¿Ya podemos hablar de un giro conservador en el Vaticano?
- Redacción El Salmón
- hace 2 días
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Desde que fue elegido, el nuevo Papa ha generado un clima de expectativa en el mundo católico y en la opinión pública internacional. Su llegada, tras más de una década del papado de Francisco, se percibe como el inicio de una etapa distinta. Lo que todavía no está claro es si se trata simplemente de un cambio de estilo o de un viraje más profundo hacia posiciones más conservadoras. No hay aún declaraciones doctrinales que lo confirmen, pero las primeras señales —gestos, audiencias programadas, símbolos— han encendido el debate sobre si la Iglesia está dejando atrás el espíritu reformista que marcó el pontificado anterior.
El peso de los gestos: del auto de alta gama a la agenda de visitas
Uno de los elementos que más atención mediática generó al inicio del pontificado de Leo XIV fue la presentación de su nuevo vehículo papal: un popemóvil blindado y eléctrico, fabricado por Mercedes-Benz, parte del patrimonio oficial de la Santa Sede. No se trató de una elección personal fuera de protocolo, pues el Vaticano dispone de una flota para distintos fines y este modelo había sido encargado antes de su elección. Sin embargo, la imagen de un automóvil de alta gama contrastó con el estilo adoptado por Francisco desde su primer día, cuando renunció a vehículos ostentosos y eligió desplazarse en autos pequeños e incluso usados, convirtiendo esa austeridad en un mensaje político y pastoral de cercanía y sobriedad.
La agenda del nuevo Papa también ha levantado cejas. La noticia de que concederá audiencia privada a Rafael López Aliaga, alcalde de Lima y empresario identificado con posturas ultraconservadoras y de abierta simpatía por líderes de derecha radical, ha sido interpretada por algunos como un guiño a sectores que con Francisco mantenían una relación más distante. Aunque el Vaticano recibe a jefes políticos de distintas orientaciones, la proximidad temporal de esta reunión con el inicio del pontificado refuerza la percepción de un cambio de tono.
Silencio frente al neoliberalismo: la comparación inevitable
A estas alturas de su pontificado, Francisco ya había marcado un perfil inconfundible. Desde los primeros meses denunció “la tiranía invisible e implacable del mercado” y “el capitalismo depredador que descarta personas como si fueran residuos”. No se trataba de declaraciones aisladas: sus intervenciones combinaban el mensaje espiritual con una crítica frontal a las estructuras económicas, incomodando a élites y gobiernos. Defendió, con igual fuerza, la justicia social, la protección del medio ambiente y la dignidad de los migrantes, convirtiéndose en un actor central del debate global.
Ese compromiso se expresó también en América Latina, donde asumió posturas claras frente a la corrupción y la indiferencia de las élites políticas, y en foros internacionales como el Parlamento Europeo y la Asamblea General de la ONU, donde advirtió que un sistema económico “que mata” genera exclusión y degrada el planeta. La publicación de Laudato si’ consolidó su lugar como un líder dispuesto a confrontar el modelo de desarrollo vigente.
El pontífice actual ha elegido un camino distinto. Hasta ahora, su agenda se ha concentrado en tareas internas: reorganizar la Curia, restablecer ciertos protocolos litúrgicos y reforzar el aparato diplomático de la Santa Sede. En el plano internacional, ha evitado pronunciamientos directos contra el orden económico global y ha mantenido un tono más doctrinal, centrado en la unidad de la Iglesia y en la espiritualidad personal.
No es claro si esta diferencia responde a una estrategia de prudencia, a un cálculo temporal o a una convicción ideológica distinta. Por ahora, lo que alimenta el debate no son solo sus gestos y silencios, sino también la selección de sus interlocutores y la ausencia de críticas abiertas al neoliberalismo y a las desigualdades estructurales. La pregunta, aún abierta, es si este estilo marcará un cambio de fondo o solo una pausa en la confrontación que caracterizó a su predecesor.
¿Cambio doctrinal o cambio de prioridades?
Algunos observadores recuerdan que la Iglesia, con Francisco, no modificó su doctrina en temas sensibles como el aborto o el matrimonio igualitario, pero sí promovió un cambio de énfasis: acercamiento pastoral a colectivos marginados, apertura al debate sobre cuestiones morales y un lenguaje menos condenatorio. Con el nuevo Papa, aún es pronto para evaluar si mantendrá ese tono o si volverá a un lenguaje más rígido.
Las señales iniciales parecen apuntar a una revalorización de la ortodoxia y de la disciplina interna. Sus homilías insisten en la obediencia, la jerarquía y la preservación de la tradición, lo que entusiasma a sectores católicos que veían en Francisco una excesiva flexibilización. El riesgo, según analistas, es que esta inclinación pueda revertir algunos de los espacios de diálogo y apertura logrados en la última década.
El debate abierto
El Vaticano, por tradición, es una institución donde los cambios se miden en décadas, no en semanas. Sin embargo, la percepción pública se forma rápido, y los primeros pasos de un Papa se interpretan como señales de rumbo. Los gestos de austeridad de Francisco —desde alojarse en la Casa Santa Marta en lugar del Palacio Apostólico hasta usar zapatos gastados— se convirtieron en símbolos inmediatos de su pontificado. El nuevo Papa, en contraste, no parece apostar por esas señas y, en un mundo saturado de imágenes, eso tiene un peso político.
Desde el inicio, Francisco rechazó los lujos tradicionales: evitó el palacio, renunció a vehículos ostentosos y convirtió sus viajes y encuentros en escenarios de cercanía con los más vulnerables. Ese perfil de pastor en la calle contrasta con la imagen que empieza a consolidarse en torno al nuevo pontífice.
Por ahora, hablar de un “giro conservador” es prematuro, pero no imposible. La expectativa está puesta en sus próximos discursos y decisiones: si mantendrá un perfil bajo frente a las desigualdades económicas, si reforzará vínculos con líderes de derecha y si, en definitiva, tomará distancia de la impronta reformista de su predecesor. Hasta entonces, la pregunta seguirá abierta: ¿el Vaticano vive un cambio de estilo o un cambio de fondo?