¿Qué significa que Washington “descertifique” a Colombia ?
- Redacción El Salmón

- 19 sept
- 3 Min. de lectura

Por primera vez en casi tres décadas, Estados Unidos decidió descertificar a Colombia como socio confiable en la lucha contra las drogas. La noticia, que cayó como una bomba en Bogotá, no sorprendió del todo: desde su llegada al poder, Gustavo Petro ha sido un presidente incómodo para la política antidrogas de Washington. La Casa Blanca lo acusa de no cumplir con las metas de erradicación de coca; él responde que lo que está en juego no son cifras, sino un modelo fracasado que ha sembrado violencia y muerte en Colombia.
Qué significa la descertificación
El término suena técnico, pero sus implicancias son enormes. La descertificación implica que EE.UU. considera a Colombia un país que no coopera de manera suficiente en la lucha contra el narcotráfico. Tradicionalmente, esta medida abre la puerta a sanciones económicas y la suspensión de ayudas financieras y militares. En el caso colombiano, están en riesgo unos 450 millones de dólares anuales en programas de seguridad, defensa y asistencia social.
Washington matizó la decisión con una “exención de interés nacional” para mantener cierta cooperación, pero el mensaje fue inequívoco: la era de la complacencia terminó.
La respuesta de Petro: dignidad antes que sumisión
La reacción de Petro fue inmediata y desafiante. Calificó la medida como “política”, un “chantaje diplomático” que no reconoce los esfuerzos de Colombia en decomisos, destrucción de laboratorios y vidas perdidas en la lucha contra el narcotráfico. En un tono inusual para la diplomacia, su gobierno anunció que Colombia dejará de comprar armas a Estados Unidos, un golpe simbólico pero potente, en un país históricamente dependiente del armamento norteamericano.
La trampa de las cifras
Washington sostiene que Colombia tiene 253.000 hectáreas de coca cultivadas en 2023, un récord histórico. También cuestiona que durante el gobierno Petro la erradicación manual haya sido mínima: apenas 5.048 hectáreas en un año, frente a las más de 60.000 erradicadas en 2021.
Petro responde con otra lectura: esas cifras son el resultado de décadas de una estrategia impuesta desde el norte, que fracasó en su objetivo principal. Ni la fumigación con glifosato, ni la erradicación forzada, ni la militarización lograron reducir el flujo de cocaína hacia Estados Unidos. “Si hay más coca, es porque hay más demanda”, ha repetido el presidente en foros internacionales. Para él, el problema no es Colombia, sino la insaciable sed de cocaína en las calles de Nueva York, Miami o Los Ángeles.
Washington y la doble moral
El discurso estadounidense insiste en que Colombia no hace lo suficiente, pero evita hablar del consumo interno en EE.UU., que ha alcanzado niveles récord. La epidemia de fentanilo ha demostrado que la verdadera raíz de la crisis está en su propio sistema de salud y en una sociedad dependiente de drogas legales e ilegales.
La descertificación se entiende mejor como un movimiento político en la era Trump, que busca retomar control sobre un aliado incómodo y enviar un mensaje al resto de América Latina: la cooperación antidrogas no admite cuestionamientos.
El costo humano y social de la “guerra contra las drogas”
En Colombia, la estrategia promovida por Washington ha dejado un reguero de sangre. Miles de campesinos desplazados por la erradicación forzada, comunidades indígenas afectadas por el glifosato, policías y militares muertos en operaciones que apenas modificaron las estadísticas del mercado global.
Petro insiste en que su apuesta es diferente: desarrollo rural, sustitución voluntaria de cultivos, fortalecimiento de la economía campesina. Es un proceso lento y con enormes desafíos, pero busca romper el círculo vicioso que Estados Unidos ha impuesto por décadas: coca erradicada, coca sembrada de nuevo, violencia repetida.
Riesgos de la ruptura
La descertificación no es solo un golpe político. Si se traduce en recorte de cooperación, podría afectar programas sociales, apoyo a desplazados y proyectos de sustitución de cultivos. En el peor escenario, la retirada de recursos crearía un vacío aprovechado por los grupos armados y las mafias.
Washington lo sabe. Petro también. La diferencia es que mientras uno amenaza con sanciones, el otro prefiere abrir debates incómodos: ¿qué pasaría si en vez de perseguir campesinos en Putumayo, se persigue a los bancos que lavan dinero en Manhattan?
Una batalla por el relato
En el fondo, la descertificación es un choque de narrativas. Para Estados Unidos, Colombia es el culpable de la cocaína que inunda sus calles. Para Petro, Colombia ha sido la víctima de una guerra ajena que le ha costado miles de vidas y un desarrollo truncado.
Lo que está en juego no es solo la cooperación antidrogas, sino el derecho de Colombia a repensar su política sin la tutela de Washington. Petro apuesta a una soberanía incómoda, que busca aliados en otros continentes y que pone sobre la mesa un tema tabú: el fracaso de la guerra contra las drogas.













Comentarios