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La epidemia que desnudó la incompetencia del Ministerio de Salud

Actualizado: hace 21 horas


“Cada brote infeccioso revela tanto del estado inmunológico de una sociedad como de su sistema de gobierno”.— Declaración en la Conferencia Mundial de Salud Pública, 2023.


La epidemia de Tos Ferina 2025 es, confirmado, la peor epidemia de Tos Ferina de la historia del Perú. A finales de mayo (específicamente a la semana epidemiológica 22 del 2025), el Perú ha registrado más de 908 casos sintomáticos notificados de tos ferina, lo que representa incremento del 26% comparada con la semana previa.


A pesar de la enormidad de estas cifras, esta epidemia es, sin atenuantes, el peor síntoma del desprecio que manifiesta el régimen de Dina Boluarte por la salud pública y la alerta de la crisis de incompetencia que impera hoy en día en el Ministerio de Salud. Esta historia que ahora estremece es una verdad incómoda que debe ser contada: esta epidemia no es producto del azar epidemiológico, sino del abandono sistémico de la salud pública por un gobierno mezquino a quienes la salud y la vida de los Peruanos les importa un carajo.


El brote que nadie quiso prevenir


La tos ferina, es una enfermedad inmunoprevenible que el mundo civilizado ha logrado mantener a raya por décadas, pero que hoy se propaga de manera imperdonable por más de 18 regiones del Perú. El 70% de los casos notificados de Tos Ferina, que sólo son la punta de un iceberg de una base muy ancha, se concentran en Loreto, epicentro también de otras desigualdades, seguido de Lima, Cajamarca y Cusco. El 82% de los infectados son menores de 10 años, y ya han fallecido 10 lactantes, todos víctimas de un régimen incapaz de protegerlos con un esquema de vacunación completo.

No estamos ante una catástrofe inesperada. Estamos ante la consecuencia directa de una política negligente que ha relegado a segundo plano la prevención, la vacunación y la vigilancia epidemiológica, y que trata a los Peruanos más vulnerables como ciudadanos de tercera categoría…


Vacunas en caída libre


La cobertura de vacunación de la vacuna pentavalente —vacuna que nos protege además de contra la tos ferina, contra difteria, tos convulsa, tétanos, influenza tipo b y la hepatitis B — ha caído a niveles alarmantes. Según el Ministerio de Salud solo el 33.2% de los niños han recibido el esquema completo, muy por debajo del rango meta que para finales de junio debería alcanzar el 48% (o 8% mensual) necesario para que a final del año, se alcance el 95% que garantiza la inmunidad colectiva.


Este desplome no es un normal, dicho fuerte y claro, es el síntoma patognomónico de la crisis de incompetencia que viene destruyendo el Ministerio de Salud desde adentro. Bajo el régimen de Dina Boluarte, el Ministerio de Salud ha sufrido una crisis crónica de gobernanza, marcada por la improvisación, la designación de ministros de salud incompetentes y la rotación incesante de funcionarios clave y la destrucción de sus pocas islas de excelencia como el programa de vacunación. La salud pública no solo ha dejado de ser una prioridad: ha sido activamente saboteada por la corrupción y la mediocridad política.


Un ministerio sin brújula


La conducción actual del MINSA ha demostrado estar completamente desbordada por la magnitud del brote. No se han activado campañas masivas de vacunación oportunas, no se ha desplegado un cerco epidemiológico eficaz y, lo más grave, no se ha dicho la verdad con la urgencia que el país merece. Mientras los casos se disparan las autoridades sanitarias salen a mentir descaradamente diciendo que el brote está controlado y que ya pasó lo peor.

Frente a una epidemia que arrasa con las comunidades más olvidadas del país, el Ministerio actúa como si no tuviera pulso ni memoria.


La sombra del negacionismo


Como si la incompetencia no fuera suficiente, hay otro actor en escena cuya influencia crece al compás del vacío estatal: el movimiento antivacunas. Grupos organizados, enquistados en iglesias evangélicas y grupos conspiranóicos, articulados en redes sociales y con fuerte presencia en territorios vulnerables como la Amazonía, han sabido explotar el silencio oficial para infectarnos con su mensaje de desinformación. En algunas comunidades, han convencido a madres y padres de que vacunar a sus hijos es “un riesgo innecesario impuesto por el tercer orden mundial”.


Lo trágico es que no lo han hecho solos. Lo han hecho en complicidad con la omisión del Estado, que ha abandonado las estrategias de comunicación pública, ha reemplazado al personal técnico por recomendados y partidarios, y ha permitido que el rumor reemplace a la evidencia.


Datos que deberían ser un escándalo


Estos son los datos que deberían abrir todos los noticieros y encabezar todos los discursos del Gobierno:


  • 908 casos acumulados, con un crecimiento del 26% en solo siete días.

  • 10 muertes infantiles, todas menores de un año sin vacunas completas.

  • Cobertura de vacunación pentavalente en 33.2%, la segunda más baja de Latino América según la Organización Panamericana de la Salud.

  • 82% de los casos en niños menores de 10 años.

  • 70% de los contagios en Loreto, una región históricamente olvidada por las políticas sanitarias centralistas.


No son estadísticas. Son señales de alarma. Son vidas truncadas por decisiones —o indecisiones— políticas.


Un deber moral: ¡vacunar a nuestros niños!


Frente a esta tragedia, no podemos quedarnos en el lamento sino que debemos pasar a las acción. Es imperativo recuperar la confianza ciudadana en la vacunación lo que exige algo más que videítos de Tik Tok. Se requiere de una campaña de vacunación masiva con campeones que hablen con la verdad, presupuesto suficiente, brigadas que lleguen a los rincones más remotos, y una voluntad política que coloque la salud por encima del cálculo electoral.

Es imprescindible que el gobierno active, sin demora:

  • La renuncia inmediata del Ministro de Salud y el nombramiento de un ministro y autoridades competentes.

  • El lanzamiento de campaña nacional de vacunación con enfoque territorializado, priorizando a las regiones más afectadas como son Loreto, Cajamarca, Cusco y Lima.

  • El fortalecimiento de los equipos de inmunizaciones, con personal capacitado y empoderado.

  • La implementación de un sistema de inteligencia sanitaria, capaz de anticipar y contener brotes.

  • Una estrategia comunicacional contra los antivacunas, que utilice influencers locales, radios comunitarias y campañas multilingües basadas en evidencia.


¿Y si fuera tu hijo?


Cierro este texto con una imagen que me persigue: una madre, en un centro de salud de Datem del Marañón, en el corazón de la Amazonía Peruana, abrazando el cuerpo sin vida de su bebé, que murió sin haber recibido una sola dosis de la vacuna que le habría salvado la vida. No porque ella no lo amara, sino porque quienes llegaron a su comunidad le dijeron que no vacune a sus hijos porque las vacunas no sirven...


Cada niño no vacunado es una víctima de un régimen que ha priorizado su impunidad sobre la salud pública. Y cada muerte por tos ferina en el 2025 es un testimonio doloroso del precio que pagamos por aceptar vivir en una democracia que ya no es democracia.


El Perú no puede seguir naturalizando lo inaceptable. No podemos permitir que la historia registre esta epidemia como una desgracia inevitable.


El peor brote de tos ferina de nuestra historia fue evitable. Y aún estamos a tiempo de detenerla. Si amas a tus hijos de verdad: ¡Vacúnalos!

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