top of page

“En Cajamarca, los choros salen corriendo para buscar a los policías”

Las rondas urbanas de Cajamarca


ree


Ha leído bien: no se trata de rondas campesinas, sino de rondas urbanas. La frase inicial refleja cómo comenzó a contar un taxista-rondero lo que significa una ronda urbana cajamarquina. Con mucho orgullo, aseguraba que gracias a ellos se siente tranquilidad y seguridad en la ciudad. Y en verdad, caminar de noche por Cajamarca es un paseo sumamente agradable, sin sobresaltos ni miedos urbanos clásicos.


No se trata de una ciudad pequeña y provinciana, como lo era antes; por el contrario, Cajamarca es vital y bastante grande, llena de actividad: la Felicaj (Feria del Libro de Cajamarca), carros y gente local y foránea se mezclan en sus calles.


En el norte, las rondas campesinas no son nada nuevas y son muy comunes. Nacieron como rondas volantes hacia 1770, durante el virreinato, para detener y controlar el contrabando del prohibido tabaco en los difíciles caminos serranos norteños; un contrabando que realizaban hombres y mujeres, por ejemplo, forrando con hojas de tabaco el interior de las monturas. Estas rondas se recrearon y reinventaron en el siglo XIX para frenar, sobre todo, el abigeato y, en general, los robos, además de poner orden en lugares donde la presencia estatal dejaba bastante que desear.


Las rondas campesinas continuaron su labor durante el siglo XX y, para 1980, tuvieron un rol central en la nación, pues implicaron una forma de autodefensa local, completamente funcional, frente a la violencia senderista. Hasta hoy siguen siendo una fuente de orden y tranquilidad: si uno cruza el campo de la sierra norte, siempre aparecerá algún rondero para preguntar qué hace por la zona, y también, estando de paseo por algún lugar difícil y solo, se le puede pedir a los ronderos que lo cuiden. Aunque no se les vea, ellos están.


En los últimos años, y ante la creciente violencia urbana vinculada al alza demográfica, al aumento del tamaño de la ciudad y a la migración —particularmente la inmigración—, se podía percibir un fenómeno en algunas zonas: las rondas campesinas comenzaban a hacerse sentir en las ciudades. Siempre han sido muy respetadas: están muy presentes en Huamachuco, poniendo orden en los alrededores de la ciudad, y las de Zapallal, en la sierra de Huancabamba, Piura, cierran las rutas de acceso entre las 8 p.m. y las 8 a.m. para evitar el tránsito nocturno no deseado de mineros ilegales, camiones de droga y contrabando.


Pero en este caso, ya no se trata de campesinos en la ciudad, sino de gente urbana que se autoorganiza para la defensa social desde la ciudad, como urbanos y no como campesinos.


El taxista-rondero contaba con gran orgullo sobre la Central Única de Rondas Urbanas Fernando Chuquilín, a la cual todos pertenecían; una central que gestiona redes y que señala en su Facebook: “Luchamos contra la delincuencia para garantizar la paz y la tranquilidad de nuestros pueblos y de nuestra sociedad, cultivando los valores”.[1] 


Incluso, el señor taxista-rondero me comentó que él mismo vivía en un lugar al que nadie quería llegar después de las 4 p.m., y que habían pedido ayuda a esta central, que los había organizado, y que ahora el lugar donde vivía era muy tranquilo y cada día más ordenado. También me señaló que se había expulsado a todos los venezolanos que no trabajaban ni buscaban trabajo; todo venezolano u otra persona que trabajara y cumpliera con la ciudad era bienvenido.


Ensueño o no, este mismo señor aseguraba que bastaba con gritar pidiendo ayuda para que se presentaran los ronderos urbanos y buscaran al ladrón. Una vez capturado, se impedía que la policía lo supiera e interviniera —porque se los llevaban y los soltaban al primer o segundo día—; se convocaba entonces a representantes de la central de ronderos, de otros grupos de la ciudad, a los ronderos que habían atrapado al ladrón y se invitaba a la gente local —la que vivía en el lugar donde había sido capturado— para celebrar una suerte de juicio: un juicio popular en el que el grupo decidía el castigo, por ejemplo, el número de golpes, latigazos o palazos que iba a recibir. Todos tenían derecho a voto.


Cierto o no, el informante señaló que, desde el 19 de setiembre, no solo se luchaba contra rateros y otros delincuentes menores, sino también contra raptores, estafadores e incluso extorsionadores; y que ahora debían enfrentar un nuevo reto porque grupos de criminales de mayor envergadura querían ingresar a la ciudad y ellos los iban a detener. Me señaló enfáticamente: “les hemos advertido que los vamos a quemar”. Es decir: la cosa iba en serio; era una amenaza explícita.


Más tarde encontré una entrevista al señor Chuquilín, del 5 de setiembre, que confirmaba lo que el taxista-rondero me había comentado. En poco más de diez días,[2]  el señor taxista-rondero había incorporado en su imaginario todo lo que Chuquilín afirmaba en esa entrevista y coincidía con él en la necesidad de emprender una suerte de guerra social contra la criminalidad.


Resulta interesante ver cómo el pasado, profundo, puede estar tan presente y cómo se revitaliza, se reinventa, en este momento de crisis —o más bien, de policrisis— por el cambio de sistema, desde la modernidad hacia el Antropoceno, y con ello los poderes globales en juego. Una sociedad civil organizada no desde el mundo occidental, sino desde el mundo andino; ¿quién ha dicho que la democracia solo existe a la manera occidental? Como bien señala el economista Amartya Sen, no solo Occidente reconoce organizaciones y derechos para y desde el conjunto social.


Aunque nos pueda parecer aberrante, las rondas suponen una suerte de justicia social organizada y cumplida desde abajo. No muy bien comprendidas, las rondas son una institución que emana del propio pueblo y que pone orden según su criterio, sancionado por la presencia de todos. En este caso, ya no se trata de comuneros —organizados en torno a la vida y los intereses comunes campesinos—, sino de citadinos —no sé si ciudadanos—, partícipes de una ciudad variada y muy heterogénea en intereses.


Todos respetan y acatan la presencia de las rondas, campesinas y ahora urbanas. Las normas y leyes son establecidas desde el grupo organizado y aceptadas por todos. Hundidos en un pensamiento del pasado, los castigos son físicos y marcan la vergüenza y la humillación: el castigado sufre delante de todos, y todos deben sancionar el escarnio. Ama Sua, Ama Kella, Ama Llulla, no desde la policía que lo toma como eslogan, sino desde las percepciones idealizadas de un pasado que, en realidad, ¿existió? El referente es un imaginario que los remonta a un pasado que no conocieron ni conocen, pero que los justifica porque valoran y han reinventado.


No se trata de derechos otorgados a todos, sino, por el contrario, de los derechos de quienes viven en un lugar frente a la presencia de otros, foráneos o extranjeros que no cumplen con las normas de buena convivencia. No es el juego de ciudadanía donde mis derechos y libertades terminan donde comienzan los del “otro”, sino la figura del extraño que rompe y altera las normas del conjunto y que, por eso, debe ser castigado. Peor aún, si es alguien del mismo grupo que vulnera las normas, porque las conoce, no tiene perdón, sobre todo si ejerce autoridad.


Más aún ahora, se les impondrá una suerte de marca de Caín: los van a quemar. Por lo que se sabe de los castigos en el mundo andino antiguo (y en experiencias contemporáneas en el norte del país), “quemarlos” no significa matarlos, sino marcarlos. Se les marca para que la comunidad los reconozca, los segregue y tome precauciones. No hay posibilidad de reivindicación ni de recuperación para el conjunto social: es una muerte civil que los mantiene al margen de la sociedad.


Un pasado reinventado y recreado que se aplica con éxito y aceptación social. Pero esto nos lleva a reflexionar sobre lo difícil que es comprender el Perú como país. Con la violencia se responde a la violencia: resulta bastante lógico que los ladrones busquen la fuerza policial y no la presencia rondera.



[2] Ver “Rondas urbanas en Cajamarca reciben amenazas de la organización delictiva "Los hijos de Dios", entrevista del 5 de septiembre de 2025. Recuperado: https://www.youtube.com/watch?v=KBVP9LLS6iY&t=439s

Comentarios


Noticias

bottom of page