Educación y salud mental: un compromiso de todos
- Rafael de la Piedra Seminario
- hace 24 horas
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“Sin salud mental no hay salud”, afirmó la Organización Mundial de la Salud. Esta frase resume algo que muchas veces olvidamos y no le damos la importancia que merece: podemos cuidar la salud corporal, alimentarnos saludablemente, hacer ejercicio y llevar una vida sana; pero si descuidamos la mente, nuestro equilibrio personal se puede quebrar. Con frecuencia escuchamos expresiones como: “es solo estrés, ya se le pasará” o “él es así, muy emotivo”. Estas frases encierran una concepción limitada de lo que realmente significa la salud mental.
La pandemia de la COVID-19 demostró que no podemos seguir descuidando este aspecto: el confinamiento, la incertidumbre y la pérdida de seres cercanos aumentaron la ansiedad y la depresión en todas las edades (OPS, 2020). Y sus efectos no deben tomarse a la ligera.
¿Qué es la salud mental? Se define como un estado de bienestar en el que la persona reconoce sus capacidades, puede afrontar las tensiones habituales de la vida, trabajar de forma productiva y contribuir a su comunidad (OMS, 2022).
Pensemos, por ejemplo, en un estudiante durante los exámenes finales: se siente tenso y nervioso. Si cuenta con estrategias de autocuidado, apoyo familiar y seguridad en sí mismo, podrá controlar el estrés y alcanzar sus metas sin mayores dificultades. Incluso, una dosis de tensión puede ser positiva para superar obstáculos. Sin embargo, si carece de recursos emocionales, esa misma situación puede desencadenar cuadros de ansiedad, insomnio, depresión o incluso trastornos psicosomáticos.
El problema surge cuando no se reconocen ciertos indicadores emocionales, que pueden escalar y convertirse en patologías graves. Por ello, la prevención y la detección temprana son cruciales. La familia es el primer entorno donde deben encenderse las alertas. Los padres han de estar atentos a cambios en el comportamiento de sus hijos: aislamiento, irritabilidad, bajo rendimiento escolar o alteraciones en el sueño y la alimentación. No se debe normalizar lo que no es normal; cuando los síntomas persisten, es necesario acudir a un profesional. Acompañar y escuchar sin juzgar son acciones que pueden marcar la diferencia en la vida de cualquier persona.
En la escuela, los estudiantes enfrentan desafíos como el acoso escolar, la presión académica y, cada vez con mayor frecuencia, la sobreexposición a las redes sociales. Si estas situaciones no se abordan, pueden dejar heridas emocionales que perduren en la adultez. Por ello, fomentar habilidades socioemocionales como la empatía, la resiliencia o la comunicación asertiva debería formar parte de la educación básica. Se trata de ofrecer a los estudiantes herramientas de gestión emocional para afrontar sus propias experiencias.
En la universidad, la salud mental cobra especial relevancia, pues el paso de la adolescencia tardía a la adultez está marcado por la presión académica, la competencia y la incertidumbre sobre el futuro. Muchos jóvenes experimentan síntomas de burnout, ansiedad o depresión, pero los silencian al “normalizar” sus estados emocionales o al restarles importancia. Las universidades deberían implementar servicios de asesoramiento y programas de prevención, y los estudiantes comprender que pedir ayuda no es signo de debilidad, sino un acto de responsabilidad personal.
En el Perú, a pesar de algunos avances en el reconocimiento del problema y en la implementación de programas institucionales para el manejo de trastornos emocionales, persisten barreras sociales y culturales para acceder a los servicios de salud mental. La escasez de psicólogos en colegios públicos, la falta de recursos, el estigma y las desigualdades sociales dificultan la prevención y la atención temprana. Según datos del Ministerio de Educación, solo hay 679 psicólogos para más de 51 mil colegios públicos a nivel nacional, aunque la Ley 29719 exige al menos uno por institución.
Es urgente mejorar los mecanismos de detección temprana y prevención mediante tamizajes regulares y protocolos eficaces. También se requiere fortalecer el número de profesionales especializados, así como mejorar la infraestructura y la accesibilidad geográfica a los servicios. Igualmente, es clave capacitar a los docentes y promover el trabajo conjunto con las familias para reconocer señales emocionales, reducir estigmas y derivar oportunamente los casos.
Fomentar la salud mental es, sin duda, una tarea de todos. Necesitamos familias, escuelas y universidades comprometidas, junto con una sociedad que hable de estos temas sin tabúes ni prejuicios. “Sin salud mental, no hay salud”, y cuidarla es el primer paso para construir personas y comunidades más humanas, resilientes y sanas.
Referencias
Organización Mundial de la Salud (OMS). (2022). Salud mental: reforzando nuestra respuesta. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheet/mental-health-strengthening-our-response
Organización Panamericana de la Salud (OPS). (2020). Aspectos psicosociales y de salud mental en el contexto del brote de COVID-19. https://www.paho.org/es/documentos/consideraciones-psicosociales-salud-mental-durante-brote-covid-19
Convoca. (2023). Salud mental: Gobierno solo cumple con el 1% de psicólogos en colegios públicos que recomienda 'ley antibullying'. https://convoca.pe/convive/salud-mental-gobierno-solo-cumple-con-el-1-de-psicologos-en-colegios-publicos-que
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