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Jorge Chávez vuela bajo




El nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, a pesar de su modernidad y capacidad ampliada, enfrenta serios cuestionamientos relacionados con su accesibilidad, operación, costos para los usuarios y planificación general. Estos problemas han generado preocupación entre la comunidad, poniendo en duda la efectividad de este megaproyecto en mejorar la conectividad aérea del Perú.


Un cuello de botella desde el inicio


Uno de los principales cuestionamientos al nuevo aeropuerto es su limitada accesibilidad. La única vía de ingreso es la avenida Morales Duárez, que cuenta con puentes modulares de solo dos carriles, en contraste con los ocho carriles del antiguo acceso. Esta situación ha generado advertencias sobre posibles colapsos vehiculares, especialmente en horas pico. 


Además, la estación "Aeropuerto" de la Línea 4 del Metro de Lima, que se esperaba conectara directamente con el nuevo terminal, estará ubicada frente al antiguo aeropuerto y no entrará en funcionamiento hasta dentro de tres años, lo que evidencia una falta de coordinación en la planificación de infraestructura. 


El servicio de transporte AeroDirecto, implementado para facilitar el acceso al aeropuerto, ha recibido críticas por demoras, cobros irregulares y falta de cobertura en distritos periféricos, lo que limita su efectividad. 


Cancelaciones, retrasos y pasajeros varados


Desde su inauguración, el aeropuerto ha enfrentado dificultades operativas. Pasajeros han reportado largas esperas dentro de los aviones debido a problemas en la distribución de combustible, aunque Lima Airport Partners (LAP) ha negado una escasez del mismo. 


También se han registrado incidentes de confusión en la distribución de vuelos entre el antiguo y el nuevo terminal, lo que ha generado riesgos de seguridad. Por ejemplo, una presunta confusión del personal de control aéreo casi provoca la colisión de dos aviones, con más de 600 personas en riesgo. 


Además, se han reportado fallas en los sistemas de control migratorio, con largas filas y tiempos de espera excesivos debido a fallas en los lectores de pasaportes y en los sistemas biométricos. 

Costos adicionales para los pasajeros


La implementación de la Tarifa Unificada de Uso de Aeropuertos (TUUA) ha generado controversia. Ahora, los pasajeros en tránsito deben pagar un impuesto adicional de 11,32 dólares para vuelos internacionales y 7,07 dólares para vuelos nacionales. La Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (ASPEC) considera esta medida como una carga económica injustificada para los usuarios. 


Críticas a la planificación y gestión


El medio internacional Bloomberg ha criticado duramente la gestión del proyecto, señalando retrasos, sobrecostos y problemas administrativos. La inversión inicial estimada en 2.000 millones de dólares se incrementó a 2.400 millones, y la inauguración se pospuso en varias ocasiones debido a problemas de seguridad y obras inconclusas. 


Además, se ha cuestionado la falta de integración del aeropuerto con otras infraestructuras clave, como el metro y las vías de acceso, lo que refleja una planificación deficiente. 


Medidas cosméticas


La construcción del nuevo aeropuerto también ha tenido implicaciones en el entorno urbano. Por ejemplo, se construyó un muro de 900 metros de largo frente al lado este del terminal para ocultar los basurales, talleres informales y viviendas precarias del asentamiento humano "La Alameda de Oquendo", en el distrito de Callao. Esta medida ha sido duramente criticada como un intento de maquillar la realidad social de la zona para los ojos de los viajeros, en lugar de implementar soluciones estructurales que beneficien a las comunidades aledañas. Diversos colectivos ciudadanos y urbanistas han señalado que este tipo de intervenciones no sólo invisibilizan la pobreza, sino que refuerzan la segregación urbana y el abandono estatal hacia las poblaciones vulnerables.



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