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Un aeropuerto contra su ciudad, el nuevo Jorge Chávez




“Con una estructura imponente el aeropuerto ostenta una gran cantidad de premios y reconocimientos internacionales que lo han catalogado como mejor aeropuerto de Sudamérica por 7 años consecutivos.” Esa era la manera en que, en 2015, el primer capítulo del programa de Alerta Aeropuerto, desinado al aeropuerto Jorge Chávez de Callao, describía el Terminal ubicado sobre la avenida Elmer Faucett, terminal que hoy ya no está operativa.


Si bien los medios y las autoridades han presentado como acertada la decisión de cerrar las operaciones del Terminal Faucett del Aeropuerto Jorge Chávez, desde un análisis técnico y urbano resulta evidente que dicha decisión constituye un error monumental, solo comparable con el tamaño que ocupa el aeropuerto dentro del territorio chalaco.


El Aeropuerto Internacional Jorge Chávez es una infraestructura ubicada dentro de una ciudad. Más específicamente, se encuentra en el Callao, la tercera ciudad más grande del Perú. Esta es una premisa fundamental para comprender no solo el error cometido al cerrar el terminal, sino también para entender qué es lo que realmente necesita el aeropuerto.


Contexto urbano y necesidades de conectividad


Como toda edificación, el aeropuerto debe adecuarse a su entorno; bajo ningún criterio la lógica puede ser a la inversa. Este principio es básico y esencial en la arquitectura, y es interiorizado desde los primeros años de formación de todo arquitecto. Por ello, al recibir el encargo de diseñar una ampliación del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, lo primero que un arquitecto debe reconocer es el contexto del proyecto.


Al asumir este enfoque, el análisis obliga al profesional a considerar dos aspectos fundamentales: la ubicación del aeropuerto y su tamaño.


La ubicación del aeropuerto proporciona insumos y condiciones que permiten desarrollar un mejor proyecto. El hecho de encontrarse dentro de una ciudad genera requerimientos completamente distintos a los de un aeropuerto ubicado en las afueras.


El tamaño del aeropuerto revela que estamos ante una infraestructura que, en extensión, podría compararse con un distrito como Miraflores en Lima. Por lo tanto, requiere estar adecuadamente conectada con la ciudad en la que se inserta.


Estos dos criterios conllevan, de manera inevitable, a la necesidad de implementar una red vial y de transporte público eficiente, que conecte el aeropuerto con diversos puntos de la ciudad y facilite múltiples accesos a esta enorme infraestructura. Esta reflexión inicial lleva a concluir que la operación del aeropuerto del Callao con dos terminales no solo es lógica, sino necesaria.


Identidad local y patrimonio: una oportunidad desaprovechada


Entre los múltiples beneficios de esta decisión destaca la posibilidad de distribuir los flujos vehiculares por diferentes zonas de la ciudad, incluyendo la conexión del aeropuerto con la Panamericana Norte, una vía nacional de gran importancia. Además, se abre la oportunidad de crear ejes de desarrollo económico orientados al turismo. Avenidas como Santa Rosa, en el sur del Callao, podrían consolidarse como corredores de servicios dirigidos tanto a viajeros nacionales como internacionales.


Al profundizar aún más en el análisis del entorno donde se desarrolla este proyecto, se reconoce que el aeropuerto se ubica en la región más pequeña del Perú, pero también en aquella con el mayor sentido de pertenencia. El Callao es ampliamente conocido por la fuerte identidad de sus ciudadanos. Su contribución a la construcción del Perú —en lo social, cultural, económico e incluso político— se entrelaza con sus propias manifestaciones socioculturales, así como con importantes zonas históricas y patrimoniales.


Hablar de patrimonio en el Callao puede comenzar por la Fortaleza del Real Felipe, la Iglesia Matriz, el camino y palacio inca de Oquendo o la huaca Culebras, así como también por los humedales, lomas e islas de esta región. En resumen, se trata de una región pequeña, orgullosa y con mucho que mostrar.


Es entonces, ante los ojos de un profesional de la arquitectura, que el Callao se revela como una fuente inagotable de referencias para reinterpretar y poner en valor en el diseño del nuevo terminal.


Diagnóstico técnico y consecuencias del mal diseño


A nivel operativo, diseñar un terminal ubicado dentro de la ciudad plantea un escenario en el que se generará una nueva población afectada por el ruido de los aviones. Esta situación, por sí sola, podría ser suficiente para replantear el proyecto y considerar una nueva ubicación en las afueras de la ciudad. Sin embargo, si se continúa con la propuesta de ampliación, resulta imprescindible establecer una serie de criterios que aseguren que el impacto de la contaminación sonora sea mínimo.


En esa línea, definir una ruta única para los despegues y establecer un ángulo de despegue obligatorio permite mitigar el ruido de las aeronaves y, sobre todo, delimitar un rango de población afectada. Con esta información es posible determinar cuántas personas requieren atención, y en función de ello, identificar un área específica para destinar bonos y/o implementar acciones de insonorización en viviendas y edificaciones expuestas al ruido.


Proponer soluciones basadas en un diagnóstico adecuado fortalece la toma de decisiones. Por ejemplo, en el caso del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez (AIJC), contar con dos terminales no solo permite una mejor distribución de los flujos vehiculares, sino también una conexión directa con la Línea 4 del Metro de Lima y Callao. Esta conexión representa un escenario altamente positivo, ya que un sistema como el metro permite vincular diversas zonas urbanas, movilizando una gran cantidad de personas en poco tiempo y ocupando escaso espacio en superficie.


En particular, la Línea 4 incluye la construcción de una “Estación Aeropuerto” frente al terminal Faucett del Jorge Chávez. Esta línea está proyectada para transportar hasta un millón de personas al día, conectando 11 distritos (2 del Callao y 9 de Lima). Además, la Línea 4 se enlazará con las líneas 1 y 2 del metro, lo que generará un sistema de conectividad insuperable para el aeropuerto si se mantiene operativo el terminal Faucett.

Este nivel de conexión con el transporte público reducirá el uso del automóvil particular para acceder al aeropuerto, contribuyendo así a disminuir tanto los gases contaminantes como la congestión vehicular provocada por los nuevos flujos.


Todo lo expuesto hasta aquí forma parte de los análisis que, desde la arquitectura y el urbanismo, realizamos los profesionales al momento de proyectar una edificación, en este caso, un aeropuerto. Un análisis de este tipo habría permitido diseñar una infraestructura bien conectada con la ciudad, y al mismo tiempo, generar un nuevo hito arquitectónico para el Callao, el Perú y el turismo internacional.


Lamentablemente, al observar lo que viene ocurriendo con el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, es evidente que se ha construido una infraestructura no solo desconectada de su entorno urbano, sino que además ha empezado a generar conflictos tanto en su área inmediata como en zonas aledañas.


Ruido excesivo de aviones, mayor congestión vehicular, incremento en los tiempos de recorrido, mayores costos de transporte, la inauguración de un edificio sin estar concluido, el cierre del terminal Faucett, la existencia de un único punto de acceso, la priorización del uso excesivo del auto particular, la falta de acceso peatonal, y la intención de destruir un eje ecosistémico de más de 4 kilómetros dentro de una zona residencial consolidada para construir una infraestructura obsoleta —como lo sería la Vía Expresa (elevada) Santa Rosa— son solo algunos de los graves problemas que hoy rodean al aeropuerto que pretende ser el mejor del continente.


Basta compararlo con su antecesor para notar que este “nuevo aeropuerto” dista mucho de cumplir con la descripción prometida.


Aún es posible mejorar y evitar el caos que ya comienza a evidenciarse. Todavía se puede rescatar este proyecto y corregir su rumbo antes de que funcione de manera permanentemente deficiente. Una infraestructura de tal importancia, por su función y escala, debe reconocer que no es más importante que el entorno que la alberga. La arrogancia, o tal vez la ignorancia, pueden hacer creer lo contrario. Sin embargo, para bien o para mal, la realidad ya comienza a confirmar lo que los arquitectos y urbanistas del Callao venimos advirtiendo desde hace años: si se persiste con este enfoque equivocado, el aeropuerto no funcionará adecuadamente.

 

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