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La inmigración



¿Tiene sentido que existan los pasaportes y que los seres humanos no podamos viajar libremente por el mundo? Me temo que no. Las reglas están dadas para conveniencia de algunos, pero va siendo hora de que las cuestionemos.


En los últimos tiempos, las cosas habían empezado a cambiar. Las exigencias del libre mercado y el comercio internacional hicieron necesario facilitar el desplazamiento, pero de pronto se ha dado una ola regresiva que reclama la propiedad de nuestros propios países y el derecho a limitar el acceso a ellos. Estamos viviendo una ola reaccionaria que pretende oponerse a la globalización. Las clases poderosas de diversos países empezaron a sentir que su poder se reducía. Los tratados internacionales los obligan a someterse a reglas que no les convienen. Se acostumbraron a manipular y hacer las cosas a su gusto en su país y no tienen interés en respetar límites que antes no tenían.


Ha aflorado con fuerza la xenofobia. En Europa una parte importante de los ciudadanos de los países desarrollados ha empezado a incomodarse por la afluencia de inmigrantes en especial si son de otra raza y costumbres… 


Los odiosos nacionalismos han renacido y con mucha fuerza, pero no pueden oponerse a los procesos económicos por mucho tiempo. Solo están consiguiendo ralentizarlos. Al final la razón se impondrá. Lamentablemente, eso no será fácil y quizá corra sangre. Las clases dirigentes son miopes y no miran muy lejos. No se han dado cuenta que son ellas las más interesadas en evitar los abusos y en consecuencia las revoluciones y los cambios violentos. 


Otra de las razones por las que los nacionalismos están condenados al fracaso es porque el sistema económico vigente necesita de los inmigrantes. Ellos hacen labores que los ‘ciudadanos’ no están dispuestos a realizar y con un agregado importante para los dueños de los negocios: por sueldos más bajos y con menos beneficios.


El empresariado que contrata a los inmigrantes ilegales suele tener influencia en las altas esferas políticas y es probable que abogue porque no se les persiga, haciendo la diferencia con la conducta de Trump quien despidió a los inmigrantes para evitar que lo acusaran de doble moral, pero no ha podido borrar que los tuvo contratados en sus campos de golf y otros negocios. Trump ha olvidado o querido olvidar que los Estados Unidos es y ha sido un país de inmigrantes y si miramos más atrás todos los países son de inmigrantes. 


Acertadamente, Vargas Llosa aseveró en su premiado artículo ‘Los inmigrantes’ que aparte de las razones éticas y morales a la inmigración hay que aceptarla porque “no hay cómo pararla”.


Creer que los inmigrantes les quitan los puestos de trabajo a los nacionales solo muestra ignorancia en economía. Esa una idea trasnochada que muchos economistas han explicado y demostrado como falsa. 


Aparte de que la inmigración es un fenómeno histórico que ocurre desde tiempos inmemoriales, es verdad que sería un caos si de inmediato liberamos la libre circulación de las personas por todo el planeta. Nuestro sistema vigente no está preparado para afrontarlo, pero no me cabe duda de que a eso tenemos que apuntar.


¿Somos los ciudadanos de un país sus propietarios? Pareciera que ese es el caso. Haber nacido dentro de determinadas fronteras te hace copropietario de la superficie delimitada por los tratados de límites y los acuerdos con nuestros vecinos y la comunidad internacional. 


Haber llegado antes o primero, ¿te hace propietario? 


La historia muestra que esto se empezó a respetar a partir de un momento determinado. Antes había habido más de una disputa o guerra, porque los que llegaban después no aceptaban la imposición. Al principio, mandaba el más fuerte. No importaba si el otro había llegado primero. Si el que llegaba después era más fuerte desalojaba al ocupante. Pareciera que con el tiempo ser el primero mejor dicho ser los primeros en llegar llevó a que quienes lo hicieran después respetaran ese ‘derecho’ adquirido que luego se transmitía por herencia a los hijos y descendientes. 


Tiene algo de infantil, ¿no?: es mío porque yo llegué antes…


En el plano moral ha habido grandes cuestionamientos a semejante lógica. Para Tomás de Aquino y toda la doctrina de la Iglesia en el Medioevo, sólo Dios tiene dominio pleno, absoluto y principal sobre las cosas y éste se las ha transmitido a los hombres.

Según Vitoria no sólo la universalidad y comunidad del género humano tiene dominio sobre todas las cosas, sino que también cualquier hombre tiene el derecho natural de dominio sobre las cosas creadas y puede usarlas y esto porque ante el derecho natural, todos los hombres son iguales y no tiene por qué uno poseer más bienes que otro.  

                                             

A partir de esto es que los teólogos deducían que por derecho natural todos los bienes son comunes, ya que la naturaleza no ha determinado qué posesión de bienes le toca a cada uno, sino que el derecho natural de posesión se extiende a todos los bienes creados. 


El proceso histórico posterior entronizó la propiedad tal como hoy la conocemos. Los seres humanos podemos acumularla sin límites y sin importar que otros la necesiten más. ¿Es esto razonable? Todas las doctrinas socialistas lo han cuestionado, pero el mundo está organizado así y va a tomar mucho tiempo cambiarlo.


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