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Cremas blanqueadoras causan cáncer en mujeres africanas


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En Togo, una mujer de 65 años murió con la mitad del rostro desfigurado por un cáncer de piel agresivo. Durante tres décadas había utilizado cremas blanqueadoras para aclarar su tono de piel, un hábito extendido y naturalizado en varias regiones del África subsahariana. El caso, documentado recientemente por la dermatóloga sudafricana Ncoza Dlova, no es un hecho aislado. Según informó el diario The Guardian en una investigación publicada el 30 de julio de 2025, al menos 55 mujeres han sido diagnosticadas en países como Mali, Senegal y Sudáfrica con formas graves de cáncer cutáneo asociadas al uso prolongado de productos despigmentantes.


Estas mujeres, muchas de ellas de edad avanzada, utilizaron por años cremas con hidroquinona, corticosteroides y, en algunos casos, mercurio. El patrón es similar: piel aclarada en el corto plazo, efectos irreversibles a largo plazo. Algunas desarrollaron pigmentaciones oscuras y azuladas, otras presentaron lesiones que fueron creciendo hasta convertirse en tumores, mientras que unas más perdieron toda protección natural frente al sol. La consecuencia más dramática: la muerte.


La ciencia detrás de la tragedia


Según el informe de The Guardian, los productos de despigmentación más populares en el continente africano contienen hidroquinona, un agente que inhibe la producción de melanina, y esteroides tópicos, que reducen la inflamación y provocan un efecto de “aclarado rápido”. Sin embargo, esta combinación —especialmente cuando es usada durante décadas sin supervisión médica— genera alteraciones profundas en la dermis. Al eliminar la melanina, el cuerpo pierde su principal barrera natural contra la radiación ultravioleta, lo que incrementa drásticamente el riesgo de cáncer de piel, incluso en personas negras, cuya pigmentación suele ofrecer protección contra este tipo de enfermedad.


A ello se suma el uso de ingredientes extremadamente tóxicos como el mercurio, prohibido en muchos países, pero presente en productos que siguen circulando en mercados informales. La doctora Dlova, una de las principales investigadoras del tema, ha advertido que muchas de las mujeres tratadas por ella ignoraban los riesgos y seguían empleando los productos incluso cuando ya sufrían lesiones.


La herencia colonial que aún pesa


El fenómeno no puede entenderse solo desde la perspectiva de la salud. Tiene raíces más profundas, históricas y sociales. El uso de productos para aclarar la piel está íntimamente ligado a una noción colonial de belleza: cuanto más clara la piel, mayor el valor social, la aceptación y las oportunidades. Según explicó The Guardian, estas ideas fueron impuestas durante el dominio europeo en África, y reforzadas durante décadas por la publicidad, los medios y la cultura popular.


Las consecuencias son visibles aún hoy. En muchas comunidades africanas, las mujeres de piel más clara son percibidas como más atractivas, elegantes o exitosas. Esta discriminación dentro de las propias poblaciones negras, conocida como “colorismo”, ha sido reforzada por campañas publicitarias que durante años promovieron cremas blanqueadoras como símbolo de modernidad y distinción. Aunque en los últimos años algunas marcas globales han intentado retirar términos como “fair” o “white” de sus productos, los mensajes coloniales persisten.


Prohibiciones que no se hacen cumplir


Países como Sudáfrica, Ruanda, Ghana, Costa de Marfil y Kenia han prohibido legalmente la venta de productos con hidroquinona y otros agentes blanqueadores. Sin embargo, la realidad en las calles es otra. The Guardian revela que en mercados informales, puestos callejeros y farmacias sin control, los productos se venden sin ningún tipo de restricción. Muchas veces se presentan con etiquetas engañosas: “crema tonificante”, “pulido de piel”, “corrector de manchas”. No mencionan los ingredientes reales ni las advertencias necesarias.


La falta de control estatal, sumada a la alta demanda y al bajo costo de estos productos, genera un circuito de consumo muy difícil de detener. Algunas mujeres empiezan a usarlos desde los 16 o 17 años, y no lo abandonan en décadas. La dermatóloga Dlova alertó que incluso mujeres con lesiones visibles continúan aplicándolos, sin saber que están empeorando su estado de salud.


Una industria multimillonaria


El negocio del blanqueamiento de piel no es marginal. Según estimaciones de The Guardian, la industria global de productos despigmentantes está valorada hoy en 10.7 mil millones de dólares y podría alcanzar los 18.1 mil millones para 2033. Aunque las regulaciones se han endurecido en algunas regiones, el mercado informal mantiene viva la demanda.


En países como Nigeria, Ghana o Sudáfrica, las redes sociales y las celebridades influyentes cumplen un rol decisivo. Algunas personalidades han sido criticadas por promover productos blanqueadores entre sus seguidoras, incluso cuando la legalidad de estos productos es dudosa. La presión por encajar en estándares de belleza eurocéntricos, combinada con filtros digitales que aclaran automáticamente el tono de piel, ha generado una nueva ola de obsesión con la “piel clara”, especialmente entre adolescentes y mujeres jóvenes.


Más allá del cáncer: los efectos sistémicos


La exposición prolongada a estos químicos no solo provoca cáncer. Estudios citados por el National Cancer Institute de EE. UU. muestran vínculos entre el uso de cosméticos con disruptores endocrinos y problemas reproductivos graves: infertilidad, pubertad precoz, fibromas uterinos y mayores tasas de cáncer de mama o endometrio. Aunque estos estudios se enfocan en mujeres afroamericanas, los efectos podrían ser similares en mujeres africanas, donde el control sanitario es aún más débil.


Organizaciones como Safe Cosmetics y Black Women for Wellness han denunciado el doble estándar en la regulación cosmética: mientras en Europa o América del Norte muchos ingredientes están prohibidos, en África, Asia y América Latina los mismos productos se comercializan sin restricciones. En ese sentido, el caso africano es también un caso de racismo ambiental y negligencia sanitaria a escala global.


¿Qué se puede hacer?


El problema requiere un enfoque integral. La mera prohibición legal no basta si no va acompañada de fiscalización, educación y acceso a alternativas seguras. Las campañas públicas deben desmontar los ideales de belleza coloniales, promoviendo una aceptación real de los tonos de piel diversos. Modelos, actrices y figuras públicas pueden jugar un rol clave en cambiar los imaginarios sociales.


También es fundamental que los Estados inviertan en vigilancia sanitaria, identifiquen los puntos de venta ilegales y ofrezcan opciones médicas seguras para tratar hiperpigmentaciones o manchas sin recurrir a productos tóxicos. Según The Guardian, muchos de los casos más graves se podrían haber evitado con controles dermatológicos básicos.


Un síntoma de algo más profundo


El uso de cremas blanqueadoras en África no es simplemente una cuestión de estética. Es la expresión visible de una herida colonial que sigue abierta. Es también una forma de violencia simbólica que ha sido interiorizada por generaciones de mujeres negras, y que ahora está cobrando un precio altísimo en salud y vidas humanas.


Como toda epidemia silenciosa, esta exige algo más que conciencia individual: requiere políticas de salud pública, regulaciones efectivas, justicia estética y, sobre todo, una transformación cultural profunda.

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