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El LUM y las disputas por la memoria




Hace un par de semanas destituyeron al director del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social  Manuel Burga. Algunos sectores se indignaron, otros celebraron. Hace unos días  leí una entrevista que le hizo Jackeline Cárdenas para Ojo Público. En la introducción de la entrevista se introduce ya una de sus afirmaciones: “El país está peleando por desaparecer el LUM, cuando debería fortalecerlo” de acuerdo, en parte. Pues NO, no es el país. 


Entonces me animo, por un lado, a dialogar con lo que afirma Burga en esa entrevista teniendo en mente qué roles imagino, podría jugar un espacio como el LUM en la construcción de un país verdaderamente democrático, que respete los derechos humanos de todas las personas y en paz. Por otro lado, pienso que hay que reflexionar sobre esta decisión del gobierno y mirarla de forma más integral, tratando de articularla a todo lo que ha venido pasando en estos dos últimos años.


En la primera parte de la entrevista reflexiona sobre la decisión de su destitución y cómo habría sido el proceso. Hablaré de eso en la última parte de este artículo. Quiero comenzar con las reflexiones que hace en torno al LUM sus enfoques, objetivos y roles en la construcción de una sociedad democrática. En una parte de la entrevista el señor Burga afirma que el LUM es un espacio dedicado a la memoria de las víctimas, pero rápidamente deja claro a quiénes se refiere: “son museos de las víctimas, de los que han sufrido afectaciones, sea de cualquier bando, dentro del grupo de las fuerzas contrasubversivas o dentro de la población civil. Personas que han sido afectadas por la violencia. En ninguno de los museos se celebra otra cosa. Son museos de las víctimas.” 


Mantener este enfoque centrado en las víctimas, el mismo enfoque de trabajo que el de la CVR, hace mucho ha encontrado sus límites. Por un lado, porque luego de culminado el proceso de la CVR el entramado legal elaborado con el objetivo de reparar a las víctimas de manera individual y colectiva ha sido y es excluyente. Esto ha dejado fuera de esa categoría a muchas personas, como los ex militantes de SL, el MRTA y sus familiares, a pesar de que hayan sido torturadas, asesinadas, desaparecidas, retenidas en prisiones inhumanas. Muchas violaciones a los ddhh siguen impunes. Así no construiremos un país democrático, justo y en paz.


Por otro lado, ese enfoque no nos permite avanzar. Sigue imponiéndose una narrativa en la que el único saldo de ese periodo es el dolor. Lo dice el mismo Burga: [El LUM] “Está para indignarnos por los daños de la violencia y de los perpetradores que no tuvieron límites, como Sendero, el MRTA y ciertas patrullas del Ejército y de la Policía.” Así no podemos avanzar, ya no aporta a entender de manera más compleja qué pasó durante la guerra interna, sus causas, y también las consecuencias en el presente. 


Burga continúa diciendo que al sacarlo se estaría dando la posibilidad de imponer una nueva narrativa para el LUM, una nueva de memoria. No sé bien qué es lo nuevo. Lo que tenemos en el Perú, en general, es una disputa entre memorias. Y en particular dentro del LUM esa disputa ya estaba inclinada hacia la memoria de la pacificación neoliberal, enarbolada por las FFAA, la CONFIEP y partidos políticos de derecha, todos en torno al fujimorismo que los articula y cohesiona. La destitución de Burga es una victoria más de estos grupos.


Digo que no encuentro lo nuevo porque esa memoria de la pacificación neoliberal tiene en común con la del LUM el discurso del terrorismo: centrar en SL y el MRTA todo lo malo que vivimos. Burga lo deja explícito cuando afirma que el LUM “está para indignarnos por los daños de la violencia y de los perpetradores que no tuvieron límites, como Sendero, el MRTA y ciertas patrullas del Ejército y de la Policía.”


Ese es el discurso de los errores cometidos por las FFAA, que habla de hechos aislados negando que sí hubo políticas y prácticas sistemáticas de terrorismo de estado. Hay sentencias que demuestran cómo los grupos paramilitares fueron directamente organizadas desde las altas instancias de los diferentes gobiernos. Sino hubo políticas sistemáticas de terrorismo de estado ¿qué es entonces el uso sistemático de las torturas? ¿Que son entonces las esterilizaciones forzadas?


Luego nos dice que en el LUM “se presentan la diversidad de memorias, y eso es lo rico y lo importante. Porque también hay memorias de la Policía, del Ejército, de las fuerzas contrasubversivas. Todo ello confluye.” ¿Y las memorias de los subversivos? Sin esas memorias no podemos realmente hablar de diversidad de memorias, pues esas tres mencionadas por Burga confluyen en una misma lectura de lo sucedido. Al final, en el LUM se fueron promoviendo las memorias de ciertos grupos, mientras que se excluían las memorias de las personas subversivas. Esto no refleja un espacio inclusivo.


Finalmente afirma que el LUM “No es un lugar de epistemología, de creación de discursos, sino de recepción de discursos.” Podríamos estar de acuerdo en esta función, pero el problema radica por un lado en que desde hace un tiempo viene recepcionando solo ciertos discursos, los de los policías y militares. Pero además es problemático porque… CLARO que debería hacerlo ¡Eso es lo que toca! Crear nuevas narrativas, nuevas memorias. 


Para mí el rol del LUM debería ser el de poner en diálogo todas las memorias. Sería a partir de ese diálogo que se irían creando nuevos discursos, nuevas narrativas más plurales sobre lo que pasó y su impacto en el presente. Un diálogo que permita la crítica a todos los actores implicados directamente en la violencia política que vivimos. Pero que eso no signifique terruquear, es decir deslegitimar y anular a quienes fueron parte de los actores armados, y que por sus roles ya han sido condenados a largos años de prisión o de exilio, por ejemplo. 


Sí, como dice Burga, habría que fortalecer el LUM. Pero para ello hay que luchar, no contra el país, sino contra los grupos que enarbolan la memoria de la pacificación neoliberal. Aquellos que promueven esa memoria no proponen solo una lectura del pasado, lo que proponen es un proyecto de país. Y desde hace dos años, han reeditado y mejorado el proceso de los 90: dieron un golpe de Estado, elaboran de facto una nueva constitución, reprimen toda protesta, asesinan y terruquean para que todo quede en impunidad.


A esos grupos no los podemos combatir mientras solo actuemos a la defensiva. Solo los venceremos cuando afirmemos un discurso que incluya nuevas narrativas, nuevas memorias. Cuando a partir de todo eso vayamos construyendo un proyecto país verdaderamente democrático, en el que los derechos humanos sean realmente para todas las personas. Un país donde toda persona pueda vivir dignamente.


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