Marines norteamericanos desembarcan en Panamá para asegurar control del canal
Ancón, Panamá, 15 de noviembre de 1904 – La llegada de tropas de marines estadounidenses al puerto de Ancón marca un nuevo capítulo en la intervención de Estados Unidos en Panamá, consolidando su control sobre la zona del Canal y evidenciando la estrategia expansionista que ha caracterizado su política exterior en la región.
Este desembarco ocurre en el contexto de la independencia de Panamá, declarada el 3 de noviembre de 1903, tras la secesión de Colombia. Dicho proceso contó con el respaldo clave de Estados Unidos, que desplegó buques de guerra en el istmo para impedir la intervención del ejército colombiano. Apenas días después de la independencia, el gobierno panameño, liderado por Manuel Amador Guerrero, firmó el Tratado Hay-Bunau-Varilla, negociado por el abogado francés Philippe Bunau-Varilla en representación de Panamá, pese a que este no residía en el país ni tenía vínculos directos con el nuevo gobierno.
El tratado, ampliamente criticado por su carácter desigual, otorgó a Estados Unidos el control perpetuo sobre una franja de diez millas de ancho conocida como la Zona del Canal. A cambio, Panamá recibió un pago inicial de 10 millones de dólares y una renta anual de 250,000 dólares, cifras consideradas irrisorias frente al valor estratégico y económico de la región. Además, el acuerdo concedió a Estados Unidos el derecho a intervenir militarmente en Panamá para "garantizar su independencia", una cláusula que muchos interpretaron como una herramienta para justificar ocupaciones como la de Ancón.
El desembarco de los marines busca garantizar el control absoluto sobre las obras del canal, que habían iniciado en 1904 bajo la dirección del ingeniero John Frank Stevens y la supervisión del presidente Theodore Roosevelt. Aunque el proyecto se presentaba como un avance para el comercio mundial, la presencia militar estadounidense en territorio panameño ha sido percibida por sectores locales como una imposición colonial.
Líderes panameños como Belisario Porras y otros críticos del tratado han señalado que la presencia militar estadounidense representa una violación a la soberanía nacional. Por su parte, Roosevelt defendió las acciones de su gobierno aludiendo a la doctrina del "Destino Manifiesto", justificando la intervención como parte de la misión histórica de Estados Unidos de promover el progreso y el orden en el hemisferio occidental.
Sin embargo, la ocupación de Ancón ha dejado al descubierto las desigualdades implícitas en la relación entre ambos países. Mientras Estados Unidos controlará y explotará el canal con enormes beneficios, Panamá se enfrenta a una creciente dependencia económica y a la pérdida de control sobre su propio territorio.
La situación ha generado tensiones internas. Aunque el gobierno panameño ha intentado mostrarse como un aliado de Washington, los movimientos nacionalistas comienzan a cobrar fuerza, denunciando el tratado como una venta de la soberanía del país. Los trabajadores locales, en su mayoría panameños y antillanos, que participan en la construcción del canal, también han enfrentado condiciones laborales extremadamente precarias, lo que contribuye al descontento.
El desembarco en Ancón no solo simboliza el inicio de una presencia militar duradera en Panamá, sino que también pone de manifiesto las profundas asimetrías que caracterizan la política exterior estadounidense en América Latina. Para algunos, es un recordatorio de las promesas incumplidas de independencia y desarrollo; para otros, un precedente de la subordinación de la región a los intereses de una potencia extranjera.
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