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Cuando la memoria se equivoca… y eso nos beneficia




Imagina recordar un momento de tu infancia con total nitidez: el rostro de tu madre, el color de su vestido, el aroma del pan recién horneado en la cocina. Estás seguro de que ocurrió exactamente así. Pero, ¿y si parte de lo que recuerdas fue reconstruido, modificado o influenciado sin darte cuenta por relatos familiares, fotografías antiguas o emociones actuales?


Aunque solemos pensar en la memoria como un archivo mental preciso y estable, la neurociencia y la psicología cognitiva han demostrado que la memoria humana es dinámica, maleable y altamente influida por factores sociales, emocionales y contextuales. Esta inexactitud, lejos de ser un defecto, podría ser una ventaja evolutiva.


La memoria no es un archivo, es una reconstrucción


A diferencia de un disco duro o una grabadora, la memoria humana no almacena las experiencias tal como ocurrieron, sino que las reconstruye cada vez que las recordamos. La psicóloga Elizabeth Loftus ha demostrado cómo los recuerdos pueden ser alterados o incluso implantados mediante la sugestión. En sus estudios, participantes llegaron a recordar eventos que nunca ocurrieron, como haberse perdido en un centro comercial durante la infancia.


Este proceso de reconstrucción se conoce como "reconsolidación". Cada vez que evocamos un recuerdo, este se vuelve temporalmente inestable y puede ser modificado antes de almacenarse nuevamente. Así, recordar no es como abrir un archivo digital, sino como volver a escribir una historia cada vez que la contamos.


Recordar en grupo: la memoria como fenómeno social


La memoria no solo se moldea dentro de la mente individual, sino también en el intercambio con los demás. Investigadoras como Celia Harris y Amanda Barnier, de la Universidad Macquarie en Australia, han estudiado cómo las personas recuerdan en pareja o en grupo. Han encontrado que las conversaciones y los relatos compartidos influyen en qué se recuerda, cómo se recuerda y qué sentido se le da a lo recordado .


Este fenómeno se conoce como “memoria transaccional” y ocurre en familias, comunidades o culturas. Las sesiones de historia oral, las conmemoraciones colectivas o las conversaciones cotidianas son contextos donde los recuerdos se moldean colectivamente. Estos procesos colaborativos refuerzan la identidad de grupo, transmiten valores culturales y ayudan a crear una narrativa compartida sobre el pasado.


Además, estudios han demostrado que las personas pueden incorporar detalles falsos en sus recuerdos personales tras interactuar con otros. Por ejemplo, una investigación encontró que el 30% de los participantes recordaron detalles sugeridos por otros durante conversaciones sobre eventos autobiográficos .


Lo que olvidamos también importa


Aunque solemos preocuparnos por lo que no recordamos, la ciencia muestra que el olvido cumple funciones adaptativas. El neurocientífico Blake Richards, de la Universidad de Toronto, argumenta que olvidar puede ser tan importante como recordar. El cerebro no está diseñado para almacenar todo, sino para retener información útil para la toma de decisiones y la supervivencia.


El olvido nos ayuda a filtrar detalles irrelevantes, a enfocarnos en lo importante y a adaptarnos a contextos cambiantes. Además, facilita el aprendizaje: si no olvidáramos lo viejo, sería más difícil incorporar lo nuevo.


El papel de las emociones en la memoria


Las emociones tienen un impacto profundo en la forma en que codificamos y recordamos la información. Eventos cargados emocionalmente tienden a recordarse con más claridad que los neutros, aunque eso no garantiza su precisión. De hecho, las emociones pueden intensificar ciertos aspectos de un recuerdo y suprimir otros.


Esto ha sido demostrado en investigaciones sobre memoria traumática. Los recuerdos de eventos traumáticos pueden ser vívidos pero fragmentarios, y suelen estar sujetos a distorsiones. En contextos terapéuticos, la posibilidad de reinterpretar estos recuerdos de manera segura puede facilitar la sanación emocional. Este principio es central en enfoques como la psicoterapia narrativa o la terapia de reprocesamiento del trauma (como la EMDR).


Una ventaja evolutiva


Desde la perspectiva de la psicología evolutiva, la flexibilidad de la memoria humana tiene sentido. Nuestra supervivencia como especie ha dependido en gran medida de nuestra capacidad para cooperar, comunicarnos y formar vínculos sociales. En ese contexto, una memoria que favorezca la armonía del grupo puede ser más útil que una completamente precisa.


Modificar ligeramente un recuerdo en favor de la cohesión o de una mejor comunicación puede ser ventajoso. Como han mostrado Harris y Barnier, las distorsiones en los recuerdos compartidos no son solo errores: pueden ser herramientas para mantener relaciones, construir identidades comunes y fomentar el sentido de pertenencia.


¿Un defecto o una virtud?


En la era digital, donde las máquinas almacenan información con fidelidad milimétrica, puede parecer frustrante que nuestra memoria sea tan imprecisa. Pero es precisamente esa imperfección lo que la hace humana. Al estar influida por nuestras emociones, relaciones y necesidades del presente, la memoria nos permite no solo recordar el pasado, sino también reinterpretarlo, reconstruirlo y resignificarlo.


Lejos de ser una simple base de datos, la memoria es una herramienta viva y plástica que nos ayuda a adaptarnos, a conectar con otros y a darle sentido a lo que hemos vivido.

 

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