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Maradona, sueño bendito y Roberto Baggio, el Divino: cortinas de humo, chivos expiatorios o héroes del pueblo

 



                               ¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales".

Eduardo Galeano


El fútbol, al ser un fenómeno de masas, ha sido utilizado a lo largo de la historia como una cortina de humo o disuasivo para controlar a la opinión pública y a casi todo un país. Sucedió con Hitler en las olimpiadas de Berlín 1936, con Videla en el mundial de Argentina 78 y, sin ir muy lejos, en el Perú, con Velasco Alvarado en México 70. No hay que ser Jorge Luis Borges para intuir ello.


Mientras que algunos políticos y poderosos usan al deporte rey como un entretenimiento para manipular a la población, en el lado opuesto, para los abanderados de la disidencia, como ciertos intelectuales y artistas, el fútbol es el perfecto chivo expiatorio para justificar los males de nuestra sociedad. Además de detestarlo por el mero hecho de ser un deporte de masas, al no encontrar respuestas lúcidas para entender la realidad ni asumir un papel crítico y activo frente a los problemas que la humanidad atraviesa, manteniendo un perfil distante, snob y desconectado de “lo popular”, dirigen sus dardos al fútbol y a sus hinchas, señalándolos de ignorantes, cómplices e, incluso, responsables de nuestra actual crisis política y de valores. 


Hablando en términos deportivos, este grupo de intelectuales y artistas serían como aquellos directores técnicos que, cuando pierden un partido, hacen la más fácil y le echan la culpa al árbitro para no reconocer su incapacidad, en vez de hacerse una autocrítica individual o grupal a fin de saber por qué no se consiguió la victoria. Sin embargo, felizmente dentro de la fauna artística e intelectual también hay quienes no ocultan su afición por el balompié y, a la vez, son críticos con la sociedad y sus gobernantes; tales son los casos de Pasolini, Galeano, J. R. Ribeyro, Gramsci, Camus, Villoro, por citar a algunos.


Frente esta falta de referentes y líderes que sintonicen con el ciudadano de a pie, no resulta extraño que un futbolista pueda convertirse en una especie de héroe contemporáneo y ejercer mayor influencia en la gente antes que un político, intelectual, artista, científico o religioso, lo cual podría ser justamente materia de análisis o de una disertación entre sus principales detractores que cultivan el intelecto. Bajo esta línea, el ascenso, fama y declive, así como la importancia y el impacto, para bien o para mal, que tiene un futbolista en su familia, su comunidad y el resto de la sociedad es el tema transversal que abordan los biopics Roberto Baggio: el Divino (Netflix, 2021) y Maradona, sueño bendito (Amazon Prime, 2021).


El hombre que murió de pie


Roberto Baggio, el Divino (Il Divin Codino) es una emotiva película sobre la vida y trayectoria deportiva de uno de los mejores futbolistas de la historia de la squadra azurra, a quien considero personalmente uno de mis mayores ídolos futbolísticos desde niño. 


A través de ella, podemos conocer el gran esfuerzo que hizo Roberto para superar diferentes escollos, como sus constantes lesiones, las discusiones con sus entrenadores y el trauma que le generó fallar el penal con Italia en la final contra Brasil en el mundial de Estados Unidos 94. Incluso, Romario, la estrella brasileña que también protagonizó aquel recordado partido, tuvo sentidas palabras al respecto: "Cuando Baggio falló el penalti, corrí para celebrarlo. Me volteé y lo miré; lo vi todavía en su lugar, de pie durante mucho tiempo. En ese momento, la euforia de ganar la Copa del Mundo se desvaneció”. 


Además, la directora Letizia Lamartire aborda la intensa relación del fenómeno italiano con su padre y su temprana conversión al budismo, el cual le hizo entender a tiempo que lo más importante es el camino y no el final de este. 


Si yo fuera Maradona


Maradona, sueño bendito más allá de ser una serie que, como tantos libros, películas y documentales, retrata la vida y obra del astro argentino, es una producción a modo de panegírico que no soslaya los callejones oscuros que transitó Diego durante gran parte de su vida. Y allí radica el gran acierto de la serie, en describirlo con sus luces y sombras, y sin concesiones, teniendo como líneas narrativas que se intercalan dos momentos de su vida, uno más reciente a comienzos de este siglo y otro en los esplendorosos 80. 


Si bien los cuatro actores que lo personifican en sus diferentes etapas guardan bastantes similitudes con el Pelusa, a veces caen en su caricaturización y en la parodia, restándole autenticidad y verosimilitud al personaje. Quizás porque el Pibe de Oro siempre fue un personaje complejo y polémico, o porque simplemente no era de este planeta como a veces lo justificamos los maradonianos. No lo sabemos, así como no nos explicamos cómo podían caber tantos Maradonas en uno solo: el mal esposo y el buen padre e hijo, el mejor futbolista de todos los tiempos y el adicto más necio, el enemigo de los poderosos y el amigo del pueblo, el santo y el monstruo, el antihéroe y el Dios, etc. 


Y si esto, que parecía una pequeña reseña de una serie, a pesar de no ser mi intención cae finalmente en un elogio parcializado pero sincero a Diego, como diría Eduardo Sacheri, en un fragmento de la que considero una de las mejores semblanzas que se ha escrito sobre él: "Yo lo disculpo porque siento que le debo algo. Le debo algo y sé que no tengo forma de pagárselo. O tal vez esta sea la peculiar moneda que he encontrado para pagarle".


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