Caníbales, ratas y afectos subterráneos en la última novela de Diego Trelles
- Redacción El Salmón
- 5 may
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La lealtad de los caníbales (Anagrama, 2024) es una novela que se adentra en las profundidades de la violencia estructural que marca al Perú. Diego Trelles entrelaza memoria histórica, política y cultura popular, mientras revela los afectos ocultos que surgen en contextos desgarradores. A lo largo de la obra, los personajes navegan entre la complicidad y el rechazo, la supervivencia y el olvido, el miedo y el amor, en un juego constante de contradicciones.
Desde el inicio, el título de la novela provoca al lector al yuxtaponer dos conceptos polarizados, “lealtad” y “canibalismo”, invitando a reflexionar sobre la fidelidad entre individuos atrapados en un sistema que los consume a ambos. En un contexto de violencia omnipresente, la moral y la identidad se vuelven difusas, reflejando cómo lo que es humano se ve distorsionado y subyugado por la barbarie.
La estructura fragmentada de la novela, que alterna entre distintas voces narrativas, configura un collage de perspectivas que enriquece la experiencia del lector. Al igual que en Bioy (2012), Trelles teje un complejo mosaico de historias; sin embargo, en esta obra, la profundidad emocional se siente más intensa y la experimentación formal está mejor equilibrada, creando una atmósfera tensa que armoniza lo íntimo y lo social.
El estilo del autor destaca por su tono urbano y directo, cargado de referencias a la cultura peruana, especialmente al cine de Scorsese, la salsa y los programas de televisión locales. La novela hace uso de un lenguaje que no solo describe lo que sucede en el mundo de sus personajes, sino que se convierte en un reflejo de su condición: capaz de evocar tanto la violencia de una redada policial como la resignación melancólica de un camarero.
Los protagonistas no encarnan los arquetipos tradicionales de héroes o mártires, sino que son individuos complejos, marcados por el contexto violento en el que viven. El comandante Edulfamid Arroyo, conocido como Píper, representa una figura de poder autoritario, pero está plagado de dudas internas y obsesionado con su propio trauma. Tito, el dueño del bar, se adapta al poder mientras observa su propia destrucción. Ishiguro, un camarero autodidacta, lucha entre la sumisión y el deseo de venganza. Rosalba, la cocinera, es una voz disonante de su entorno y ofrece una mirada crítica hacia la religión y las relaciones humanas.
La novela presenta una galería de personajes femeninos complejos que reflejan diversas luchas en un contexto de violencia y conflicto. Carmen y Sylvia son mujeres atrapadas por circunstancias que escapan a su control, pero que muestran una fuerza interna que las define. A través de su prosa, Trelles les otorga un espacio para que sus sentimientos, entre el amor, la culpa, la maternidad y la frustración, se expresen con cruda sinceridad. Aunque enfrentan un entorno brutal y machista, las mujeres en la obra no son simples víctimas, sino personajes que, con sus fallas y tragedias, insisten en su existencia, reflejando una resistencia frente a un sistema que las consume sin piedad.
Estos personajes no se limitan a ser arquetipos: poseen contradicciones, cambios de humor, deseos inconfesables y una humanidad profunda. Su construcción es meticulosa, envolvente y, en ocasiones, desgarradora.
Espacios
El peso de la guerra
La novela aborda las secuelas del conflicto armado interno que marcó al país. El personaje de Arroyo, hijo de un policía asesinado durante el conflicto, refleja el trauma heredado de una generación que vive atrapada entre la venganza y la justicia. Trelles presenta una crítica profunda al sistema policial, mostrando los efectos a largo plazo del odio y la violencia dentro de las familias y las sociedades, sin caer en condenas fáciles.
Vidas al margen
El bar de Tito, un microcosmos de la periferia limeña, es un lugar en el que se cruzan diferentes clases sociales y personajes marginados, como prostitutas, travestis, poetas frustrados, músicos y más. En este espacio, se refleja la desigualdad y la impunidad que dominan la política, mostrando la nostalgia de tiempos donde, paradójicamente, parecía haber más orden.
La cultura popular como escapatoria
La cultura popular —el cine de mafiosos, la salsa, la televisión de telerrealidad— no solo sirve como recurso estético, sino como un medio de resistencia. La cultura aquí se convierte en una herramienta para que los personajes se construyan una identidad en medio del caos, algo similar a lo que Trelles ya había explorado en Bioy, donde las películas y la música eran mecanismos de autoafirmación frente a la adversidad.
Una escena perturbadora
Un pasaje inquietante que merece especial atención es el que describe una interacción con las ratas y un niño en La lealtad de los caníbales. En este momento, la figura de la rata simboliza la podredumbre de una sociedad que ha sido reducida a sus instintos más primitivos, mientras que el niño, atrapado en su desesperación, se convierte en una víctima de esa misma descomposición. Es una escena que no solo es perturbadora por su crudeza física, sino también por la forma en que refleja la total pérdida de inocencia en un entorno marcado por la violencia.
El niño, desprovisto de su humanidad, sirve como espejo de una sociedad que ya no sabe diferenciar entre lo humano y lo animal. Este episodio se conecta con los ecos de La procesión infinita, donde Trelles Paz también examina las cicatrices invisibles de un país destrozado por sus propios demonios. Esta brutalidad no es solo un tema recurrente, sino una declaración de intenciones sobre la condición humana dentro de un sistema profundamente corrupto.
Entre el cinismo y la esperanza
Diego Trelles nunca recurre a la simple crítica o al panfleto. Su mirada es profunda y empática, cuestionando las estructuras de poder, la corrupción y la violencia, pero también reconociendo la humanidad que persiste incluso en los lugares más oscuros. Aunque la novela se sitúa en una zona gris, moralmente ambigua, también ofrece una pequeña esperanza: en los gestos más sencillos de amor y compasión, en el silencio de quienes eligen no denunciar, en los vínculos que nacen de la violencia pero no la perpetúan. La novela invita al lector a reflexionar sobre la lealtad en un mundo que parece desmoronarse, sugiriendo que, incluso en medio de la barbarie, lo humano sigue existiendo.
La lealtad de los caníbales es, sin duda, una de las novelas más importantes de la narrativa peruana reciente. Diego Trelles Paz confirma con esta obra su lugar entre los escritores más lúcidos de su generación. Con una prosa intensa y un mundo narrativo complejo, la novela interpela a una sociedad que ha normalizado la barbarie, pero que aún busca formas de afecto, belleza y resistencia. Como la mejor literatura, no solo nos habla de un país: nos habla de nosotros mismos.
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