La Iglesia Católica y la economía
- Alonso Núñez del Prado Simons
- hace 4 días
- 3 Min. de lectura

Los críticos a ‘Laudato Si’ del Papa Francisco la leyeron desde la economía y esa no es la pretensión de la encíclica, ni la del pensamiento cristiano que desde Jesús de Nazaret busca la realización del ser humano y, la economía, es sólo un medio para alcanzarla y aunque relevante, no es el más importante.
El llamado cristiano es al seguimiento de Jesús, que más que una filosofía es una vida, seguir su ejemplo, la búsqueda de la Verdad en el fondo de uno mismo para luego ser fiel a ese hallazgo que debería ser la misión de cada persona, entendida como un camino de fidelidad a nuestros más hondos anhelos. Esa vida tendría que ser entendida como la realización en la entrega a los otros. El ser humano se hace mejor a si mismo tratando de que el prójimo, las otras personas, estén mejor en especial los más necesitados. La realización, entonces, no es individual, sino grupal y debería ser entendida como la del género humano y su entorno, la Tierra en que vivimos.
Lo que acabo de exponer es lo que está detrás en ‘Alabado seas’, pero que desde la visión ‘economicista’ es olvidada, muchas veces inconscientemente, por la sencilla razón de que no está en su campo de visión, contradice sus valores y toda su estructura mental, que son los vigentes en el mundo actual en que el dinero – rememorando al bíblico becerro de oro – es el valor supremo.
El problema es que los críticos, especialmente los economistas, tienden a equiparar la propuesta con la marxista en la que lo que falló fue la planificación económica central. Se tiende a hacer una dicotomía maniquea entre capitalismo y comunismo como si no hubiera importantes matices y otras alternativas derivadas de éstos. Así el capitalismo que defienden no tiene nada que ver con el que criticó Marx, el de hoy está teñido de socialismo. Las revoluciones rusa y china causaron tanto temor en el siglo XX que el capitalismo tuvo que hacer concesiones, presionado por los sindicatos y la ‘amenaza comunista’, que lograron que hoy existan las 8 horas de jornada laboral, las vacaciones, la seguridad social, etc.
En la concepción cristiana la forma en que el ser humano crece es entregando su vida a la realización de todos. La competencia, el apropiarse de más de lo que uno necesita mientras otros pasan miseria, por más que se cree ‘riqueza’, que es la lógica de la civilización vigente, son contrarios a los deseos del Padre que quiere que todos sus hijos tengan lo necesario. Resumiendo, hay una enorme diferencia en la concepción ontológica. Para el cristianismo el ser humano puede ser mejor que el homo lupus de Hobbes.
¿Hay alguien que pueda decir que el sistema actual nos haga mejores, más humanos y más felices? Vale la pena recordar esa frase de Jesús: “No sólo de pan vive el hombre…” (Mt. 4,4).
Francisco sostiene que la forma de vida actual no nos esté llevando por buen camino, pero no, obviamente, en el sentido económico, como algunos han pretendido entenderlo, sino en uno mucho más amplio, el humano, el de la realización como personas, en el que cada uno crece al hacer mejor la familia, el grupo, la sociedad en que vive y, en consecuencia, a toda la humanidad. La idea es que lo que logremos sea para todos, pero no porque el Estado nos lo quita, sino porque nosotros libremente lo compartimos. Se trata de un camino en apariencia más difícil, pero que cuando nos demos cuenta de sus ventajas fluirá con facilidad.
Ya conocemos los contra-argumentos: ‘Esos son sueños imposibles, utopías de idealistas que jamás se lograrán’, pero todos en el fondo intuimos que ese camino es el que deseamos porque es el único que nos hará felices en el sentido de hacernos mejores seres humanos que construirán lo que Jesús llamó el ‘Reino de Dios’.
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