Los demonios detrás del Celta
- Alonso Núñez del Prado Simons
- 26 abr
- 4 Min. de lectura

Un fresco sobre la condición humana y la maldad.
Cuando empieza regir la ley del más fuerte, brota la barbarie, el salvajismo.
Contra lo que en su momento opinaron algunos críticos, me parece que El sueño del celta es una novela mayor de Vargas Llosa. Los temas involucrados están todavía hoy vigentes: la explotación social y menosprecio por las tribus amazónicas y africanas, su justificación en su ‘atraso’, en considerarlos unos salvajes que están más cerca de los animales que de los otros seres humanos; pero también las empresas que tienen por objetivo sólo el lucro y a cuyos accionistas, directores y ejecutivos, no les importa otra cosa que el balance de fin de año y tienen la ética como ajena a los negocios o más bien como un problema que no se atreven a enfrentar, porque no sería ´políticamente correcto’. El mundo todavía está lleno de Aranas y, por desgracia de muy pocos Casement. Y por supuesto, el tema del poder, tan frecuente en la obra del escribidor está presente una vez más. Un poder que es ejercido para el bien (defender a los pueblos amazónicos), pero también para el mal (tener sometida a Irlanda y matar a Casement por oponerse).
La novela me pareció dura, desde que a capítulos intercalados uno se ve obligado a acompañar a un justo al patíbulo. Roger Casement fue sin duda un justo, un hombre que con los claroscuros de todo ser humano, entregó su vida a las causas que no son rentables y más bien le granjearon muchos enemigos. Al denunciar los abusos de los caucheros en el Congo de Leopoldo II y después en la Amazonía, arriesgó su vida, además de afectar seriamente su salud.
Estoy seguro de que toda la homofobia reinante se sentirá afectada por un héroe homosexual, que fue una de las causas por la que Casement fuera olvidado y condenado hasta los sesenta, como lo señala MVLL en el Epílogo. Creo que muchos lectores, a pesar de identificarse con las causas, no han podido hacerlo con el personaje por las mismas razones. Y ese es otro mérito de la novela, traer al recuerdo un personaje que, como Wilde, fue maltratado y condenado por una sociedad con doble moral. La novela nos enfrenta con este visceral rechazo a los homosexuales con que hemos crecido (me incluyo). Creo haberlo superado en el plano intelectual, aunque no del todo en el emocional.
Como el mismo Vargas Llosa ha reconocido, sin ser consciente, ha traído a colación en su obra, temas que le son caros, logrando identificarse con el protagonista. Tanto que no es difícil encontrar paralelos en muchos aspectos. En una entrevista publicada en El Comercio[1], Enrique Planas le recuerda que, como él, Casement también encuentra la felicidad en el recuerdo de la familia materna, tiene una íntima complicidad con su prima, de joven es un convencido de la causa colonial y queda desencantado en su viaje a África, como le ocurrió a MVLL con el socialismo y Cuba, incluso la decepción de Henry Morton Stanley se parece a la que el novelista tuvo respecto de Sartre, aunque esto último, me parece a mí más discutible. Creo, sin embargo, que hay otro tema de especial importancia y es el de sentirse malinterpretado e incomprendido en sus luchas y batallas. Vargas Llosa, se ha sentido así muchas veces, como quedó claro en su discurso al recibir el Premio Nóbel. Podemos encontrar en ambos esa pureza en el actuar que pocos comprenden, ya que les resulta extraña y los sorprende, porque difícilmente la hallan en otros seres humanos, aunque los hay por allí, desconocidos y anónimos.
Esta es una de las novelas de MVLL más clásicas y con menos innovaciones formales. Salvo el intercalar de los capítulos de los últimos días de Roger Casement en su celda de la prisión de Pentonville, que ya ha usado en otras novelas, ésta es más bien clásica, en su estilo y proceso narrativo. Y si bien los peruanos podemos extrañar esos diálogos que nos suenan tan reales (nunca impuestos o falsos) de sus primeras novelas. No podía ser de otra forma por los ambientes y el tema. Como con reiteración ha dicho MVLL la forma la impone el tema. La obra está bien lograda, como correspondía a un escribidor de la experiencia y trayectoria de este gran maestro.
El sueño del celta será recordada como una de sus grandes obras, uno de los acercamientos mayores al sueño de MVLL: la novela total. En ésta se recrean mundos y ambientes muy diversos, la Europa de siglo XIX, África del colonialismo feroz y despiadado en nombre la civilización, la explotación de la Amazonía y sus habitantes, la Irlanda en sus primeras luchas revolucionarias y el Londres del Foreign Office, entre otros suman una cantidad de escenarios tan diversos y diferentes, que la novela constituye todo un mundo.
Los personajes y relaciones de Roger Casement, también rememoran ciertas vivencias de la biografía del autor. Hay amigos muy cercanos que nunca llegan a comprender la lucha del protagonista por la independencia de Irlanda y hasta lo consideran un radical. Aquí el tema del nacionalismo, tan reiteradamente criticado por MVLL, aparece un tanto enrevesado, porque si bien es cierto queda clara la actitud poco realista de Casement —es especial con relación a la participación de Alemania— no se puede dejar de simpatizar con la causa, que nos lleva a sentir antipatía por la conducta del Imperio Británico.
En suma, una novela del más alto nivel, que hizo honor al Nóbel, premio con que nuestro mayor novelista fue galardonado poco antes de su publicación.
[1] El domingo, 02 de enero de 2011 en la Págs. c
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