de otro.  En este sentido les deseo a todos ustedes que sus estudios los ayuden a adquirir no sólo capacidad real o patentes, sino también la formación para aprender a entender a otro desde sus puntos de vista” (Gadamer, 1998, p. 129-130)

 

  1. La peligrosidad de la experiencia universitaria descontextualizada


Es crucial establecer los riesgos de construir una experiencia universitaria descontextualizada. Una universidad que se concibe a sí misma como un ente universal y atemporal, que busca un conocimiento "puro" o “técnico” sin anclaje en lo particular, puede terminar por fomentar una "conciencia histórica" alienada, incapaz de valorar su propia tradición y su lugar en el mundo. Esta descontextualización puede llevar a lo que Nietzsche criticaba como una "ceguera axiológica" del objetivismo histórico, donde la capacidad de hacer una valoración propia de los fenómenos se debilita. El conocimiento se vuelve un fin en sí mismo, un "saber por el saber", divorciado de la "praxis" de la vida.


En este sentido, Gadamer sostiene que la "verdadera e inmensa utilidad" de la historia no reside en la repetición de ejemplos individuales, sino en la capacidad de afinar el sentido para tratar con la realidad, lo que la emparenta con la "vida activa". Como Gadamer ilustraba con el ejemplo de la enfermedad y el médico, el saber científico no basta; se necesita un "arte" que ayude a la naturaleza a recuperar su propio dominio oculto (Gadamer, 2001, p. 141). Una universidad descontextualizada corre el riesgo de formar profesionales que, aunque técnicamente competentes, carecen de la sensibilidad y el juicio necesarios para enfrentar los problemas de su entorno, muy poco comprometidos con su sociedad, y también sin las habilidades para encontrar el sentido de lo que ocurre en su realidad.


Una universidad comprometida con la realidad desde la que surge, y a la que debe servir, especialmente en América Latina, como bien sostiene Samuel Arriarán, debe contribuir a que el concepto ético-político de “ciudadanía” concluya su proceso de constitución, y acabe por estar plenamente interiorizado por la sociedad. Para lograrlo, comprensión multicultural y el reconocimiento intersubjetivo son claves primordiales (Arriarán, 1999, p. 10). Ello sería imposible en una universidad descontextualizada. 


  1. Reflexión final: sabiduría y racionalidad práctica para el futuro


La perspectiva hermenéutica del saber y del existir, proporciona una lente poderosa para reexaminar el propósito y la función de la universidad. Al insistir en que el conocimiento es siempre un acto de interpretación arraigado en un contexto histórico y social, nos alerta contra los peligros de una academia que se aísla de su entorno. La universidad, como un espacio donde la historia y la memoria se encuentran con el presente y el futuro, tiene la responsabilidad de fomentar una conciencia que no solo sea crítica, sino también autocrítica, y que reconozca que la "totalidad de nuestro ser depende de la capacidad para ver, reconocer y dominar lo que es" (Gadamer, 2001, p. 130).


Como bien apunta Mauricio Beuchot en su propuesta de hermenéutica analógica, se ha de encontrar un equilibrio entre la interpretación única (hoy casi imposible) y las interpretaciones equívocas, no sólo múltiples, sino tan dispersas que harían casi inviable la comunicación. En la Universidad debemos evitar el extremo puramente subjetivista o el del objetivismo ingenuo, pues ninguno lleva a la comprensión. Beuchot habla de una apertura a las interpretaciones, pero controlada, quizás no por la identidad, pero al menos sí por la semejanza (Beuchot, 2009).


En una época marcada por la fragmentación y el riesgo de la autodestrucción, la universidad no puede ser simplemente un lugar de "saber" en el sentido de la ciencia, sino un lugar de "sabiduría" en el sentido de la "racionalidad práctica" que nos enseñó Aristóteles y que Gadamer rescata. Solo cultivando una hermenéutica que promueva el diálogo, la aspiración de verdad, el reconocimiento del otro y el compromiso con la realidad local, la universidad podrá cumplir su tarea esencial: contribuir a la forja de un futuro que nos conduzca a la paz y al equilibrio. Es en este sentido que la universidad, para ser fiel a su vocación, debe ser un "ente en el todo", siempre en diálogo con lo que es y lo que puede llegar a ser. Por lo tanto, la universidad será un espacio de convivencia hermeneútica o no será. 


Referencias bibliográficas


Arriarán, S. (1999). “Introducción” en S. Arriarán y M. Beuchot. Virtudes, valores y educación moral. Contra el paradigma neoliberal. Ediciones de la Universidad Pedagógica Nacional de México.

Beuchot, M. (2009). Tratado de hermeneútica analógica. Hacia un nuevo modelo de interpretación. Ediciones de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Beuchot, M. (1999). “La formación del filósofo en México, para América Latina y para el futuro” en S. Arriarán y M. Beuchot. Virtudes, valores y educación moral. Contra el paradigma neoliberal. Ediciones de la Universidad Pedagógica Nacional de México

Blumenberg, H. (1999). La legibilidad del mundo. Ediciones Paidós Ibérica.

Gadamer, H.-G (1997). “Historia y Lenguaje: una respuesta” en R. Koselleck y H.-G Gadamer. Historia y Hermenéutica. Ediciones Paidós.

Gadamer, H-G. (1998). “La diversidad de las lenguas y la comprensión del mundo” en Arte y verdad de la palabra. Ediciones Paidós. 

Gadamer, H.-G. (2001). Antología. Ediciones Sígueme.

Koselleck, R. (1997). “Histórica y Hermenéutica” en R. Koselleck y H.-G Gadamer. Historia y Hermenéutica. Ediciones Paidós.

Koselleck, R. (2004). historia/Historia. Traducción e introducción de Antonio Gómez Ramos. Editorial Trotta, S.A.

Koselleck, R. (2004a). “Historia de los conceptos y conceptos de historia”. Ayer. Revista De Historia Contemporánea53(1), 27–45

MacIntyre, A. (2012). Dios, filosofía, universidades. Historia selectiva de la tradición filosófica católica. Granada: Nuevo Inicio

Ricoeur, P. (2016). Historia y verdad. Fondo de Cultura Económica

Trías, E. (1999). La razón fronteriza. Ediciones Destino, S. A.


Vattimo, G. (1991). La ética de la interpretación. Ediciones Paidós

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