Más allá del show: las verdaderas razones del conflicto entre Trump y Musk
- Redacción El Salmón
- 7 jun
- 4 Min. de lectura

Ya todos vieron los titulares. Elon Musk y Donald Trump rompieron relaciones de forma espectacular, en una pelea pública que combinó insultos, traiciones y amenazas. Musk insinuó que Trump podría estar vinculado a la red de Epstein, lo acusó de rodearse de "aduladores sin talento" y deslizó que su estilo de liderazgo es "tóxico y anticuado". Trump respondió con furia: lo llamó “desagradecido”, “mentiroso” y recordó que Musk lo había buscado para pedir apoyo durante la campaña de 2024. También amenazó con revisar contratos federales con Tesla y SpaceX, y dijo que Musk “no existiría” sin su ayuda. Sin embargo, más allá del escándalo, los insultos y la polarización mediática, hay una disputa mucho más profunda entre dos figuras que, hasta hace poco, parecían aliados tácticos.
¿Qué está en juego realmente?
Lo que realmente está en juego no es el futuro del país, sino qué élite controlará sus engranajes. No se trata solo de una pelea de egos, sino de una disputa entre dos versiones del mismo sistema: un capitalismo agresivo que oscila entre el intervencionismo autoritario y el elitismo tecnocrático. Lo que se debate no es el bienestar de la mayoría, sino cómo redistribuir el poder entre grandes empresarios, políticos y sectores privilegiados. La confrontación entre Donald Trump y Elon Musk no refleja un verdadero conflicto ideológico, sino una lucha interna dentro de un modelo que ya ha demostrado ser incapaz de garantizar justicia social, equidad económica o sostenibilidad ambiental.
Del respeto mutuo al enfrentamiento directo
Durante años, Trump y Musk mantuvieron una relación tensa pero pragmática. Musk integró el consejo empresarial de Trump en 2017, aunque se retiró tras la salida de EE. UU. del Acuerdo de París. En 2022 y 2024, Musk apoyó ideas y candidatos republicanos, se mostró crítico del establishment demócrata, y muchos especulaban con un respaldo electoral más explícito a Trump.
Ese acercamiento terminó de romperse en 2025, cuando Trump presentó su nuevo plan económico para un hipotético segundo mandato: un ambicioso proyecto legislativo denominado por él mismo como One Big Beautiful Bill. El paquete incluye recortes fiscales para sectores conservadores clave, incrementos en el gasto en infraestructura y defensa, y una batería de nuevos aranceles sobre productos importados.
Musk, que había evitado comentarios durante semanas, explotó públicamente en X (antes Twitter):
“Este proyecto es una abominación repugnante. Gastar sin control, aumentar el déficit y destruir el libre comercio no es ser patriota, es suicida.”
¿Qué es lo que realmente los separa?
Más allá del tono y los insultos, Trump y Musk representan visiones radicalmente distintas sobre el rol del Estado en la economía:
1. El déficit y el tamaño del Estado
Trump propone una expansión del gasto público con grandes inversiones en manufactura, infraestructura y defensa. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) estima que su plan agregaría entre 2.6 y 3.8 billones de dólares al déficit en los próximos diez años.
Musk, por el contrario, aboga por un Estado mínimo y tecnocrático. En entrevistas recientes advirtió:
“No podés imprimir dinero eternamente. Esto llevará a inflación, recesión y pérdida de credibilidad internacional.”
2. Proteccionismo y aranceles
El plan de Trump prevé nuevos aranceles sobre productos chinos, europeos y algunos bienes tecnológicos. Él los defiende como herramientas para proteger empleos industriales.
Musk, cuya empresa Tesla depende de cadenas globales de suministro, considera esta política perjudicial:
“Los aranceles no ayudan al trabajador estadounidense, solo encarecen todo. No es estrategia industrial, es nacionalismo emocional.”
3. Subsidios y regulación
Aunque Tesla se ha beneficiado de subsidios verdes, Musk ha criticado su uso desproporcionado y politizado. La nueva legislación propone recortes a subsidios de vehículos eléctricos, algo que Musk consideró un ataque personal, mientras mantiene beneficios a industrias fósiles.
“Esto no es eficiencia fiscal. Es castigo ideológico y uso partidista del poder.”
Trump encarna un nacionalismo económico que usa al Estado como herramienta de control y propaganda; Musk, un elitismo tecnológico que busca vaciar al Estado para reemplazarlo con corporaciones. Ambos modelos perpetúan formas distintas de dominación económica, sin cuestionar las raíces del sistema que los sostiene.
Esta diferencia no es simbólica: afecta decisiones concretas sobre aranceles, subsidios, contratos públicos y el modelo de crecimiento a seguir.
Consecuencias: mucho más que palabras
Desde que estalló el conflicto:
Tesla perdió más del 15 % de su valor bursátil en una sola jornada, arrastrando a otras tecnológicas.
Trump amenazó con cancelar contratos federales con SpaceX y revisar la elegibilidad de Tesla en programas de energía limpia.
El Partido Republicano se fracturó: algunos sectores apoyan a Musk como símbolo del “futuro eficiente”; otros mantienen la lealtad al liderazgo populista de Trump.
Musk insinuó apoyar a un tercer candidato o incluso crear un nuevo partido centrado en eficiencia, transparencia y disciplina fiscal.
¿Hay posibilidad de reconciliación?
Es improbable. Ambos defienden proyectos funcionales a distintas caras del poder económico: Trump instrumentaliza al Estado para fortalecer intereses corporativos tradicionales, mientras Musk disfraza de innovación una agenda de concentración tecnológica y desmantelamiento de lo público. No hay una verdadera alternativa en juego, solo variantes de un sistema que perpetúa desigualdades bajo distintas narrativas.
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