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Golpe en Argentina militares derrocan a Isabel Perón y el fascismo se impone





Buenos Aires, Argentina, 24 de marzo de 1976. En un giro dramático de los acontecimientos, las Fuerzas Armadas de Argentina han llevado a cabo un golpe de Estado que ha derrocado al gobierno constitucional de Isabel Perón, estableciendo una junta militar con un claro corte fascista. El golpe, justificado como una medida para frenar la violencia subversiva, ha provocado el desmembramiento de las instituciones democráticas y el inicio de un régimen autoritario que promete erradicar la oposición mediante el uso sistemático de la represión.


El contexto político y la respuesta del gobierno de Isabel Perón


La situación en Argentina durante los últimos años ha estado marcada por la inestabilidad y el caos. Tras la muerte de Juan Domingo Perón en 1974, su esposa Isabel Perón asumió la presidencia, pero su gobierno se vio rápidamente debilitado por la creciente inflación, el desempleo, y una profunda crisis económica. La violencia política también escaló considerablemente con la activación de guerrillas como los Montoneros, de ideología peronista revolucionaria, y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que luchaban contra el gobierno y las fuerzas de seguridad.


En respuesta, Isabel Perón creó la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), una organización paramilitar que se encargó de perseguir, torturar y asesinar a aquellos considerados “subversivos”, principalmente militantes de izquierda, sindicalistas y estudiantes. Esta política de represión, que acabó por deslegitimar aún más al gobierno, agravó la polarización en el país y dio a los militares la excusa para intervenir.


El golpe de Estado y el ascenso de la junta militar


El golpe de hoy fue ejecutado por un grupo de oficiales militares, respaldados por sectores conservadores de la sociedad, incluidos empresarios y políticos de derecha, que consideraron que el gobierno de Isabel Perón ya no podía garantizar el orden en el país. A las primeras horas de la madrugada, el ejército tomó el control de Buenos Aires y otras ciudades clave, arrestando a la presidenta y a varios miembros de su gabinete.


El nuevo régimen está encabezado por el general Jorge Rafael Videla, quien ha tomado el poder como presidente de facto. Este régimen militar ha sido descrito por sus primeros actos como un gobierno de corte fascista, dado su fuerte autoritarismo, nacionalismo extremo y la represión de cualquier forma de disidencia. Videla, junto con los otros miembros de la junta militar, ha prometido restaurar el “orden” y eliminar a los grupos guerrilleros mediante una feroz campaña de represión.


La “lucha contra la subversión” y la represión sistemática


La justificación oficial del golpe es la “lucha contra la subversión”, una narrativa que se utiliza para legitimar la represión indiscriminada. Bajo el pretexto de erradicar a los guerrilleros, el gobierno de facto ha comenzado a implementar un régimen de terror que se manifiesta en la desaparición forzada de personas, torturas y ejecuciones extrajudiciales. En las primeras horas del golpe, miles de personas ya han sido detenidas, y se teme que muchas de ellas nunca regresen.


A partir de este momento, la junta militar llevará a cabo lo que se ha llamado el “Proceso de Reorganización Nacional”, que busca consolidar el poder mediante la eliminación de cualquier oposición política y social. La represión se dirige principalmente contra los militantes de izquierda, pero también afecta a los sectores democráticos y a las voces disidentes dentro de las fuerzas armadas.


El carácter fascista del nuevo régimen

El régimen de Videla se ha caracterizado por su corte claramente autoritario y fascista, con políticas de censura de los medios de comunicación, represión de los sindicatos, persecución de los opositores políticos, y el control absoluto sobre las instituciones del Estado. En este sentido, el nuevo gobierno no solo es militarista, sino que también promueve una ideología ultranacionalista y conservadora, que pretende restaurar un orden basado en valores tradicionales y el rechazo al “comunismo” y la “subversión”.


La Triple A que fue creada durante el gobierno de Isabel Perón, en muchos aspectos, se convierte en el modelo de actuación del nuevo régimen, con la diferencia de que ahora el control de la represión es aún más centralizado, y los militares han dado un paso más allá al instaurar un estado de excepción a nivel nacional. El uso de la tortura como herramienta de control social y político será uno de los elementos más notorios de este gobierno fascista.


La comunidad internacional y las reacciones


A nivel internacional, el golpe ha generado una rápida condena de parte de los países democráticos, aunque algunos, como Estados Unidos, han optado por una postura más cauta, preocupados por las repercusiones en el contexto de la Guerra Fría. A pesar de las críticas, sectores de la derecha internacional parecen ver el golpe como una forma de detener la expansión de la izquierda en América Latina.


El futuro de Argentina es incierto. Si bien los militares aseguran que este es un paso necesario para restaurar el orden, la sociedad argentina enfrenta ahora un régimen que amenaza con eliminar las libertades civiles, reprimir a la oposición política, y perpetuar un control autoritario sobre el país. Las primeras señales del golpe apuntan a una dictadura con claras reminiscencias de los regímenes fascistas europeos de principios del siglo XX, donde la violencia, el ultranacionalismo y el autoritarismo serán las principales características de este nuevo orden en Argentina.


La resistencia y el futuro de la democracia


Mientras la junta asume el control, organizaciones de derechos humanos y grupos de resistencia comienzan a organizarse en la clandestinidad para enfrentar lo que se perfila como uno de los periodos más oscuros de la historia argentina. La democracia, tan recientemente alcanzada, parece estar en peligro, y las calles de Buenos Aires comienzan a llenarse de incertidumbre y temor.

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