¿Good bye, Evo?
- Ybrahim Luna
- hace 3 días
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Actualizado: hace 2 días

Un caudillismo decadente, una economía asfixiada por la falta de divisas y el desgaste político por una guerra fratricida sepultaron al movimiento político que hace veinte años fue la esperanza de los obreros y campesinos bolivianos. El MAS (Movimiento Al Socialismo), que alguna vez fue una encarnación genuina del socialismo del siglo XXI: Pachamama, wiphala y “milagro económico”, hoy ha entregado la posta a una derecha moderada que ofrece “capitalismo para todos” y a una más conservadora que promete “cambiarlo todo” en una Bolivia con una inflación anual del 25% y una informalidad laboral del 70%.
“Sin pan, sin gasolina, sin dólares: malestar en Bolivia”, señalaba un despacho de la agencia AFP unos días antes de las elecciones. En la capital boliviana y en otras regiones sigue siendo común ver enormes filas de camiones esperando su turno en los surtidores de diésel. Y aunque parece inevitable, hasta ahora los candidatos que se disputarán la segunda vuelta presidencial, el senador Rodrigo Paz Pereira (Partido Demócrata Cristiano) 32.14%, y el expresidente Jorge ‘Tuto’ Quiroga (Alianza Libre) 26.81%, no se han animado a hablar de ‘shock económico’, que según varios analistas es la salida más concreta para sincerar el valor de las divisas.
Por su parte, el exmandatario Evo Morales (2006 y 2019), desde su trinchera en el Trópico de Cochabamba –desde donde evita ser detenido por un caso de estupro y trata de personas– ha reconocido el resultado de las elecciones del domingo 17 de agosto, asegurando que cumplió con su deber de votar, más no de elegir. En declaraciones a una radio local aseguró que los resultados han sido un castigo a la traición, haciendo referencia al actual presidente y exaliado Luis Arce y a los candidatos de izquierda Eduardo del Castillo (MAS-IPSP) 3.16%, y Andrónico Rodríguez (Alianza Popular) 8%. Para Morales, las candidaturas que traicionaron la voluntad popular y las que se centraron en su detención no despegaron.
Morales, que promovió el voto nulo (que por ahora supera el 19%), se muestra victorioso: “Con el voto del campo va a seguir creciendo el voto nulo. El voto nulo está en tercer lugar, pero con el voto en blanco están en segundo lugar. Si sumamos el ausentismo, nulo y blanco están primero”.
A Morales no le falta razón en su análisis político, pero olvida que fue él la principal causa de la implosión de su partido cuando pretendió postular inconstitucionalmente a la presidencia por cuarta vez. Evo Morales no parece ser consciente de que pertenece a otra época y a otra forma de hacer política. Sus aliados ya no confían en él, sus guardianes se han reducido a pequeños gremios y el recordatorio del “milagro económico” que gestionó contrasta con la incapacidad de sus mandatos (13 años) de diversificar una economía basada en la venta de gas.
A Evo se lo percibe ahora como un hombre enceguecido por el poder, rebajado por las pasiones humanas y aburguesado por los privilegios que tuvo durante su gobierno (en 2017 construyó un museo dedicado a sí mismo con un costo superior a los 7 millones de dólares).
Pero su impopularidad no es gratuita ni repentina, en 2016 convocó a un referéndum constitucional para que los ciudadanos decidiesen su admisión o no como candidato presidencial por cuarta vez; y venció el “NO”. Y Morales prometió respetar la voluntad de ese 51%. Pero mintió y recurrió a una interpretación auténtica de un Tribunal Electoral “amigo” en 2017 que lo devolvió al ruedo. Allí se selló su debacle, que coincidió con los primeros vaticinios de una crisis económica que ya asomaba por la esquina.
En 2019, Morales se presentó a las elecciones presidenciales y durante el escrutinio de votos ocurrió un sospechoso silencio de horas que concluyó con la victoria de su candidatura. El pueblo salió a las calles cansado de las irregularidades y la convulsión social de los días siguientes dejó un saldo de 35 muertos. La OEA concluyó que era improbable que Evo hubiese ganado en primera vuelta y el Ejército le recomendó que renunciara.
Evo aceptó un asilo ofrecido por México y luego se afincó en Argentina. A su retorno a Bolivia, su aura de revolucionario se había esfumado casi por completo, aunque aún posee cierta capacidad de convocatoria para bloquear carreteras en bastiones cocaleros.
Un día antes de las elecciones, el portal financiero “Bloomberg Línea” hizo un análisis sobre las posibles salidas a la crisis y los retos del nuevo presidente. Para los consultados por el portal, lo primero será comunicar las urgentes medidas de reajuste que con seguridad resultarán impopulares. El reajuste puede demorar la primera mitad de la nueva gestión y generar malestar y protestas, por lo que reducir el gasto público “desbordado” es esencial.
También es necesario estabilizar el cambio del dólar, pero sin una tasa fija estatal como lo venían haciendo los gobiernos del MAS, lo que afectó las reservas del Banco Central. Lo siguiente sería reformar las leyes tributarias e incentivar nuevas exploraciones de los yacimientos de gas, para esto se debe contar con el apoyo mayoritario de la Asamblea (Congreso) y las calles. Sobre todo, si se busca reestructurar o privatizar la estatal YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos). Según “Bloomberg Línea”, en 2014, YPFB recibió un poco más de 6 mil millones de dólares por la exportación de 17 millones de metros cúbicos de gas natural, mientras que en 2024 los ingresos cayeron a poco más de 2 mil millones de dólares por la venta de 8 millones de metros cúbicos. Otros hablan de las enormes reservas de litio como la salida a la crisis. Lo cierto es que esa es una realidad aún lejana para Bolivia.
Sobre Evo, curiosamente sus posibilidades de volver al poder no están sepultadas del todo. Ello dependerá de qué tan bien o mal lo haga la derecha. Si la derecha repone un neoliberalismo desfasado, no logra estabilizar la economía e intenta relegar la identidad indígena de todo un país, el descontento nacional elegirá nuevos enemigos y añorará viejas épocas.