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El silencio tras la muerte del “Pelé palestino”


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Hace poco, Gaza perdió a uno de sus referentes deportivos: Suleiman al-Obeid, conocido como el “Pelé palestino”, fue asesinado mientras esperaba ayuda humanitaria en el sur de la franja, el 6 de agosto de 2025. La Asociación Palestina de Fútbol confirmó su fallecimiento, ocurrido por disparos israelíes mientras al-Obeid se encontraba en una fila de socorro. Era un exdelantero de la selección nacional, con más de 20 partidos internacionales, admirado por niños y jóvenes en medio del caos de la guerra.


Su apodo, “Pelé palestino”, no era gratuito. Al-Obeid fue uno de los delanteros más prolíficos del fútbol gazatí, con más de cien goles en su carrera profesional y una presencia constante en los torneos locales. Con la selección palestina disputó 24 partidos y marcó dos tantos, entre ellos una chilena memorable contra Yemen en el Campeonato de la WAFF de 2010, todavía recordada como una de las jugadas más brillantes del fútbol palestino reciente.


Quienes lo vieron jugar coinciden en que era un atacante con talento y visión: sabía aparecer en el área, pero también bajar a asociarse y habilitar a sus compañeros. Su figura trascendió lo deportivo. En Palestina se le comparaba con Pelé no solo por su capacidad goleadora, sino porque representaba la posibilidad de que, incluso bajo asedio, un joven de Gaza pudiera soñar con dejar huella en el fútbol internacional.


Más allá de lo técnico, al-Obeid representaba un símbolo: un futbolista que mantenía viva la esperanza de su pueblo. Para muchos niños gazatíes, verlo en la selección era prueba de que Palestina podía competir en igualdad de condiciones, que el talento podía brotar aun bajo los escombros.


Mientras la Asociación Palestina de Fútbol confirmaba su muerte, no hubo comunicados significativos de UEFA ni de FIFA. La falta de reacción internacional contrastó con el dolor expresado en Palestina, donde jugadores y aficionados lo despidieron como un héroe deportivo y comunitario.


La PFA ha documentado que al menos 421 futbolistas han sido asesinados —entre ellos 103 niños— y que en total 662 personas vinculadas al deporte han perdido la vida desde el inicio de la guerra. Sin embargo, casi ninguno recibió un homenaje real dentro de los mismos escenarios que lo consagraron.


Diogo Jota: el luto público en el deporte global, un contraste revelador


En contraste, la muerte del delantero portugués Diogo Jota en un trágico accidente automovilístico en julio de 2025 provocó una ola de homenajes de proporciones internacionales. El futbolista murió junto a su hermano en un choque en España. Declaraciones oficiales de Liverpool FC y la Federación Portuguesa lo describieron como una pérdida devastadora para el deporte.


Liverpool tomó decisiones simbólicas de gran impacto: retiró permanentemente su camiseta número 20 —un gesto sin precedentes en la historia del club—, tras consultar con su familia, para que el dorsal ya no se use en ningún nivel del club.


Antes de un partido del Community Shield en Wembley, se realizó un minuto de silencio y se depositaron coronas en el campo. Hubo himnos, pancartas con su imagen y su número, e incluso se cantó “You’ll Never Walk Alone” en homenaje . Además, su exclub Wolves lo ingresó en su Salón de la Fama, y el ambiente estuvo cargado de emoción: compañeros, entrenadores, aficionados, incluso jugadores rivales recordaron su legado con profunda tristeza.


En Portugal, su país natal, figuras como Cristiano Ronaldo y Mohamed Salah (sí, el mismo que reclamó contexto para al-Obeid) expresaron públicamente su dolor, resaltando su calidad humana y su impacto futbolístico.


Dos destinos, dos realidades


Mientras el “Pelé palestino” se convirtió en otra víctima más del conflicto, enterrado en la indiferencia institucional, Diogo Jota recibió homenajes globales, visibles y sentidos. Esta comparación no busca minimizar su talento o su pérdida, sino destacar una injusticia silenciosa: los futbolistas palestinos mueren en guerra, pero raramente son reconocidos como figuras que lo trascienden; mientras que fenómenos deportivos europeos reciben tributos de escala planetaria.


El contraste desnuda un sesgo evidente en el mundo del deporte: el valor de una vida depende de geografía, política, contexto mediático. El legado de al-Obeid no tuvo gestos públicos dignos de su historia ni de su sacrificio, mientras que el de Jota fue celebrado, llorado y colocado en vitrinas institucionales.


La muerte de Suleiman al-Obeid es una herida abierta que simboliza la invisibilidad y la pérdida impune en territorios sometidos. Se recuerda como el "Pelé palestino", pero sin la resonancia ni la dignidad que otrora lo nombró así. En cambio, la lamentada muerte de Diogo Jota evidenció cuánto puede conmover un club, un país, una afición cuando el entorno lo permite.


Este desequilibrio en la memoria colectiva y los homenajes plantea preguntas incómodas: ¿por qué unas muertes generan monumentos, y otras, apenas una línea en internet? ¿Qué necesita cambiar para que todos los deportistas, independientemente de dónde sean, sean honrados con humanidad, verdad y justicia?

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