Trump
- Alonso Núñez del Prado Simons
- 15 abr
- 3 Min. de lectura

Si tuviera al frente a Trump le recomendaría que tomara un curso acelerado de Derecho internacional y otro de historia, entre otras muchas cosas, aunque dudo que me oyera y menos que me hiciera caso. Las personas que se les sube el poder a la cabeza y se marean pierden perspectiva. La historia está poblada de ellas. Nerón es un caso, Hitler y Stalin otros.
El curso de Derecho internacional debería servir para que advierta que no es el rey del mundo y puede hacer lo que le parezca, aunque así lo crea. En cuanto al curso de historia podría servirle en varios aspectos, pero en especial para dos. El primera para que se percate que la inmigración es un fenómeno que se ha dado permanentemente en la historia y que no hay manera de detenerla.
Podrá construir muros, deportar a los que fuera, pero los inmigrantes seguirán llegando, porque las empresas norteamericanas los necesitan, les pagan menos y se aprovechan de ellos, además de que los ciudadanos estadounidenses no están dispuestos a hacer determinados trabajos. La segundo, para se diera cuenta que las fronteras, los países y pasaportes son un fenómeno reciente. Fueron inventos que favorecen a determinados intereses, pero que están cercanos a su fin.
Trump se ha olvidado o ha querido olvidarse de que su familia y su esposa también fueron inmigrantes. Lo mismo pasa con los latinos que viven allá y lo apoyan porque como ya legalizaron su situación han decidido patear la escalera. ¿Razones? La única que se me ocurre es que no quieren competidores. Quizá también piensan que la reducción momentánea de la inmigración incrementará sus sueldos.
Resulta iluso oponerse a la globalización. Podrá ralentizarla, pero no puede detenerla y menos revertirla. Está luchando contra la evolución histórica y aunque sea el presidente –él se cree emperador– del país más poderoso del mundo no está en capacidad de oponerse.
Trump ha quebrado la confianza que daban los tratados o contratos internacionales y está procediendo a modificarlos sin acuerdo con la contraparte. Su proceder con Canadá y México son solo un ejemplo. Nos está regresando a un mundo donde lo único que funciona es la ley de la selva: manda el más fuerte y los demás se tienen que someter. El poder se le ha subido a la cabeza, pero la historia demuestra que las personas de sus características siempre terminan mal, pero el daño que está haciendo es grande y costará repararlo.
Es verdad que las relaciones internacionales siempre han sido relaciones de poder, pero Trump lo está haciendo sin tapujos. Al pisotear el sistema jurídico internacional está allanando el camino para que otros lo hagan y eso terminará afectando a todos, pero en especial a los Estados Unidos.
También está perjudicando al sistema jurídico interno de su país al estar abusando de las órdenes ejecutivas que supuestamente existían para situaciones de emergencia por una ley de 1977 que las circunscribía a ‘una amenaza inusual y extraordinaria’. Está creando un precedente que de por sí corresponde al ejercicio de poderes dictatoriales. Ojalá que el sistema judicial norteamericano este en capacidad de ponerle freno, pero lamentablemente será tarde. Se hace indispensable que frente a conductas como la de Trump los jueces pueden actuar también con rapidez, porque está invadiendo los fueros de otros poderes del estado.
Me temo que Trump intentará quedarse más allá de su período siempre que la salud lo acompañe. Felizmente, la edad no lo favorece. De corazón espero equivocarme.
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