Entre cadeína y contradicciones
- Rafaella Velázquez
- 9 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 25 jul

Voces desde el CADE universitario.
Cuatro tazas de café, dos horas de sueño, un taxi y un bus. Esa fue la receta para llegar a la Escuela Naval del Perú un miércoles de junio a las ocho de la mañana para participar del CADE Universitario. La delegación de mi universidad fue de las últimas en llegar. Bajamos los trece representantes del bus con una misma polera azul marino, flanqueados por dos administrativos que nos llevaron al auditorio cual expedición escolar. Estábamos todos nerviosos, sin comprender por completo a dónde nos dirigíamos, solo con una maleta en mano y el olor a mar acompañándonos.
Esa primera sesión maratónica en el auditorio fue suficiente para comprender qué era exactamente el CADE Universitario. Es un evento organizado por IPAE, una asociación de empresas, que reúne a jóvenes para reflexionar sobre diversos temas vinculados con el desarrollo del país. El primer empresario que nos habló, fiel a su oficio, presentó el término creado para ser viralizado de “cadeína”, la energía de los participantes, y nos recordó la importancia de compartir todo el evento a través de nuestras redes sociales. Escuchamos a profesores universitarios coherentes y empresarios experimentados hablar sobre la democracia, el voto joven y la polarización social.
En mi cabeza, esta era la contradicción inherente del evento. ¿Cómo, en el contexto político nacional del 2025, empresarios pueden hablar de democracia en una escuela de las fuerzas armadas? Mi cadeína flaqueaba desde que me senté en el asiento y no era solo por la falta de sueño. Al conocer a mi equipo del CADE, compuesto por jóvenes de diversas regiones y universidades, de distintas carreras y trayectorias de vida, pero todos y todas participando activamente de las actividades lúdicas y académicas, mi cadeína se recuperaba. Al escuchar a un empresario enternado gritar que solo los millonarios pueden salvar al Perú y que solamente yo, por mi cuenta y sin ayuda, debía trabajar hasta alcanzar esta meta, mi cadeína caía al subsuelo.
Por cada idea sensata que realmente inspiraba reflexión sobre los desafíos democráticos del país, escuchaba comentarios que me convencían de que el futuro estaba perdido si es que estas personas eran los líderes nacionales. Más que algunas ideas sin fundamentos o narrativas anticuadas, lo que verdaderamente me llenaba de frustración era el silencio. ¿Cómo es posible que el CEO de la productora de cine nacional más grande se pare en un escenario frente a jóvenes de todas las provincias del Perú y no mencione ni una vez al cine regional ni a las nuevas leyes de cine que afectan a la industria?
Estas charlas y espacios de interacción con líderes constituyeron la mitad del evento. La otra parte fue la que le dio el verdadero sentido a este espacio pues la democracia no se discute, se construye. Fuimos setecientos jóvenes, divididos en casi treinta grupos de veintisiete personas cada uno proponiendo una iniciativa para fomentar el voto juvenil informado en las elecciones del 2026. Como buena líder-en-proceso, eternamente conciliadora, me tragué mis comentarios sobre la problemática narrativa de “votar bien” que surgió como respuesta a las elecciones de 2021 que nos estaban obligando a ejercer y me dediqué a trabajar en equipo.
Entre risas, discusiones e historias extrañamente personales para habernos conocido en menos de 72 horas, construimos un proyecto. La propuesta de plataforma que creamos, que utiliza redes sociales e inteligencia artificial para acercar a los votantes con los candidatos y sus planes de gobierno, quedó en tercer puesto, pero no es esto con lo que me quedo. Es con cada persona que conocí, la determinación en sus ojos, la ambición en su voz y la confianza con la que actuaban para construir el país en el que creían. Son ellos y ellas —o nosotros, si me permiten el atrevimiento— los que día a día hacemos un Perú mejor. Tomando prestado el eslogan del CADE 2025, es la ciudadanía activa la que mantiene viva a la democracia.
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